Me complace traer a este café dominical una charla, extraordinariamente agradable, con uno de los profesionales del periodismo y de la televisión a los que más admiro: Oriol Nolis. Es de sobra conocido por el gran público por su faceta de presentador del Telediario, que le ha marcado durante muchos años. Sin embargo, hoy me apetece hablar de él por su última novela, la segunda ya en su carrera: ‘La fragilidad de todo esto’. Una auténtica lección de vida, o muchas a la vez, en la que Óscar, es decir, él mismo novelado, desnuda a partir de las semanas que pasa acompañando a su madre en la UCI de un gran hospital todos los aspectos de una vida, que había supuesto llena de certezas y que de repente se torna frágil y plagada de incertidumbres.

Oriol me confiesa que le encantaría tener tiempo para seguir escribiendo, y que es lo más complicado que ha hecho en su ya dilatada trayectoria profesional, pero el tiempo manda. Su responsabilidad es, en el momento actual, arrimar el hombro, como directivo, a mejorar la calidad de la televisión pública en España. Para ello tiene muy claro el modelo al que debe caminar RTVE: información y formación, recuperando a esa parte del público que se ha perdido por el camino, pero sin obsesionarse con las audiencias como único norte y guía.

Decía Kapuscinski: "Para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias". En estos días tan duros para esta maravillosa profesión, comienzo mi charla con Oriol, buscando la esencia de esta reflexión.

Pregunta.- Oriol, que llorera me he cogido con tu libro, ‘La fragilidad de todo esto’. Es duro, intenso, con momentos de dulzura y de serenidad, también. Es increíble la cantidad de emociones que condensas en él y te confieso que me has removido muchas cosas en mi interior. ¿Cómo nació la idea de escribirlo?

Respuesta.- Nació por la necesidad que sentí de contar algo que me pareció tan duro, porque jamás me había ocurrido nada parecido, que tenía que ponerlo en palabras. Es verdad que nace en el hospital, cuando mi madre estaba allí enferma, y desde el momento en el que alguien tiene que hacer frente a la enfermedad de un ser querido el tiempo se para y pasas muchas horas en ese hospital. Son horas en las que echas mano de recuerdos, de cosas vividas, y las recolocas tras invertir todo ese tiempo del que dispones en hacerlo.

P.- ¿Hay que ser valiente para remover tantos sentimientos? El libro parte del fallecimiento de tu madre, pero luego entras de lleno en las relaciones con tu familia, los recuerdo, los conflictos  y supongo que no es fácil.

R.- Es posible que haya que ser valiente. Yo lo hice por necesidad.

P.- ¿Ha sido este libro un ejercicio de egoísmo? ¿Una terapia algo excéntrica, no crees?

R.- No lo creo. No lo he escrito pensando en mí únicamente sino en todas las personas que están en mi vida, o lo han estado, y para las que el libro puede ser un regalo. Un regalo extensible a todas las personas también que han vivido situaciones similares a la mía y que no han sabido poner en palabras. Es cierto que hay una parte de terapia en escribir acerca de cosas que a uno le han sucedido, pero ahondar en lo más profundo de uno mismo, ese ejercicio de honestidad es el que permite que esa historia llegue de forma más directa a los lectores.

P.- Acabo de verte saltar de alegría y bailar en la carroza de TVE en 'el Orgullo', esta fiesta multitudinaria que nos gusta a la mayoría. ¿Cómo lo has vivido?

R.- Con mucha emoción porque ha sido la primera vez que he podido ir ya que me he pasado muchos años trabajando en el turno de fin de semana. Lo viví por partida doble por poder estar en la manifestación y además vivirlo desde la carroza de TVE. Muy contento por ver a tanta gente junta unida y reivindicando la diversidad y lo que significa el orgullo. Muy contento también porque TVE haya tenido este papel tan destacado y ejerciendo este compromiso con la diversidad que, como televisión pública, debemos tener, no solo con la carroza sino con la retransmisión en directo de la manifestación.

P.- ¿Por qué no había ocurrido antes? ¿Por qué se había negado RTVE a dar espacio a una de las fiestas más importantes que hay en España?

