A las 15.09 horas de este martes, fuentes de la dirección de Vox comunicaban el cese de Javier Ortega Smith de la Ejecutiva. Con una breve línea en referencia a una de las figuras claves en el ascenso del partido desde 2014. "Júlia Calvet sustituye en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN), como vocal número 12, a Javier Ortega Smith". Ello, después de mencionar la incorporación de la diputada catalana y portavoz nacional de Juventud al máximo órgano de decisión de Vox y exponer su biografía y su paso por la plataforma estudiantil S'ha Acabat! Una forma discreta de proceder, a las puertas de la Navidad y de menor flujo informativo en política, que asienta el rechazo total de la dirección de Vox a quien ejerció de secretario general y vicepresidente. Sin mayor referencia Ortega Smith.
A ello reaccionó en X el exdirigente, de forma sutil y ahondando en la crítica a una dirección que cree que ha defraudado a los principios fundacionales y ha adquirido las prácticas de otras formaciones. "Hoy, igual que entonces, sigo creyendo en lo mismo", escribió Ortega. En un vídeo adjunto, Abascal aseguraba que "los partidos se han convertido en instituciones poco democráticas". Vox no ha tenido ninguna palabra más con Ortega.
Un desplazamiento progresivo
Tan solo un mes y medio antes, a Ortega se le retiró la portavocía adjunta del Congreso de los Diputados para transferirla al diputado y portavoz nacional de Vivienda, Carlos Hernández Quero, una figura joven al alza dentro del partido. Entonces, se apuntó a la necesidad de dar paso a nuevos perfiles, que la cantera tuviese más visibilidad. Algo que desmintió Ortega, al asegurar que Quero ya era muy visible. Con el impulso de Calvet, Vox se reafirma en un progresivo relevo generacional. Y en que quien fuese su secretario general y vicepresidente, ya no cuenta para la primera línea del proyecto. Por formas, por perfil.
Según ha podido saber El Independiente, el descontento con Ortega Smith dentro de la cúpula de Vox era latente desde al menos 2020. Por varias salidas de tono y posiciones públicas que no gustaban en Vox. Un ejemplo de ello se da al principio de la pandemia del coronavirus, de cara al Vistalegre III de Vox, cuando Ortega acudió mostrando claros síntomas de covid -días después comunicó que se había infectado- y eso, aparentemente, provocó el contagio de otros miembros, como Abascal. No gustó en Bambú. Menos que ironizara con el asunto y en redes, los días posteriores, asegurara que sus "anticuerpos españoles" estaban luchando "contra los malditos virus chinos". El tuit se ha eliminado posteriormente.
Por otro lado, gustó menos el tensionamiento de las relaciones con algunos comités provinciales durante su última etapa como máximo responsable de Organización. Por las formas y el trato. Fue a finales de 2023 cuando se empieza a deteriorar formalmente la relación con Abascal y su primera fila. El dirigente decide medir internamente apoyos para intentar pujar por la presidencia de Vox frente a Abascal, aunque nunca lo formalizó. Los plazos cortos fijados por la dirección no dejaban margen para aunar amplios apoyos. Finalmente, Abascal ofreció a Ortega enterrar el hacha de guerra y lo incorporó como vocal hasta hoy en su dirección.
Ya entonces Ortega venía dejando claras sus discrepancias con algunas decisiones de Vox, en un momento de cerrazón y en la que el ala liberal se había purgado por completo. Solo meses atrás, en agostó, había abandonado Espinosa, y su esposa, otra de las fundadoras, estaba desplazada internamente -acabó saliendo en octubre de 2024-. Igualmente, la entrada de diversos cargos hicieron a Ortega decir en una entrevista en Europa Press que Vox no podía convertirse "en una agencia de colocación".
Pero ha sido este 2025 cuando el distanciamiento con Abascal y los suyos se ha agravado. Por denunciar falta de democracia interna con salidas como la de Juan García-Gallardo en febrero. Por cuestionar, a la vez que críticos ya fuera de Vox, el "seguidismo" a Donald Trump mientras amenazaba a España con aranceles por defender sus intereses; por mostrarse preocupado por la entrada en Patriots, el grupo europeo, y por ende, por aumentar la dependencia de Viktor Orbán, muy próximo a Vladimir Putin en plena guerra en Ucrania. Eso, alejándose del grupo de Giorgia Meloni o conviviendo en esa nueva familia con los secesionistas flamencos.
