Después de la expectación levantada por las entrevistas y adelantos de sus memorias, este miércoles aparece por fin en Francia Reconciliación, un libro en el que el rey Juan Carlos, de la mano de la escritora Laurence Debray, repasa en primera persona su vida desde su nacimiento en el exilio romano de Alfonso XIII y su familia hasta su destierro en Abu Dabi.

PUBLICIDAD

La obra, dedicada a su familia –con la excepción de la reina Letizia– y a quienes le acompañaron en la Transición, se presenta como una recuperación de su "historia", que, según sostiene, siente que le han "robado". Y, en efecto, Juan Carlos se despacha a gusto. Se retrata como un rey abnegado que lo dio todo por su país. Reivindica su papel de motor del cambio político en España y lamenta la ingratitud de su país y de su hijo. Confía en que la reconciliación con Felipe VI sea posible, aunque arremeta contra su nuera, la reina Letizia. Recuerda con cariño a Franco e insiste en que él le encargó deliberadamente la apertura política. Confiesa que no ha sido un santo y no han faltado los deslices sentimentales en su vida, pero niega la mayoría de las relaciones que se le atribuyen… Mucha tela que cortar en las más de 500 páginas de Reconciliación. En España, inexplicablemente, tardará todavía un mes en publicarse.

Aunque reconoce que ha cometido "errores" y que no es "un santo", el rey emérito defiende su papel en la construcción de la democracia parlamentaria en un país al llegó con solo 10 años para ser tutelado por Franco, por el que no oculta cierta simpatía. A sus 87 años, Juan Carlos reivindica que la institución monárquica se ha construido sobre su figura: la Corona española, afirma, "reposa enteramente" en él, como recoge la Constitución. Desde esa perspectiva, recuerda una conversación con su hijo Felipe VI tras la renuncia de éste a su asignación y a su herencia: "No olvides que heredas un sistema político que yo forjé. Me puedes excluir sobre el plano personal y financiero, pero no puedes rechazar la herencia institucional sobre la que reposas. Entre los dos, solo hay un paso".

El monarca expresa el deseo de recuperar una convivencia normal con su hijo y volver a España. "Espero sobre todo, mientras viva, tener una jubilación tranquila, retomar una relación armoniosa con mi hijo y, sobre todo, regresar a España, a mi hogar", afirma. Atribuye su alejamiento a presiones políticas y lamenta no haber podido "tejer lazos privilegiados" con sus nietas Leonor y Sofía. Señala también que la incorporación de la reina Letizia a la familia real "no ayudó a la cohesión" interna.

Sofía, "mi reina"

Sobre la reina emérita, sus memorias reflejan una defensa constante de su figura: "Nada podrá borrar nunca mis profundos sentimientos hacia mi esposa Sofi, mi reina". Lamenta que no haya viajado a visitarle a Abu Dabi, algo que atribuye a la voluntad de no "enfadar a su hijo", y añade: "Hice todo lo posible, a pesar de mis torpezas, por velar por su bienestar y comodidad". Reconoce "desvíos sentimentales", aunque sostiene que "la mayor parte" de las “relaciones extraconyugales” que se le atribuyen son “totalmente ficticias”.

Refiere de forma indirecta la relación que desencadenó la crisis que marcó el final de su reinado. Sin citar a Corinna Larsen, afirma que "una relación particular" fue "hábilmente instrumentalizada", con consecuencias "duras" para su figura pública. Sobre el viaje a Botsuana en 2012, explica que estuvo invitado por Mohamed Eyad Kayali y que se desplazó allí con "un amigo, su exesposa, con quien yo había tenido una relación, y el hijo joven de esta última". Asegura que aquel episodio y la exposición posterior le produjeron la sensación de haber sido "abandonado".

Uno de los pasajes más íntimos del libro se refiere a la muerte accidental de su hermano Alfonso en 1956. "No me recuperaré de esta desgracia. La gravedad me acompañará en adelante", escribe. Recuerda que jugaban con una pistola del calibre 22, creyéndola descargada: "Se disparó un tiro al aire, la bala rebotó y alcanzó a mi hermano en plena frente. Murió en brazos de nuestro padre (...). Lo echo de menos… He perdido a un amigo, a un confidente", añade.

