La prevención es la mejor arma en la lucha contra el fuego. Disponer de un estrategia real, dotada de recursos económicos y humanos, con una planificación clara en la gestión de la vegetación y la vigilancia del monte durante todo el año es fundamental para evitar desastres naturales como los ocurridos la semana pasada en Llutxent (Valencia) en el que se vieron afectados siete municipios y más de 2.600 personas, Nerva, Moguer o Almonaster en Huelva. De esta forma, cabe señalar que las políticas en la lucha y prevención favorecerán la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 15.

Según explica Greenpeace en su informe ‘Protege el bosque, protege tu casa’ las políticas y los recursos hasta el momento se centran en la extinción del fuego y no en la prevención. “Lejos de invertir en el bosque, se invierte en más recursos para luchar contra el fuego, sin tener en cuenta las causas que favorecen su propagación así como las situaciones que lo agravan: el calentamiento global y el incremento de viviendas en el monte (la interfaz urbano-forestal)”. Es por ello que desde la ONG la responsable de la campaña de incendios, Mónica Parrilla, explica que “el modelo actual de gestión de incendios basado sólo en la extinción no resuelve el problema. Se centra en las causas que originan el fuego, pero no en las que lo propagan. Es fundamental actuar en ambas causas”.

Los progresivos cambios demográficos, el abandono rural o la matorralización de los cultivos son algunas de las causas. Fotografía: Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia

Álvaro Escrig, responsable de Operaciones de las Brigadas Forestales de Divalterra, empresa pública de la Diputació de València, comenta a El Independiente que “a nivel nacional, más del 80% de los incendios tienen detrás la mano del hombre, tanto de forma intencionada (principal causa de incendio), como de forma negligente o accidental por quemas agrícolas, barbacoas, trabajos en entornos forestales y colillas, entre otras causas, pese a que cada vez más, la sociedad tiene mayor conciencia sobre los usos del entorno forestal y las medidas a tomar”.

Asimismo, Escrig explica que un incendio “también puede producirse de forma natural, como el reciente gran incendio de Llutxent, cuyo origen fue un rayo, una causa relativamente frecuente en la Comunitat Valenciana donde supone el origen de aproximadamente el 25% de los Incendios forestales”.

Las zonas quemadas tardan décadas en regenerarse dependiendo de la virulencia del incendio. Fotografía: Consorcio Provincial de Bomberos de Valencia

En esa línea también se pronuncia Greenpeace que insta a las instituciones a contar con “una planificación para evitar grandes fuegos ya que se han convertido en un problema de seguridad nacional”. Entre las causas que señala la organización está la ausencia de estos planes pero también los progresivos cambios demográficos, el abandono rural o la matorralización de los cultivos abandonados que han modificado el paisaje y, por tanto, la frecuencia e intensidad de los incendios sumadas al cambio climático”.

Según los datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación hasta el 5 de agosto se habían quemado 38.791,50 hectáreas lo que convierte al 2018 en el año con menos superficie quemada de los últimos 10 años, un 79,64% menos que la media del decenio. El incendio de Llutxent en Valencia ha sido uno de los últimos grandes incendios ocurridos en España, donde han ardido un total de 3.270 hectáreas, y la quema de la masa forestal no ha sido la única de las consecuencias. “Los incendios contribuyen al cambio climático y al efecto invernadero, y es que suponen la emisión de dióxido de carbono, teniendo otros efectos más conocidos como la pérdida de biodiversidad y degradación de hábitats, así como la erosión del suelo propiciando inundaciones o corrimientos de tierra. A todo esto hay que sumarle los efectos económicos existentes cuando el incendio se da, por ejemplo en una zona turística o en una zona residencial, además del tiempo que tarda en regenerarse el entorno, que suele ser de varias décadas”, comenta Álvaro Escrig.