El ser "un verso libre", como reconocen desde el entorno directo de Ortega, le ha pasado factura en este tiempo. Pero en ese progresivo distanciamiento con Abascal, han pesado dos cuestiones. Por un lado, la presentación de Atenea, el think tank del exportavoz de Vox, Iván Espinosa de los Monteros, y al que Abascal se había negado a acudir definiéndolo como "sarao". "No creo que nadie se enfade por venir a abrazar a un amigo", expresó Ortega a su llegada al evento a finales de septiembre. Por el otro, el desfile militar del 12 de octubre desde la tribuna de autoridades, después de que Abascal, presente entre el público, se negase a compartir espacios con el Gobierno más allá de los plenos o las sesiones de control en el Congreso. Para marcar perfil frente al PP, en añadido. Ortega estuvo junto al resto de autoridades.
Abascal, distanciado de los valores fundacionales
Por estos últimos hechos y con Abascal enfadado con Ortega por sus desplantes, se aceleró la defenestración del exdirigente y se comenzó quitándole responsabilidades orgánicas, la retirada de esa portavocía. Ortega insistió tras ello en que el partido no puede alejarse de los principios fundacionales. Con ello, volvía a plantear una dicotomía: la idea de recuperar el Vox de antaño, el que da el salto nacional entre 2018 y 2019, y el actual, donde el peso de las decisiones la tienen Abascal y unos pocos y donde se priman los intereses internos sobre los objetivos políticos.
Lo explicó en una entrevista en El Debate posterior a su destitución parlamentaria: "No creo en las banderas de las marcas ni en los personalismos. Lo importante no son las personas ni las siglas, son los proyectos que defiendas. Vox es una herramienta que no puede ser jamás un modus vivendi de nadie". Con esta dicotomía por delante, que no hace más que ahondar en las exigencias que hacen desde fuera los críticos que han salido en este tiempo de Vox, Abascal vio avalado este fin de semana su proyecto, ese nuevo itinerario marcado por su gestión en este mandato reafirmado en 2024. Un periodo en al que la formación se le estiman los mejores resultados de su historia. Frente a esas exigencias de volver a lo de antes, Abascal puede justificar ahora el relego de Ortega, al no remar a favor de esa corriente de éxito electoral.
En Extremadura se han duplicado votos y se han pasado de 5 a 11 escaños. Con una estrategia de constante agresión al bipartidismo y de autodefinición como alternativa antisanchista. A nivel nacional, la media de encuestas sitúa a Vox por encima de los 60 escaños y como ente clave para la gobernabilidad del PP en el futuro. Con estimaciones del 16-18% de media, se rompe el techo de la formación, con poco más de 15 puntos en unas generales. Ello tras el descenso de los comicios de 2023.
El aislamiento de Ortega es total en el grupo del Congreso. Únicamente se mueve junto a diputados como Tomás Fernández, que fue su vicesecretario de Organización en Bambú hasta finales de 2022.
Renovar la imagen de Vox
En la destitución de Ortega no todo tiene que ver con lo personal. También hay un choque generacional que Abascal quiere resolver cuanto antes. Desde 2022, aunque con mayor relevancia desde finales de 2023, Vox avanza hacia un 'baby Vox'. Hacia una primera línea de personalidades jóvenes que puedan conectar con el principal granero de votos de la formación: los nuevos votantes, y los jóvenes menores de 30 años. También los que se ubican en la treintena. Que se hable de inmigración y de unidad nacional, pero también de vivienda.
Si se atiende a la actual estructura, el 40% de Vox no llega a los 40 años en la dirección. La media de edad de esos jóvenes es de 33 años: de los 38 años de Ignacio Garriga y José Ángel Antelo, el líder murciano, se pasa a los 37 de José María Figaredo, a los 35 de Rocío de Meer y a los 34 de Alejandro Nolasco y Quero. Pepa Millán tiene 30 y Júlia Calvet, 25 años. Según fuentes de la formación próximas al todavía líder en Madrid capital, "Ortega es percibido como algo anterior, que no termina de encajar con lo que ahora quiere Vox".
Esta destitución deja claro que es prácticamente imposible que Ortega vuelva a repetir en las listas de la formación próximamente. Ante la decisión de Abascal, Espinosa de los Monteros reaccionó por X lamentándolo: "Que pena todo". El que fuese vicepresidente al comienzo, Víctor Sánchez del Real, destacó que a Ortega se le conoce como el último superviviente de la "durísima y solitaria travesía del desierto". Hay hitos de Ortega, añadió "que no se pueden borra".
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