La próxima semana Vox marcará la agenda política. Santiago Abascal sabe que no hará caer al Gobierno, pero ese no es su objetivo. Lo que pretende es que se le perciba como una alternativa de poder, como el verdadero líder de la oposición.

La iniciativa ha descolocado al PP, que aún no ha decidido qué hará en la votación del 22 de octubre. Algunos de sus referentes ya han marcado posición: Aznar ha recomendado votar en contra, mientras que Esperanza Aguirre apuesta por apoyar la moción. Pero Pablo Casado aún no ha dicho lo que harán sus diputados. Todo apunta a que, finalmente, optará por la abstención, que es lo que propugna Álvarez de Toledo.

Aunque las únicas elecciones previstas a corto plazo son las catalanas, en Génova perciben que Vox se mantiene firme, incluso que en algunas regiones y ciudades sube a expensas de otras fuerzas del centro derecha.

En Vox creen firmemente en el sorpasso al PP; sus propios sondeos les dan ya 70 escaños (18 más de los que ahora tiene). Es en ese contexto en el que el partido sitúa la moción de censura contra Pedro Sánchez. "No queremos fusionarnos ni absorber al PP, queremos echar al Gobierno social comunista. Para ello, es mejor que nos presentemos por separado y después juntar meriendas", afirma un dirigente del partido.

Algunos analistas creyeron que Vox sería flor de un día y que acabaría desinflándose con el paso del tiempo. Sin embargo, el partido de Santiago Abascal ha mostrado una gran capacidad de resistencia y, según la última encuesta del CIS, se ha consolidado como tercera fuerza política, por detrás del PSOE y del PP.

En Génova creen que la mayoría de los que ahora votan a Vox volverán al redil en cuanto se den cuenta de que el PP es el único partido que puede echar a la coalición de izquierdas del Gobierno. Lo que no tienen tan claro es cómo van a conseguir seducir a aquellos que les abandonaron por considerar que el partido conservador desperdició la oportunidad que le daba su mayoría absoluta para abordar con firmeza algunos de los problemas más graves con los que se enfrenta España; fundamentalmente, el reto independentista en Cataluña.

Abascal quiere aglutinar a los votantes de derechas enfadados, con el objetivo de lograr a medio plazo el sorpasso al PP

Vox no disimula. Es una derecha sin complejos que dice lo que sus seguidores quieren escuchar, aunque para ello tenga que recurrir a la hipérbole. Como, por ejemplo, que Sánchez, en asociación con Iglesias, quiere establecer en España una dictadura bolivariana o castrista.

Mientras Casado consolida su liderazgo y duda entre encarrilar al PP en los límites de un partido de Estado, o romper todos los puentes con el PSOE, Abascal tiene claro que su objetivo es aglutinar el enfado creciente del votante de la derecha con consignas demoledoras contra la izquierda.

Con cierto desparpajo, Vox le va arrebatando la calle al PP. El 12 de octubre, Día de la Hispanidad, convocó a decenas de miles de personas en Madrid y otras ciudades. Colón es ahora sólo de Vox. Seguro que muchos de los acudieron a las concentraciones eran votantes del PP, pero fue Vox quien les dio la oportunidad de agitar las banderas y mostrar el orgullo de sentirse españoles.

En un momento de especial tensión, la moción de censura es para Abascal una oportunidad de oro para presentarse ante el votante de derechas como algo más que el líder que sólo sabe hablar de la unidad de España. Por primera vez, Abascal abordará propuestas en economía e incluso tocará la política internacional. Quiere que la derecha le visualice ya como una alternativa real, y no sólo como la muleta que necesita el PP para ganar a la izquierda.

En un clima de polarización, como el que estamos viviendo, los mensajes templados apenas se escuchan. Puede más el ruido y la confrontación. Y eso beneficia a Vox

En un clima de polarización, como el que estamos viviendo, los mensajes templados apenas se escuchan. Puede más el ruido y la confrontación. Y eso beneficia a Vox.

Esta derecha nueva y un punto provocadora trasciende al votante conservador clásico. No se ciñe a la definición que hacía Valle Inclán del marqués de Bradomín ("feo, católico y sentimental"). Vox quiere llegar a personas que probablemente nunca en su vida hubieran pensado votar a un partido de derechas. Abascal es consciente de que para lograr el deseado sorpasso tiene que rebasar los límites del barrio de Salamanca para bajar a los suburbios de las grandes ciudades. La crisis económica que ya llama a la puerta le va a brindar la ocasión de comprobar la eficacia de uno de sus eslóganes: "Los españoles, primero". Una fórmula ("American first") que a Trump le ha dado buenos resultados para ganarse el voto obrero.

El presidente Sánchez observa con alborozo la pugna entre los dos grandes partidos de la derecha. El engorde de Vox le viene de perlas no sólo porque debilita al PP, sino para justificar la necesidad de un cordón sanitario contra la extrema derecha.

El factor sentimental, que se ha convertido en pieza clave del discurso político, también juega a favor de Vox. El nacionalismo lo ha utilizado con maestría. El relato es elemental y, por tanto, fácil de asimilar y difundir. La defensa de "lo nuestro", que engloba unas tradiciones, una cultura, a veces una lengua, y siempre una bandera, frente a unos enemigos -reales o imaginarios- que quieren destruirlo, es un denominador común de todas las ideologías nacional populistas.

El vector izquierda/derecha pierde fuerza en detrimento de una confrontación menos racional: nosotros/ellos. Establecer un debate sobre esa base es más fácil porque favorece el maniqueísmo. Al final, el combate se reduce a una pugna entre "buenos" y "malos".

La moción de censura de la próxima semana aunque formalmente va contra Sánchez, a quien apunta de verdad y puede hacer más daño no es a la coalición PSOE/Podemos, sino al PP.

La próxima semana Vox marcará la agenda política. Santiago Abascal sabe que no hará caer al Gobierno, pero ese no es su objetivo. Lo que pretende es que se le perciba como una alternativa de poder, como el verdadero líder de la oposición.

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