R.- Yo llevo ya muchos años en TVE y es cierto que hay que tener una sensibilidad especial para tomar una decisión de este tipo. Hasta ahora no se había dado el paso de hacer algo así. Toda la logística de organizar una carroza para el orgullo también es complicada y la persona que está al frente, María Eizaguirre, que está especializada en lograr grandes objetivos para RTVE como apoyar la candidatura de Chanel en Eurovisión, ha sido muy importante para lograr que todo llegara a buen puerto. Quizá hacía falta que llegara ella para poner en marcha algo tan necesario y a la vez tan ambicioso. Espero que desde ahora se repita cada año.

Nunca me ha gustado coger el camino fácil. Dirigir es hacer, no tanto de periodista, y sí de gestor, de bombero, de psicólogo, y de otras cosas que no sabía que podía hacer"

P.- Este último año además ha sido muy complejo y no exento de polémica, en relación con el alcalde, con el hecho de que el Ayuntamiento no haya colgado la bandera arco iris, deseada por muchos, y su propia falta de presencia en los actos principales. ¿Estamos retrocediendo en España en materia de derechos y libertades en relación con la diversidad?

R.- Hombre, en algunas cosas hemos retrocedido. El ‘bulling’ que hay en los colegios, y conozco casos cercanos de compañeras cuyos hijos lo sufren, o las agresiones que se denuncian por homofobia que están creciendo en los últimos años, certifican que estamos dando pasos atrás. A mí me gustaría que todo el mundo sintiera como propia una fiesta como el Orgullo porque reivindica algo bonito y compartido por todos como para que puedan estar gente muy diversa y de procedencia completamente distinta. Debería estar todo el mundo. Cuando yo comenzaba a ir hace veinte años a manifestaciones de este tipo en Barcelona, éramos cuatro. Ahora somos muchos porque como sociedad, mucha gente muy distinta y que vota de manera diferente hace suya esta reivindicación. Las luchas políticas en relación con este asunto deberían estar al margen y cada vez debería estar allí más gente.

P.- En ‘La fragilidad de todo esto’ hablas también de amor y desamor. ¿Qué es para ti el amor?

R.- Es pensar antes en la otra persona que en ti. Esencialmente eso. Eso lo haces cuando sabes que la otra persona está haciendo lo mismo contigo. El personaje de este libro, Óscar, habla de forma dolorosa pero también desnudando sus emociones de cuando deja a su pareja, después de once años de matrimonio, para empezar una nueva relación. ¿Cómo has vivido en tu vida estas experiencias?

R.- Lo he vivido un poco como esta película que se hizo tan famosa de ‘La peor persona del mundo’. Me he dado cuenta de que, en la literatura, en el cine y en la música, se habla mucho del desamor por parte de la persona que es ‘dejada’ y muy poco de los sentimientos que palpitan en el corazón de la persona que siente que algo se ha roto y que quiere dejar de estar con la otra persona porque ha aparecido una nueva. Está poco contado desde el punto de vista de la ficción. Y tan desgarradora puede ser una situación como otra. No hay que entrar en una competición por ver quién sufre más sino en lo difícil de gestionar que puede ser una situación para ambas personas. Yo tenía mucha necesidad de contar eso porque se lee y se ve poco, pero afecta a muchas personas.

P.- ¿Cuándo decidiste ser periodista?

R.- Cuando estaba terminando la carrera de derecho porque, aunque disfrutaba mucho con lo que estaba estudiando, me daba cuenta de que iba a ser un ámbito que no iba a satisfacer mi curiosidad voraz por todo. Por eso decidí estudiar periodismo y creo que no me equivoqué.

P.- ¿Cuántos años llevas en este mundo del periodismo?

R.- Veintitrés, veinticuatro, y en TVE dieciséis.

P.- Hazme un balance de estos años.

