De pie, en el Salón de Columnas del Palacio Real, Su Majestad el Rey ha apelado a la "convivencia" como eje sobre el que se sostiene la democracia. Una convivencia generadora de confianza en las instituciones que, entre otras cosas, debe estar guiada por una "especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos". Hace Felipe VI una alusión velada, pero significativa, al actual debate político, marcado por los casos de presunta corrupción que rodean al Gobierno, al PSOE y a Pedro Sánchez y su posterior judicialización.
Pero no sólo. En el que es su séptimo discurso de Navidad desde que accedió a la jefatura del Estado, en 2019, ha alertado contra el tono actual del debate público. Una "tensión" que "provoca hastío, desencanto y desafección", entre los ciudadanos. No es la primera vez que el Rey hace de este asunto el eje de su tradicional intervención. También el año pasado pidió "serenidad" ante una contienda política "en ocasiones atronadora" y no parece que doce meses después el clima político haya mejorado nada.
"Los extremismos, los radicalismos y populismos se nutren de esta falta de confianza"
Interpreta el monarca que "en este mundo convulso, donde el multilateralismo y el orden mundial están en crisis, las sociedades democráticas atraviesan, atravesamos, una inquietante crisis de confianza". Y esta realidad "afecta seriamente al ánimo de los ciudadanos y a la credibilidad de las instituciones". Así es como "los extremismos, los radicalismos y populismos se nutren de esta falta de confianza, de la desinformación, de las desigualdades, del desencanto con el presente y de las dudas sobre cómo abordar el futuro" del país.
En el que es el discurso real menos supervisado por el Gobierno, considera que el actual panorama no se resuelve "ni con retórica ni con voluntarismo", sino con la búsqueda de "objetivos que compartir". "Y la raíz de todo proyecto compartido es necesariamente la convivencia", agrega Felipe VI, que ha escogido por tercera vez el Palacio Real para su alocución navideña y no su residencia oficial, Zarzuela. Admite que esta no es la primera vez que apela a la convivencia, que entiende como "la base de nuestra vida democrática".
Apela a la Transición para no volver a otros capítulos de la historia "con consecuencias funestas"
"Quienes nos precedieron fueron capaces de construirla incluso en circunstancias difíciles, como las de hace 50 años". Por eso "no basta con recordar que nosotros ya hemos estado ahí, que ese capítulo de la historia ya lo conocemos y que tuvo consecuencias funestas", agrega recordando la dictadura franquista y el camino hacia la democracia que se abrió hace cinco décadas, pero sin hacer ninguna referencia directa ni indirecta a su padre, el rey Juan Carlos I. Y con esa herencia "nos corresponde a todos preservar la confianza en nuestra convivencia democrática. Preguntémonos, sin mirar a nadie, sin buscar responsabilidades ajenas: ¿Qué podemos hacer cada uno de nosotros para fortalecer esa convivencia? ¿Qué líneas rojas no debemos cruzar?".
"Estoy hablando de diálogo, porque las soluciones a nuestros problemas requieren del concurso, la responsabilidad y el compromiso de todos; estoy hablando de respeto en el lenguaje y de escucha de las opiniones ajenas; estoy hablando de especial ejemplaridad en el desempeño del conjunto de los poderes públicos; también de empatía; y de la necesidad de situar la dignidad del ser humano, sobre todo de los más vulnerables, en el centro de todo discurso y de toda política", explica flanqueado por las banderas de España y de la Unión Europa.
"No correr a costa de la caída del otro".
Y por si su mensaje respecto al enrarecido clima político no ha quedado lo suficientemente claro, subraya que en democracia "las ideas propias nunca pueden ser dogmas, ni las ajenas, amenazas; que avanzar consiste en dar pasos, con acuerdos y renuncias, pero en una misma dirección, no correr a costa de la caída del otro".
Pero además de las grandes reflexiones sobre el estado de ánimo del país y de los riesgos convivenciales que se corren, baja a lo concreto para apuntar los grandes problemas del día a día en unos "tiempos ciertamente exigentes". Alude en este sentido al hecho de que muchos ciudadanos "sienten que el aumento del coste de la vida limita sus opciones de progreso"; que el acceso a la vivienda "es un obstáculo para los proyectos de tantos jóvenes; que la velocidad de los avances tecnológicos "genera incertidumbre laboral" y o que los fenómenos climáticos "son un condicionante cada vez mayor y en ocasiones trágico", afirma.
En todo caso quiere despedirse con un mensaje de optimismo al mostrar su convencimiento respecto a las posibilidades de España como país, lleno, dice, de iniciativa y de talento. "Creo que el mundo necesita más que nunca de nuestra sensibilidad, de nuestra creatividad y nuestra capacidad de trabajo, de nuestro sentido de la justicia y de la equidad y de nuestra apuesta decidida por Europa, sus principios y sus valores". En definitiva, "podremos lograr nuestros objetivos, con aciertos y errores, si los emprendemos juntos; participando todos, orgullosos, de este gran proyecto de vida en común que es España".
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