El empresario mediático Pablo Iglesias participó estos días atrás en una actividad en la Academia de Ciencias Sociales de China que sirvió para evaluar la relación entre el país asiático y la Unión Europea. Podría decirse que se ha vuelto habitual el peregrinaje a Pekín desde esta parte del mundo occidental. Siempre fue obligatorio para los convencidos de las bondades del régimen, en realidad. En los 70, eran millones los jóvenes chinos que acudían desde todo el país para observar la figura de Mao, que pasaba junto a ellos subido a un automóvil; a veces de cara y, a veces, sólo mostrando la nuca. Los asistentes solían alojarse en barracones del ejército durante los días previos. Allí se amontonaban tras viajes largos en condiciones que muchas veces eran penosas. Cada uno llevaba su propio ejemplar del Libro Rojo en la mano. Todos lo agitaban cuando pasaba a su lado el chino en jefe.
Entonces, era el único libro necesario para el buen comunista. Las brigadas estudiantiles torturaron a profesores por enseñar otras obras... o simplemente por asomarse a ellas. En el período más chiflado de la Revolución Cultural, la mujer de Mao llegó a comparar la lectura de literatura con un vicio burgués. Unos años antes, su marido había censurado el disponer de más de una camisa en el armario, dado que todo buen revolucionario debía aspirar a vivir como un buen campesino, en la máxima humildad.
A la muerte del tirano, Deng Xiaoping no tardó mucho tiempo en ser proclamado Líder Supremo y en emprender una serie de reformas económicas que alejaron a China de la doctrina maoísta. Hoy, con Xi Jinping, es un país distinto, una gran potencia mundial, que puede admirarse en algunos sentidos, pero no precisamente en el de su pudor en el respeto a las libertades y sus valores democráticos. De hecho, lo anterior, sobre la época maoísta, se describe en la monumental Cisnes Salvajes, cuya publicación no está permitida en ese país. Hay desarrollo, sí, pero también una fuerte censura.
Un discurso profundamente manipulador
Conviene recordar lo evidente porque el compañero de faena de Pablo Iglesias, de nombre Manu Levin, contertulio de Radiotelevisión Española por obra y gracia del Gobierno; y presentador ocasional del podcast La Base, realizó una curiosa intervención durante el programa que difundió Canal Red el pasado lunes, en la que exculpó a la dictadura comunista China con una falacia de campeonato. "No puedo evitar que se me escape una carcajada cuando leo que la prensa del reino de España usa la visita del representante no electo [se refiere a Felipe VI] de un país con 100.000 asesinados en fosas comunes, raperos en la cárcel por criticar al rey y donde no existe un derecho fundamental a la vivienda, para dar lecciones de democracia".
Hay que reconocer cierto arrojo a Levin para hablar de represión y fosas comunes dentro de una frase con la que pretende lavar la cara a China. Hace falta ser valiente para apelar de una forma tan desvergonzada a la ignorancia y credulidad del receptor del mensaje. La historia de los siglos XIX y XX de España incluye episodios que sólo pueden abordarse desde el riguroso luto y la compasión por las víctimas; entre ellas, las que generó la represión de los comandos falangistas que recorrieron comarcas enteras, ya controladas, para purgar a los inquietos y ejecutar las venganzas de terceros.
La dictadura que sucedió ese conflicto buscó una falsa reconciliación que en realidad implicó el otorgamiento de un trato desigual a los muertos por los dos bandos. A los combatientes y a los inocentes. Ese mismo ejercicio lo hace la izquierda extrema española por sistema, con la novedad de que, ahora, intenta salvar la cara a China –por comparación-- por el mero hecho de que se rige por un sistema político afín; y, además, por lo que parece, bastante generoso con los amigos. Ya saben: "yo iba de peregrina y me cogiste de la mano".
No pillará de sorpresa a nadie el saber que el Partido Comunista Chino ha hecho lo posible, durante décadas, por ocultar las fosas en las que se enterraron a las incontables víctimas del Gran Salto Adelante y de la posterior Revolución Cultural. Comunistas de todo el mundo atribuyen incluso este relato a una gran manipulación histórica por parte de Occidente, del mismo modo que hacen con el gulag, con los huesos que están enterrados bajo el proyecto del Canal Mar Blanco-Báltico o con la represión Jemer, que también sembró de fosas aquel territorio.
En la España democrática, no se censura el debate sobre la dictadura franquista, como debe ser. Esa libertad no existe en China, a la que Amnistía Internacional define como “el mayor verdugo del mundo” por su número anual de ejecuciones y por la falta de garantías para los detenidos, así como para quienes tienen un discurso crítico con el poder. ¿De qué intenta convencernos Canal Red? Desde luego, cada día genera más impresión su doble moral y su virtud a la hora de practicar aquello del 'dame pan y dime tonto'. Quienes hace un par de meses exhibían informes internacionales para denunciar los abusos en Gaza, ahora omiten el contenido de esas fuentes. Se los saltan. Puede llegar a resultar comprensible que, en su día, antes de saltar a la fama, en su juventud política, Pablo Iglesias trabajara para la televisión propagandística iraní. Lo que no es tan sencillo de entender, desde el punto de vista ético, al menos, es que ahora haya llegado a un acuerdo con la dictadura china para emitir su propaganda (CGTN) en su empresa.
La apertura a China
Dicho esto, tampoco hay que intentar caminar de espaldas ni negar el orden geopolítico actual. Entra dentro de lo normal que los países europeos exploren alianzas comerciales con China en un momento de esplendor económico y desarrollo tecnológico. Hay muchas cosas que ese país está haciendo bien y eso resulta atractivo ante la espiral proteccionista y populachera de Estados Unidos, también innegable. Garantizar la prosperidad en un territorio a veces implica comprar o vender a personas, entidades y países de dudosa reputación; y no hay un partido político en España que haya tocado Gobierno y esté libre de pecado.
Garantizar la prosperidad en un territorio a veces implica comprar o vender a personas, entidades y países de dudosa reputación; y no hay un partido político en España que haya tocado Gobierno y esté libre de pecado.
Pero no conviene tomar al personal por idiota. Si Pablo Iglesias incluye la propaganda china en su canal es por algo, del mismo modo que tampoco es casual que Rodríguez Zapatero frecuente tanto ese lugar del mundo y defienda de una forma tan concienzuda aquello del “sur global” contra el imperio. Tampoco es pura convicción el alineamiento atlantista de José María Aznar; o el de algún que otro exministro socialista con Mohamed VI o con Obiang. Queda claro que a Iglesias se le dan bien las rutinas de exgobernante y que su viaje a Pekín no puede desligarse de eso. Pero también es bastante evidente lo que pretende China con él; y lo que él pretende con China. El resto, es pura cháchara y manipulación.
Sea como sea, que quede escrito: hubo un día, en 2025, en el que Canal Red valoró la visita a China de Felipe VI, el primer monarca europeo en hacerlo en 7 años. Vivir para ver. Lo de Iglesias... y lo del rey. Lo más divertido es comprobar que el medio de Iglesias, tras comprobar que su viaje no había tenido eco en la prensa española, redactó un lloro para denunciarlo. ¿Tanto berrinche porque no se habló del viaje de un empresario a otro país?
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