R.- Ha sido una profesión que me ha permitido aprender muchas más cosas de las que habría aprendido haciendo otro trabajo. Eso es lo que hace ver esta profesión, como decía García Márquez, como ‘la profesión más bonita del mundo’. Luego están las personas. Si echo la vista atrás, me he cruzado con personas maravillosas. La gente suele quedarse más con la parte pública, con el hecho de salir en televisión, pero eso me parece una parte más del trabajo. Yo me siento un privilegiado por tener una atalaya desde la que poder contar lo que está pasando.

P.- ¿Qué te gusta más, la pantalla o dirigir? En este momento estás dirigiendo RTVE en Barcelona.

R.- Es mucho más complicado dirigir. Más complicado y más ingrato. Salir por pantalla es muy agradecido. Estando detrás es más complicado tener el aplauso y el reconocimiento de la gente, es más difícil que la gente te venga a decir lo bien que lo haces o lo buen director que eres. Son funciones muy distintas, por ello me gusta lo que estoy haciendo ahora. Nunca me ha gustado coger el camino fácil. Dirigir es hacer, no tanto de periodista, y sí de gestor, de bombero, de psicólogo, y de otras cosas que no sabía que podía hacer y ahora estoy haciendo. Estoy aprendiendo mucho más sobre mí mismo y sobre la empresa. Echo de menos, es cierto, salir en pantalla. Es agradecido porque le gente te valora mucho.

P.- ¿Cómo decidiste tomarte un año sabático e irte a Chile? ¿Fue un parón en tu carrera?

Mentir no puede salir gratis porque tiene repercusiones en la opinión de los votantes, sobre todo en elecciones"

R.- Creo que es una de las mejores decisiones que he tomado en la vida. No me importaría volver a hacerlo. Vivimos a un ritmo tan frenético que no nos damos el tiempo necesario para pensar sobre algunas cosas. La única forma de hacerlo es parar unos meses y con una distancia geográfica amplia. Tendemos al ombliguismo y a pensar que lo que nos ocurre es lo más importante del mundo y cuando tomas distancia, si te lo puedes permitir, te das cuenta de muchas cosas. Yo no quería darme cuenta, el día que me muera, que he estado desarrollando sólo una parte de mi manera de ser. La vida son muchas cosas. Mucha gente me decía que fui valiente y no era una cuestión de valentía. Lo necesitaba. Yo funciono mucho por instinto y cuando siento que debo hacer algo, aunque suponga dejar de presentar el telediario, no pasa nada. Irte a la otra parte del mundo y que nadie te conozca… ¡sólo tiene ventajas! No hay que ser esclavo de una responsabilidad, de un sueldo o de un puesto, ya sea la silla del Telediario o la de director. No quiero que lo que me defina sea ser el presentador del Telediario, el director de San Cugat, el autor de un libro o el marido de no sé quién. Quiero ser yo mismo.

P.- Vivimos años complicados para el periodismo. ‘Fake news’, corruptelas, ¿Cómo ha ido cambiando esta profesión?

R.- Lo que más ha cambiado, en perjuicio de la calidad del periodismo, es la inmediatez. Tener que contar las cosas rápido va en detrimento de la calidad. Se contrasta menos y en ese juego hemos entrado todos. Nadie ha quedado al margen: radios, periódicos, redes… es cómodo porque todo el mundo lo pide, pero nadie ha puesto el freno. En mi opinión este es el cambio más grande. Es más difícil digerir todo lo que ha ocurrido ese día, jerarquizarlo… no hay tiempo para valorarlo.

P.- ¿Se puede ser hoy un buen periodista?

R.- Hoy día es mucho más difícil. Es más fácil equivocarse. Mucho más. El problema es que las equivocaciones salen gratis y no tienen consecuencias. Mentir no puede salir gratis porque tiene repercusiones en la opinión de los votantes, sobre todo en elecciones. 

P.- Esto tiene que ver mucho con el populismo, que en política y en periodismo para mí es despreciable. ¿Cuál debe ser la misión de la televisión pública?

