Estos días el mundo ha sido testigo de fenómenos celestes de gran espectacularidad, las auroras boreales iluminando el firmamento en latitudes inusualmente meridionales. Lejos de su belleza y espectacularidad, este fenómeno encierra un presagio preocupante, la inminente llegada de una tormenta solar de proporciones épicas.

Las auroras boreales abundantes hacen presagiar la llegada de una de las tormentas solares más intensas de los últimos tiempos. En los últimos años hemos visto auroras boreales en España, un fenómeno antes insólito.

Auroras boreales y tormenta solar

El nuevo radiotelescopio que se estrena en la Universidad de Alcalá tendrá como objetivo principal detectar dos tipos de fenómenos: eyecciones de masa coronal (CMEs) del Sol que se dirijan hacia la Tierra y la pérdida de señal en los satélites GNSS, aquellos que nos permiten utilizar el GPS y otras herramientas de navegación.

La tormenta del pasado fin de semana ya provocó algunas incidencias de este tipo: problemas de GPS, perturbaciones en la señal de Starlink y un fallo temporal en el satélite ICESat-2 de la NASA. Si bien estos fueron eventos relativamente leves, sirven como aviso de lo que podría suceder en un futuro próximo.

Nos encontramos en el umbral del máximo solar, un periodo de mayor actividad del Sol que se repite cada cierto número de años y que se caracteriza por la aparición de un gran número de manchas solares en su superficie. Sin embargo, lo que hace especial a este ciclo es la "complejidad magnética" de una mancha solar en particular, la región activa 3664.

Las mayores tormentas geomagnéticas no suelen ocurrir en el pico del ciclo solar, sino en la fase descendente. Esto se debe a que en ese momento se combinan diferentes tipos de actividad solar, aumentando las probabilidades de que se produzcan eyecciones de masa coronal de gran magnitud.

Qué va a ocurrir con las comunicaciones en La Tierra

Si bien no se puede predecir con exactitud cuándo ocurrirá una tormenta solar de proporciones históricas, los científicos coinciden en que es solo cuestión de tiempo. La tormenta del pasado fin de semana, con sus ocho eyecciones de masa coronal consecutivas, es una clara señal de lo que podría suceder en el futuro.

La intensidad de la tormenta de 1859, conocida como evento Carrington, provocó la falla de los telégrafos en todo el planeta e incluso incendios. Los astrónomos creen que la mancha solar actual podría ser tan grande como la que causó el evento Carrington, lo que significa que las consecuencias de una tormenta similar en la actualidad podrían ser devastadoras para nuestra infraestructura tecnológica, especialmente para los satélites y las redes de comunicación.

La creciente dependencia de la tecnología y la proliferación de satélites nos hacen más vulnerables a este tipo de eventos. Si bien los sistemas de predicción pueden avisar con algunas horas o incluso un día de antelación, el impacto real de una tormenta solar de gran magnitud es incierto.

La comunidad científica se encuentra en estado de alerta ante la posibilidad de una tormenta solar extrema. La puesta en marcha del nuevo radiotelescopio de la Universidad de Alcalá será un paso crucial para mejorar nuestra capacidad de predicción y preparación ante estos fenómenos.

Es necesario que gobiernos, empresas y ciudadanos tomen conciencia de la amenaza que representan las tormentas solares y se implementen medidas para mitigar sus efectos. La inversión en investigación y desarrollo de tecnologías más resistentes a este tipo de eventos, así como la creación de planes de contingencia para proteger infraestructuras críticas, son acciones fundamentales para afrontar este desafío.

Por lo tanto, el baile hipnótico de las auroras boreales no es solo un espectáculo celestial, sino también un presagio de la furia que el Sol puede desatar.