Desde la costa israelí de Haifa hasta las aguas de Baleares, una nueva geografía marina se está fraguando. El culpable, advierten los expertos, no es un solo factor, sino un cóctel explosivo. El cambio climático, la ampliación del Canal de Suez y el comercio internacional agitan sin pausa un mar que se calienta dos veces más rápido que los océanos del planeta. Las consecuencias son ya perceptibles a simple vista: peces tropicales donde antes dominaban especies autóctonas, algas asiáticas que han desplazado a la posidonia oceánica y playas que deben ser clausuradas por medusas gigantes. El Mediterráneo está dejando de ser el que era.

"Te metes al agua en ciertas zonas de Grecia o Turquía y se asemeja a la luna. No hay vegetación, sólo rocas peladas", explica a El Independiente Emma Cebrián, jefa del departamento de Ecología Marina del Centro de Estudios Avanzados de Blanes-CSIC. "La primera vez que me sumergí en algunas zonas del litoral turco, salí a la superficie y le dije a mi compañero: 'Esto parece la luna'. No quedaba ni una alga, nada. Un completo desierto", evoca.

El alga Codium parvulum en Haifa (Israel) | Aharon Flexer

Una metamorfosis sin precedentes

Bella Galil, conservadora emérita del Museo Steinhardt de Historia Natural de Israel, tiene algunas de las claves de esta deforestación marina. “Dos especies de pez conejo, Siganus rivulatus y S. luridus, entraron en el Mediterráneo a través del canal de Suez y se registraron por primera vez en la costa sur del Levante en 1924 y 1955, respectivamente. Estos peces herbívoros, que viven en bancos, forman poblaciones prósperas, donde abundan millones de ejemplares jóvenes que pastan en los afloramientos rocosos, alimentándose de la relativamente abundante capa de algas que se forma a principios del verano. Los sigánidos constituyen un tercio de la biomasa de peces en los hábitats rocosos de Israel, el 80 % de la abundancia de peces herbívoros en las zonas costeras poco profundas del Líbano, el 83-95 % de la biomasa de peces herbívoros en las costas mediterráneas de Turquía, y han sustituido a los peces herbívoros autóctonos. Su dieta ha tenido un impacto significativo en la estructura de la comunidad de algas: al alimentarse de forma selectiva, los sigánidos han casi extirpado algunas de sus algas favoritas a nivel local”, relata Galil.

Su dieta ha provocado la conversión del lecho en “tierras baldías”, con “una disminución drástica de la complejidad, la biodiversidad y la biomasa del hábitat biogénico”. “Un estudio realizado a lo largo de mil kilómetros de costas griegas y turcas reveló que, en las regiones con abundancia de sigánidos, las algas del dosel eran un 65 % menos abundantes y la riqueza de especies un 40 %”. El tsunami, sin embargo, está lejos de ser cuantificado. Salvo contadas excepciones, subraya Galil, “no existen datos sólidos sobre el impacto de las especies exóticas invasoras en el Mediterráneo”. “La falta de estudios se confunde a menudo con la ausencia de impacto”, lamenta.

Medusa Rhopilema nomadica | Shevy Rothman

Las especies exóticas no compensan la pérdida de las funciones ecológicas de las especies nativas

Sin embargo, los casos documentados reflejan una transformación profunda del ecosistema. El declive no resulta exclusivo de los peces. En las costas españolas, los mayores depredadores son las algas marinas exóticas invasoras. El caso más significativo es el de Rugulopteryx okamurae, un alga de origen japonés introducida accidentalmente en la laguna de Thau, en Francia, con la importación de semillas de ostras del Pacífico noroccidental. Además de a travñes del país vecino, también se introdujo desde el estrecho de Gibraltar. “Empezó ahí y se ha extendido hasta Almería y Cataluña. En el último año se han detectado dos o tres zonas más. El problema de Rugulopteryx es que tiene impactos económicos muy grandes en las zonas que ha invadido. Crece muchísimo. Colmata las redes de pesca; hay muchos arribazones de esta alga en las playas, lo que conlleva muchos gastos a nivel institucional y de los municipios para limpiarlas”, agrega.