R.- Debe ser doble. En el terreno informativo contar lo que ocurre con veracidad, rigor y honestidad, escuchando a todas las opiniones para que la gente pueda hacerse la suya propia. En el terreno de los contenidos debe velarse por la formación de la opinión pública. Debe haber entretenimiento, pero no cualquier entretenimiento. Información y formación, son los dos elementos claves. Puede haber concursos, pero el ‘hueso’, lo que debe ser irrenunciable, es lo que digo. Y algo más; autonomía suficiente en la toma de decisiones para que la gente nos perciba como independientes.

P.- Ahora que eres directivo, ¿eres libre?

R.- Hasta ahora he tomado las decisiones que he querido tomar. Por lo tanto, puedo decir que hasta ahora sí. He podido crear mi equipo y he podido tomar decisiones respecto a programas y a informativos con total libertad. Sí creo que la televisión pública debería caminar en un futuro hacia una manera de organizarse aún más independiente. Dimos pasos hacia adelante con el concurso público que culminó con el actual sistema de gobierno, pero quedan pasos. Siempre he pensado que la televisión pública debería organizarse como las universidades, con un sistema de gobierno propio y autónomo, escogido por la gente que forma parte de la televisión y con un sistema de financiación garantizado como el que tienen las universidades; al rector lo escoge la comunidad universitaria. El horizonte democrático es que el que respeta a los medios públicos como independientes del todo.

P.- ¿Estamos lejos de ello?

R.- Estamos lejos aún y es un problema de muchos países, no de las instituciones, pero deberíamos tender hacia eso. Las televisiones públicas tienen una función fiscalizadora respecto a los tres poderes, los periodistas tenemos una función fiscalizadora. Si una de nuestras funciones importantes es esa, es difícil hacerla si hay alguien que te puede poner en un puesto con facilidad e igualmente te puede quitar con la misma facilidad.

P.- Volviendo a tu mamá, que para mí es un tema también muy íntimo, ¿Cuánto influyó tu madre en tus decisiones profesionales y vitales?

R.- Mi madre era abogada y yo estudié derecho porque en parte lo había vivido en casa. Años después supe que mi madre había querido estudiar periodismo, aunque no había podido llevarlo a cabo porque entonces no existía todavía una facultad para ello. Curiosamente yo estudié derecho y luego eché marcha atrás y me decanté por el periodismo.

La televisión pública debería caminar en un futuro hacia una manera de organizarse aún más independiente. Dimos pasos con el concurso público que culminó con el actual sistema de gobierno, pero quedan pasos"

P.- ¿Tienes algún proyecto en marcha tras este libro?

R.- Me gustaría escribir otro, un tercero, un cuarto… pero me siento limitado y mientras siga desempeñando este trabajo no tengo tiempo. ¡No me da la vida para leer, imagina para escribir! Escribir requiere atención plena, muchas horas y tiempo de calidad. Yo pude terminar este libro por el año sabático que me tomé. Este libro es lo más difícil que he hecho en mi vida profesional y de lo que más orgulloso me siento.

P.- ¿Qué ambiciones tienes?

R.- Cuando tenía veinte años era muy ambicioso profesionalmente, comerme el mundo y llegar muy alto. Ahora me he relajado tanto que dejo que lo que tenga que suceder, suceda, sin irlo a buscar. No ambiciono nada profesionalmente ahora, me siento colmado. Estoy relajado en ese sentido.

P.- ¿El servicio público de una televisión pública tiene que ir ligado a la audiencia?

R.- No hay servicio público sin público, pero no debe ser el único parámetro. Hay que encontrar el punto medio.

P.- ¿Y dónde está TVE en este punto? Parece que parte del público la ha abandonado en los últimos años porque lamentablemente, las audiencias ahí están.

R.- La audiencia lleva unos años a la baja y una de las principales tareas que está llevando a cabo TVE y que tal vez sea la más importante es la de recuperar al público. Todavía hay mucha gente que la ve, pero uno de los objetivos debería ser reconectar con quienes ya no confían en TVE como primera opción.

P.- ¿Por qué los lectores deben leer ‘La fragilidad de todo esto’?

R.- Porque habla de situaciones que cualquiera va a encontrar en su vida y tal vez no sepa cómo darles respuesta. Es un libro con el que muchas personas van a empatizar y se pueden sentir muy acompañadas por lo que han vivido.