Txema Oleaga, Gran Maestro de la Gran Logia de España, llegó a la masonería guiado por la necesidad de espiritualidad. “Sentía la necesidad de trabajo interior y de buscar el perfeccionamiento propio. No lo había encontrado hasta que descubrí la masonería y la repetición de los rituales y las tenidas, el nombre técnico de nuestras reuniones”, reconoce en conversación con El Independiente. “La misma ceremonia de apertura es espectacular. De repente, todos los hermanos se encuentran profundamente concentrados en lo que van a hacer y dejan lo que llamamos los metales fuera, las preocupaciones del día”.
Oleaga admite que, en su caso, “hubo un tiempo que no quería confesárselo a nadie porque quería vivirlo como una experiencia de vida y una cosa muy hermosa”. “El hacerlo público era como perder esa especie de pequeño tesoro que lo guardas para ti mismo”.
Oleaga es una figura reconocida en las filas del Partido Socialista de Euskadi (PSE-PSOE). Abogado, fue elegido por primera vez concejal en el Ayuntamiento de Bilbao en 1999. Desde 2004 pasó a ser portavoz del grupo socialista municipal. En las elecciones locales de 2007 y 2011 fue candidato a alcalde. Presidente del Metro de Bilbao entre 2011 y 2013, hoy es senador del PSE por Vizcaya.
El político se enroló en la logia de San Sebastián en tiempos de plena actividad de ETA, cuando él -como socialista destacado- vivía con escolta. Por seguridad lo hizo en Donostia en lugar de Bilbao.
Allí, y a pesar del principio que excluye la política de los templos, Oleaga se encontró con un guardia interior que militaba en Bildu. “Era el que estaba en la puerta protegiendo que no entrara nadie. Al concluir la ceremonia, un hermano que estaba allí presente se levantó y dijo que había estado toda la tenida [reunión masónica] observando la circunstancia y que le parecía tan bonito, tan hermoso, tan indicativo que él salía ese día muy gratificado de la reunión. Nosotros no habíamos caído en la cuenta. Yo sabía quién era él y viceversa, pero los dos compartimos ese espacio. Él no estaba de acuerdo con la violencia y la rechazaba profundamente”, evoca.
Precisamente Oleaga reivindica la masonería como un ejercicio de tolerancia que las dictaduras siempre han perseguido. “Yo he vivido el fanatismo, el terrorismo en mi tierra y tengo que decirte que se extiende muy rápidamente. Cuando tú conviertes al prójimo en un objeto y lo cosificas, eso da lugar a que sea fácil atacarlo. Ahora hemos conseguido reencontrarnos”, concluye.
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