En pocos días España va a vivir las dos caras de la moneda. Y es que después de la última ola de calor, que fue de récord, Meteored ha informado de que a partir de este jueves habrá que prestar atención a un nuevo "descuelgue de aire frío en el Atlántico". Algo que provocará un cambio "drástico e inminente" en el tiempo. Pero no se quedará sólo ahí.

"El viernes ese aire frío ya estará en las inmediaciones de la Península y podría desgajarse del chorro polar, generando una DANA o 'gota fría', con una evolución errática e incierta a día de hoy. De cumplirse este escenario, las lluvias y tormentas podrán ser muy intensas, localmente torrenciales en algunas zonas del país durante el fin de semana. La depresión tiene visos de ser excepcional por su profundidad y llega con un mar Mediterráneo aún muy caliente que ahora suele aumentar de forma notable el potencial de los episodios de precipitaciones", aseguraron desde Meteored.

En un contexto como este, la temperatura del mar puede jugar un papel clave. Y el Mediterráneo está que arde. De hecho, el pasado julio batió su récord de temperatura máxima registrada, que databa de 2003. Algo que contribuye a que la atmósfera se cargue de energía y de humedad. Y que se traduce en una mayor frecuencia de fenómenos extremos que, por si fuera poco, son más violentos cuando se producen.

La anomalía de temperatura del Mediterráneo

Pero más allá del récord, lo cierto es que la anomalía de temperatura del Mediterráneo ha sido generalizada este verano. "Todo el mar ha estado muy por encima de su media. No ha habido ninguna semana con temperaturas normales", explica Manuel Vargas, físico marino del Instituto Español de Oceanografía (IEO). Sin embargo, de acuerdo con el experto, la zona del Levante español ha sido la más afectada.

"En Baleares y la zona desde Murcia hasta Cataluña la media histórica en agosto estaba en torno a 26 o 27 grados. Esta vez ha estado por encima de los 29. En las costas que abarcan desde Málaga hasta el Estrecho la media suele ser más baja, en torno a los 21 o 22 grados. Pero este último mes ha estado por encima de los 26", detalla Vargas.

Lo cierto es que, según investigaciones del propio IEO, el Mediterráneo se está calentando a más velocidad que otros mares. Si seguimos a este ritmo la zona cercana al Estrecho aumentará su temperatura a una velocidad de 2 grados por siglo. En cambio, en la zona levantina, catalana y balear, la subida podría ser de hasta 4 grados en 100 años.

Sin embargo, esa subida de temperaturas no se ha producido siempre a la misma velocidad. "En la primera mitad del siglo XX no se ven cambios importantes. A partir de 1946 va subiendo claramente, aunque a una velocidad de menos de un grado por siglo. Y en los años 90 es cuando se produce un gran cambio en la pendiente de la curva, porque el ritmo se acelera hasta un aumento de 2,3 y 4 grados por siglo", resume Vargas.

A nivel científico parece claro que todo esto se está produciendo por el cambio climático. Lo explica Vargas: "Las emisiones de gases de efecto invernadero son, de forma natural, positivas para el planeta, porque si no estaríamos a una temperatura de entre 15 y 18 grados bajo cero. El problema es que nosotros estamos alterando esto artificialmente, emitiendo más gases. Esto provoca que el calor del Sol, que debería de rebotar de vuelta al Espacio, se quede retenido en nuestra atmósfera. Y una vez está aquí casi el 90% va directamente a los mares. La razón de esto es que el agua necesita mucho más calor para calentarse".

Otros problemas del calentamiento del mar

La subida de temperatura del agua que baña el planeta trae consigo varias cosas más. La principal, asegura Vargas, es que el nivel del mar sube a causa del deshielo, sobre todo de los grandes bloques que hay en zonas de tierra firme como Groenlandia o la Antártida. Y no sólo eso. Además de haber más agua líquida, el calor provoca que ésta se dilate y ocupe un volumen más grande. Así que vamos perdiendo progresivamente metros de costa.

¿Qué posibilidad hay de enfriar los mares? "Tenemos que llegar a neutralidad de carbono. Las emisiones tienen que ser cero. Y aún así, el cambio climático seguirá. Aunque de otra forma", afirma Vargas. La razón es que la atmósfera y el océano tienen una inercia muy grande, así que no podrían pararse de golpe.

Esto se traduce en que, incluso en el caso en que llegáramos a un nivel cero de emisiones, los efectos positivos tardarían en verse. Aún así, es un esfuerzo que merece la pena llevar a cabo. Porque el pico máximo de temperatura será más bajo y llegará antes.