Hay años que definen una carrera. Temporadas que no se olvidan porque, más allá de los títulos, revelan el alma de un campeón. Para Carlos Alcaraz, 2025 fue exactamente el año en que dejó de ser una promesa para convertirse en leyenda.

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El murciano, con apenas 22 años, firmó una temporada que lo consagra como el heredero natural del trono del tenis mundial. Ocho títulos, dos Grand Slams, finales inolvidables y una rivalidad que enciende cada pista donde pisa. El mundo del tenis ya no lo ve como “el chico que sonríe jugando”. Lo ve como un hombre que impone respeto.

La primavera volvió a ser su época favorita. En Montecarlo y Roma, Alcaraz mostró una autoridad que recordó al mejor Nadal, pero con su propio sello: una mezcla de agresividad y frescura que desarma al rival. Pero fue en Roland Garros donde escribió su capítulo más épico. En una final interminable ante Jannik Sinner, cuando todo parecía perdido, emergió el gran jugador que es. Perdía por dos sets y aun así se negó a ceder. Luchó, resistió y acabó ganando en el quinto, tras más de cinco horas de juego. Cuando cayó al suelo y miró al cielo de París, no solo celebraba un título, celebraba el nacimiento de su propia leyenda.

Ganar también desde la madurez

El año no fue un paseo. Hubo lesiones, cansancio y dudas. El aductor, el tobillo, el calendario… nada fue fácil. Pero ahí estuvo la diferencia: Alcaraz aprendió a ganar también desde la madurez, desde el control y la paciencia. En Rotterdam conquistó su primer título indoor, demostrando que puede adaptarse a cualquier superficie. En Queen’s volvió a dominar el césped. En Cincinnati arrasó con su tenis eléctrico. Cada torneo fue una prueba superada, cada golpe, una reafirmación de su talento.

Y a pesar de ser uno de los mejores jugadores de tenis, el español no deja de impresionar también por su alegría y lo que transmite dentro y fuera de la pista. En un circuito donde la presión consume, él sigue disfrutando. Sonríe entre puntos, saluda al público, se levanta tras los tropiezos. Esa energía es contagiosa. Por eso, cuando gana, el estadio entero siente que ha ganado algo también: la esperanza de que el tenis puede ser pasión y diversión al mismo tiempo.

El número uno y algo más

2025 terminó con Carlos Alcaraz en la cima. Dos Grand Slams, ocho títulos y una pelea más que entretenida por el número uno del ranking ATP. Pero más allá de los números, lo que queda es la sensación de estar presenciando algo grande. Alcaraz no solo juega tenis, lo reinventa. Lo hace arte, espectáculo y emoción pura. El murciano ya no persigue a nadie. Ahora es él a quien todos quieren alcanzar. Y lo mejor de todo… es que su historia acaba de empezar.

Y como es normal en la historia de todo deporte, cada gran campeón necesita un contrincante a su altura. Alcaraz lo encontró en Jannik Sinner, un italiano frío, elegante y tan ambicioso como él. Durante 2025 se enfrentaron en tres finales de Grand Slam. En Wimbledon, Sinner se llevó la gloria. Pero en Nueva York, bajo las luces del Arthur Ashe, Carlos recuperó su corona. Ganó el US Open con una autoridad que estremeció al público. Alzó el trofeo, sonrió y, con esa sonrisa, recuperó el número uno del mundo. Esa rivalidad —limpia, intensa, casi cinematográfica— ha devuelto al tenis una emoción que muchos echaban de menos. Jannik Sinner y Carlos Alcaraz son el nuevo Federer y Nadal, pero con un guión que todavía se está escribiendo.

07 November 2025, Italy, Turin: Italian tennis player Jannik Sinner (in white shirt) and Spain's Carlos Alcaraz embrace after a training match on the center court of the Inalpi Arena in Turin. Photo: Marco Alpozzi/LaPresse via ZUMA Press/dpa

2026: luchar en lo más alto

El 2026 se abre ante Carlos Alcaraz como el verdadero desafío de los grandes. Ya no será el joven que irrumpe ni el campeón que sorprende, sino el hombre al que todos quieren derribar. Cada torneo será una prueba de resistencia, cada partido una batalla contra rivales que estudian cada uno de sus gestos. Pero si algo ha demostrado el murciano es que sabe evolucionar. Su tenis aún tiene margen de crecimiento, su físico parece hecho para soportar la exigencia del circuito y su cabeza, cada vez más fría, empieza a dominar los momentos límite. Si 2025 fue el año de la consagración, 2026 puede ser el de la confirmación definitiva: el curso en el que Carlos Alcaraz no solo defienda su trono, sino que empiece a construir una era.

Adiós a Juan Carlos Ferrero

Alcaraz y Ferrero iniciaron su camino juntos en agosto de 2018, cuando el murciano apenas tenía 15 años y acababa de proclamarse campeón de Europa. Siete temporadas después, esa etapa llega a su fin tras un recorrido histórico: 24 títulos conquistados, seis de Grand Slam y la cima del tenis mundial como número uno del ranking. El propio Alcaraz explicó la decisión a través de sus redes sociales con un mensaje cargado de emoción y gratitud: “Hemos conseguido llegar a la cima, y siento que, si nuestros caminos deportivos tenían que separarse, debía ser desde ahí arriba. Desde el lugar por el que siempre trabajamos y al que siempre aspiramos llegar”. El tenista español también quiso destacar el vínculo personal forjado durante estos años: “Gracias por haber hecho de sueños de niño, realidades. Empezamos este camino cuando apenas era un chaval, y durante todo este tiempo me has acompañado en un viaje increíble, dentro y fuera de la pista. Y he disfrutado muchísimo de cada paso contigo”.

Tras un periodo de reflexión, Juan Carlos Ferrero tomó la palabra para aclarar los motivos de la separación. El técnico valenciano quiso dejar claro que la decisión no estuvo marcada ni por el desgaste personal ni por una pérdida de confianza en los resultados, sino por diferencias profundas en la visión del proyecto. Durante la negociación de su renovación, ambas partes entendieron que sus caminos comenzaban a divergir y que forzar la continuidad podía perjudicar una relación construida desde la honestidad. Ferrero habló de ciclos que se cumplen y de la necesidad de saber dar un paso al lado en el momento adecuado, siempre con respeto y admiración mutua.

Samuel López, continuidad y nuevo impulso

Samuel López asume el rol de entrenador principal de Carlos Alcaraz tras la salida de Juan Carlos Ferrero, convirtiéndose en la continuidad natural de un proyecto que conoce desde sus cimientos. Alicantino de 55 años y figura clave en la Ferrero Tennis Academy desde sus inicios, López ya formaba parte del equipo del murciano y había ejercido como primer técnico en momentos puntuales, como en el Open de Australia de 2024.
Con una trayectoria contrastada como formador y responsable del crecimiento de jugadores como Pablo Carreño —con quien logró siete títulos, unas semifinales del US Open, un bronce olímpico y una Copa Davis—, Samuel representa estabilidad, confianza y cercanía. Su complicidad con Alcaraz, basada en la comunicación, la naturalidad y el disfrute en pista, apunta a una nueva etapa construida desde la continuidad más que desde la ruptura.

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