El Ejército de Tierra acaba de adjudicar un nuevo contrato de 100 nuevos Vehículos Militares Todoterrenos Tácticos (VMTT) Landtrek por 8,78 millones de euros. El pedido se engloba dentro del acuerdo marco que el Ministerio de Defensa firmó para la fabricación de 4.500 de estos todoterrenos 4x4, que no generan mucha confianza entre los militares pero que están llamados a sustituir al fallido Aníbal. 

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Aunque el contrato de suministro se ha firmado con la compañía sevillana Iturri, el nuevo VMTT es en realidad una evolución del Peugeot Landtrek, el único 4×4 real del fabricante francés, que comenzó a comercializarse en el año 2020. Se trata de una camioneta pickup mediana de doble cabina, que no se vende en España pero que, en su versión militarizada, ha sido adaptada por Iturri para cubrir las necesidades del Ejército de Tierra

Sin embargo, a pesar de llevar el emblema de Peugeot, el Landtrek es un diseño de la marca china Changan. De hecho, se puede considerar un vehículo hermano de los modelos Hunter y Lantop del fabricante asiático. 

Ese es el motivo principal por el que muchos militares no ven con buenos ojos al Landtrek. "El vehículo llega con mucha controversia por la presencia china y hay bastantes recelos, a nivel de las pequeñas unidades, de los acabados, calidades y seguridad", señalan las fuentes consultadas.

"Lo más grave es la disociación que hay entre la política OTAN respecto a productos de defensa e IT chinos y la postura española. Está por ver qué posibles consecuencias tendrá para España y sus Fuerzas Armadas el empleo de materiales de origen chino", continúan diciendo, antes de deslizar que "otra pregunta a hacerse es la razón por la que ningún fabricante presentó un producto producido 100% en la UE ahora que tanto se habla de autonomía estratégica europea".

En marzo de 2024 Iturri ganó el concurso para fabricar 4.500 vehículos militares para el Ministerio de Defensa por un importe de 217 millones de euros al tener la mejor "relación calidad precio". El acuerdo tiene una duración inicial de cuatro años, aunque se recoge la posibilidad de prorrogarlo por dos años más, en cuyo caso el importe ascendería hasta los 315 millones. La idea es fabricar todoterrenos capaces de operar tanto en combate como en labores logísticas, de adiestramiento o de instrucción.

Otras fuentes militares consideran que no es justificable que el ministerio haya priorizado un vehículo chino para las Fuerzas Armadas por razones de costes. "La soberanía tecnológica es de mayor importancia y existen medios propios capaces en España: Seat, Ford, Stellantis… al menos en Europa", apuntan. En esa línea, defienden que lo ideal sería haber creado un campeón nacional que trabajara sobre "un producto contrastado como el VAMTAC de UROVESA adaptándolo a las necesidades de los ejércitos y la Armada y creando un clúster específico para su desarrollo".

Iturri está llevando a cabo la militarización de los vehículos en España, retocando aspectos como la suspensión, la capacidad de carga o los tubos de escape, así como la protección, y añadiendo elementos como las luces de guerra. El Ejército ya maneja unas 20 unidades, que cuentan con un motor alemán, en Ceuta y Melilla, donde se han estado poniendo a prueba. Se espera que antes de finales de año estén operativas las otras 100 unidades que se acaban de firmar.

El adiós de los fallidos Aníbal

Los Landtrek han llegado para sustituir, de forma progresiva, a los Nissan Patrol y los Aníbal Santana. Fueron precisamente los segundos los que han resultado ser uno de los vehículos más problemáticos de la historia del Ejército a lo largo de las dos últimas décadas. Fuentes militares de alto nivel los recuerdan como vehículos "pésimos" que dieron "problemas de todo tipo, desde el mantenimiento a la vida útil o el coste". "Su origen fue de rentabilidad política cortoplacista para salvar la factoría Suzuki Santana", comentan.

Se refieren a la antigua fábrica automovilística situada en Linares (Jaén), conocida como Santana Motor, que produjo vehículos bajo licencia de marcas como Suzuki y Land Rover. A comienzos de los 2000, el Gobierno impulsó el desarrollo del Aníbal Santana, un todoterreno militar fabricado allí, con el objetivo de mantener la actividad industrial y el empleo en la planta, que estaba en una situación crítica.

La adjudicación del contrato para fabricar los Aníbal, por tanto, no respondió tanto a criterios técnicos o de eficiencia militar, sino a una decisión política orientada a rescatar temporalmente la factoría. El resultado fue un vehículo con múltiples fallos mecánicos y de fiabilidad, que en algunas ocasiones se trataron de arreglar con soluciones improvisadas como pegamento. Los problemas llevaron a que el Ejército destinara millones de euros anuales solo en repuestos para mantener operativa la flota mientras las quejas de los militares no dejaban de acumularse.

"El Aníbal dejó mal recuerdo por la poca fiabilidad del vehículo, que llevó a una baja disponibilidad de vehículos operativos en las unidades", subrayan las fuentes militares, que admiten que, con todo, se le dio mucho uso en carretera y circulando gran cantidad de kilómetros a pesar de haber sido concebido para la conducción todoterreno. "Quizás sufrió en un entorno para el que no fue diseñado. Pero, en todo caso, la propia elección del fabricante estuvo rodeada de polémica, y los problemas posteriores no sorprendieron a muchos", aseguran.

No obstante, las mismas voces lo justifican explicando que las unidades del Ejército de Tierra suelen adolecer de falta de vehículos para uso urbano y logístico, algo que provoca la necesidad de emplear los medios todoterreno en el día a día, lo que desgasta en exceso a los materiales diseñados para el empleo táctico. "Al margen de la poca fiabilidad del Aníbal, esta carencia de medios no tácticos aceleró la aparición de averías recurrentes", zanjan.

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