El 23F: “Jamás en mi vida he demostrado tanta autoridad”

El rey emérito dedica un amplio espacio a la tentativa de golpe del 23 de febrero de 1981. "Jamás en mi vida he demostrado tanta autoridad", sostiene. Relata que fue consciente de que "la historia de España se jugaba en ese momento preciso", y que ejerció su papel como jefe de las Fuerzas Armadas, designado por Franco y respetado por los mandos militares.

Como ya se ha adelantado en los días previos a la publicación del libro, Juan Carlos asegura que aquella noche hubo "no uno sino tres intentos de golpe de Estado": el del teniente coronel Tejero y el general Milans del Bosch; el del "traidor" Alfonso Armada, su preceptor, "muy doloroso en el plano personal"; y un tercer movimiento, el de sectores falangistas que buscaban restaurar un orden anterior. "Aquella noche mi obra política estaba en juego y el destino de los españoles estaba en mis manos", escribe.

El discurso de Washington

Juan Carlos I subraya el peso simbólico de su discurso de 1976 ante el Congreso de Estados Unidos: "Tenía un plan en mente y estaba dispuesto a pasar a la acción". Recuerda que allí "prometí claramente la democracia a los españoles", y que a partir de ese momento el cambio político se aceleró.

Describe la Transición durante los años siguientes como "un caballo lanzado al galope" y a él mismo como "el jinete que la controlaba para impedir que se fuera demasiado a la izquierda o demasiado a la derecha, que cayera en un obstáculo", pero "sin poder detenerla".

De aquellos años destaca el papel de Miguel Primo de Rivera –"el mismo que de joven me sacaba a la discoteca cuando estaba recluido cerca de El Escorial"–, que defendió la ley de reforma política y del que asegura que gracias a su apellido logró el apoyo de muchos legisladores franquistas. También agradece que Franco firmara en 1969 un decreto que consideraba prescritos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939: "Entendí que Franco, que estaba a punto de nombrarme sucesor, no quería hacerme cargar con el peso de dramas de la Guerra Civil". Entre otras cosas, esa circunstancia facilitó que no se detuviera al líder comunista Santiago Carrillo a su regreso clandestino a España.

El rey considera "una etapa crucial" la legalización del Partido Comunista de España (PCE), en la que asegura haber jugado un papel importante. Antes de subir al trono, entró en contacto con Santiago Carrillo gracias a Nicolau Ceaucescu, el presidente de Rumanía, donde el líder comunista español solía pasar sus vacaciones. A través de Miguel Prado y Colón de Carvajal, diplomático y amigo suyo, logró entablar contacto con el dictador comunista rumano y así garantizarse que el PCE mantendría una actitud favorable a su coronación, a cambio de la promesa de legalizar a todos los partidos políticos.

"El mismo Franco estaba seguro de que mi monarquía no podía ser falangista. Me dijo: 'Yo no puedo hacerlo, usted hará la apertura'". "Mi monarquía debía ser inclusiva, democrática, para instalarse de forma duradera en España. Sin el PCE, esta democracia no sería total", también señala.

ETA y el 11M

La lucha contra ETA aparece como el pasaje más doloroso de su reinado. La califica como "la más dura y la más dolorosa" de sus casi cuatro décadas en el trono. Relata que vivió los asesinatos de la organización como "una herida personal" y recuerda el 11 de marzo de 2004 como "la jornada más funesta" de su vida pública: “Me atormenta aún. Fue un traumatismo nacional y personal, una pesadilla de la que no salí indemne”.

El rey emérito describe su intervención para recomponer la relación entre España y Estados Unidos tras el incidente de la bandera estadounidense en 2003, cuando el entonces líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, no se levantó a su paso en el desfile del 12 de Octubre: "Pido disculpas por la actitud de Zapatero. Ha cometido un error político… Pero ello no debe dañar la relación entre los dos países", le dijo a Bush. Sostiene que gracias a aquella conversación en el rancho del presidente norteamericano, enfrió "las tensiones que se habrían agravado con toda seguridad".

También recuerda el célebre episodio del "¿por qué no te callas?" dirigido a Hugo Chávez en la Cumbre Iberoamericana de 2007, que, escribe, se convirtió pese a su voluntad en "un eslógan de resistencia política".

