La Dirección General de Tráfico (DGT) promovió la luz V16 como el sustituto definitivo de los triángulos de emergencia, destacando su capacidad para mejorar la seguridad vial mediante geolocalización y evitar que los conductores salgan del vehículo.
Sin embargo, un defecto inesperado en su diseño está generando preocupación entre miles de usuarios, especialmente aquellos con vehículos deportivos o descapotables.
El desafío magnético: un problema de materiales
La base magnética de la luz V16, pensada para adherirse al techo de los coches, no funciona en superficies de aluminio, fibra de carbono o lonas —materiales comunes en automóviles de gama alta y descapotables—. Esto obliga a los conductores a buscar alternativas improvisadas, como colocar el dispositivo en puertas o zonas metálicas laterales, lo que reduce su visibilidad y eficacia.
La DGT no había anticipado esta limitación, pese a que afecta a un segmento significativo del parque móvil español.
Visibilidad diurna: otra asignatura pendiente
Aunque la luz V16 ofrece una señal intermitente visible a 1 km de distancia y 360 grados, usuarios reportan que su efectividad disminuye en condiciones de luminosidad intensa, niebla o lluvia. Este problema contrasta con la reflectividad de los triángulos, aún considerados más fiables de día por algunos conductores.
Además, la autonomía de la batería —garantizada para 18 meses— podría verse comprometida si el dispositivo se activa involuntariamente durante el almacenaje.
Vacío legal y soluciones urgentes
Hasta 2026, fecha en que la V16 será obligatoria, ni los triángulos ni la baliza luminosa son requisito legal en autopistas, debido a un error en la instrucción 2023/15 de la DGT.
Este vacío normativo, unido a las críticas de agentes de la Guardia Civil sobre su visibilidad en curvas cerradas, exige ajustes técnicos. Algunas marcas, como FlashLED, proponen bases adhesivas complementarias, pero la DGT aún no ha oficializado soluciones universales.
En conclusión, mientras la V16 representa un avance tecnológico, sus fallos de diseño y la falta de adaptación a distintos vehículos revelan una planificación incompleta.
La DGT enfrenta el reto de corregir estos defectos antes de 2026 para no comprometer su objetivo: reducir accidentes en carretera.
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