Hay mucho puestos incómodos por lo difíciles en los niveles de dirección de un partido político. Ser secretario de Organización es, por ejemplo, estar abonado a un calvario a menos que la formación política de turno se haya convertido en un ejército en el que la obediencia equivalga a la ausencia absoluta de discrepancia. Y hay que decir que, lamentablemente, hacia ese punto se dirigen hoy muchos de los partidos españoles.

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