“Los medios hostigaron a mi hija y a su marido"

Juan Carlos dedica un extenso pasaje a la situación de su hija menor durante el caso Nóos. Afirma que Cristina "no se esperaba" que Felipe VI le retirase en 2015 el título de duquesa de Palma, una decisión adoptada "justo en los 50 años de Cristina". "Ella no se esperaba un regalo semejante de cumpleaños de parte de su hermano", escribe.

Señala que su hija "estaba dispuesta" a renunciar al título y que había enviado una carta a la Zarzuela, a través de su abogado, con ese fin. Reconoce que la causa "tiene consecuencias desgraciadas para la corona y para nuestra familia" y recuerda que, tras estallar el escándalo en 2011, Cristina y su entonces marido, Iñaki Urdangarin, se retiraron de las actividades oficiales. Relata que la reina Sofía "sufría mucho" por no poder contar con "la alegre presencia de una parte de sus nietos".

"El hostigamiento mediático fue intenso", escribe. "Los medios hostigaron a mi hija y a su marido, filtraciones judiciales sobre su vida privada fueron publicadas. Fueron difamados y nunca disfrutaron de la presunción de inocencia, todo lo contrario". Sostiene que Urdangarin confió en su socio Diego Torres "seguramente por ingenuidad y descuido".

Recuerda que Cristina fue absuelta y que Urdangarin fue condenado a 5 años y 10 meses de prisión y reitera que "la Casa Real nunca se ha inmiscuido en el proceso judicial. Es lo que repetí en mis discursos: la Justicia es la misma para todos".

Cuenta también que "ha tenido discusiones tremendas" con su hija, pero que ambos han mantenido el contacto. "Nunca me ha cortado el contacto con mis nietos, que me parecen formidables". Y expresa un remordimiento: el día de su abdicación le pidió a Cristina que no acudiera; "no era bienvenida" por la situación judicial. "Ahora que estoy recluido en Abu Dabi me pregunto si hice lo correcto. Hemos sabido dejar atrás nuestras diferencias y nuestras penas para preservar nuestra relación de padre a hija".

Froilán, la luz de su destierro

El rey emérito dedica otro largo pasaje a su nieto mayor, Felipe Juan Froilán, cuya presencia en Abu Dabi describe como "una satisfacción que ilumina el día a día". Afirma vivir su situación en Emiratos "casi como un encarcelamiento", y relata que la estancia de su nieto se convirtió en una compañía significativa.

Señala que, tras el divorcio de sus padres y "una cierta falta de autoridad paterna", Froilán llevó "una vida desvergonzada (…) de fiesta en fiesta, de discoteca en discoteca, metiéndose en peleas y con malas compañías". Explica que Felipe VI llegó a convocarlo "para sermonearle" y que él mismo le propuso mudarse con él a Abu Dabi, donde inicialmente vivió en su propia casa y luego en un estudio independiente.

"Podía ayudarle a encontrar trabajo y un apartamento", escribe. Describe una transformación abrupta: "En un día se acomodó a una vida sana y recta. Empezó a hacer deporte y régimen. Se dedicó intensamente a su trabajo. Se ocupaba de la logística de la COP28. Era el primero en llegar al despacho y el último en marcharse".

"Le acogí bajo mis alas y le di un marco estable y la oportunidad de construirse un destino. Ha tomado su impulso y su camino con total independencia". Añade detalles domésticos: le aconseja qué vestir –"en vano"– y cómo cocinar: "Hazte huevos fritos, son buenos y fáciles. No olvides poner un poco de aceite de oliva cuando calientes la sartén".

"Mi papel era antes ocuparme de los demás. Ahora es él quien se preocupa por mí. Los papeles se han cambiado. Su compañía me alegra y su amabilidad me emociona. Pese a las vicisitudes de la Corona seguimos siendo una familia".

El volumen concluye con una declaración sobre su lugar en la historia y su deseo de volver a España: se define como un "hombre que se entregó enteramente a su país" y aspira a ser "enterrado con honores" allí. "España decidirá, la Historia nos juzgará", escribe.

PUBLICIDAD