En 2015 se retiraron más de 5.000 toneladas de las playas de Ceuta y desde entonces se ha extendido en la zona submareal rocosa hasta una profundidad de 40 metros, con una cobertura del 90 % entre 10 y 20 metros. Ha desplazado a especies autóctonas, incluidas algunas raras y protegidas. “Hay especies de macroalgas como Sargassum muticum, Halimeda o Siphonophora que ya se han detectado en Baleares, aunque por ahora están muy localizadas”, alerta. Otra de las algas que se ha propagado velozmente es el Codium parvulum, originaria del mar Rojo y el océano Índico. Se observó por primera vez en 2004 en Israel y posteriormente se registró en todo el Levante. Forma grandes acumulaciones a lo largo de las costas.

Los moluscos tampoco escapan a esta revolución ecológica. Según Galil, “los conjuntos actuales son funcional y taxonómicamente más pobres. Las especies exóticas no compensan la pérdida de las funciones ecológicas de las especies nativas”.

El pez globo

Es una especie invasora del océano Índico que ha aparecido en el Mediterráneo en las dos últimas décadas. Su expansión está siendo veloz. El pez es muy tóxico. Un bocado puede ser mortal. "Hay una especie de pez globo llamada pez sapo de mejillas plateadas que es extremadamente tóxica. Ya ha matado a varias personas en el Mediterráneo. Se está extendiendo como la pólvora. Y tiene una toxina muy importante, potente y poderosa. De hecho, es tan tóxica que ni siquiera en Japón la utilizan para el fugu, que es como el caviar, un plato emblemático y un símbolo de estatus", señala Alan Deidun.

Una “auténtica autopista”

El Canal de Suez, la hendidura marítima de 193,3 kilómetros que conecta el Mediterráneo con el Rojo inaugurada en 1869, acometió una ampliación en 2015 que ha multiplicado los efectos para el ecosistema Mediterránero. Por la vía circula entre el 9 y el 10 por ciento del tráfico mundial. El megaproyecto, ejecutado en el tiempo récord de 12 meses, supuso la construcción de una hendidura paralela a lo largo de 35 kilómetros y el incremento de la profundidad de un tramo de 37 kilómetros. La obra de ingeniería buscaba reducir el tiempo de tránsito de los navíos -de las 18 a las 11 horas- y multiplicar así la capacidad del canal.

La nueva extensión ha increment​ado ese factor de autopista biológica. “Con cada dragado, el volumen de agua y organismos que fluye desde el mar Rojo aumenta. Junto con el agua, millones de larvas, huevos y especies enteras llegan sin control”, precisa Galil. “El Canal de Suez es como una autopista. O sea, no te llega una. Te llegan continuamente”, añade Cebrián. “El impacto es brutal, pero en esa zona del Mediterráneo se mezclan otros factores. Es un cóctel en el que intervienen las altas temperaturas y ser la zona más vulnerable al cambio climático. Aparte, a nivel de calidad de las aguas, mientras aquí se trabaja con una normativa europea para mantener o mejorar la calidad de las aguas, en Turquía, el Líbano o Egipto no es igual. Hay zonas de Turquía que yo no reconozco como si fueran del Mediterráneo”.

Las cifras se han disparado. Tenemos alrededor de 100 especies exóticas registradas en nuestras aguas. Y el número sigue aumentando

El transporte marítimo, la acuicultura y hasta la liberación de especies desde acuarios privados contribuyen a este cambio. Alan Deidun, biólogo marino de la Universidad de Malta y coordinador de la campaña Spot the Alien, observa la transformación desde el centro del Mare Nostrum. “Cada dos días recibimos reportes de nuevas capturas de especies invasoras. En lo que va de 2025 ya hemos registrado tres especies nuevas en aguas maltesas, entre ellas un pez globo o un pez lagarto. Es una progresión imparable. Hasta cinco nuevas especies se van sumando cada año a nuestro registro”, afirma en declaraciones a este diario. “Las cifras se han disparado. Tenemos alrededor de 100 especies exóticas registradas en nuestras aguas. Y el número sigue aumentando. Como estamos en medio del Mediterráneo, la mitad de los recién llegados provienen del este a través del Canal de Suez, que provienen de aguas tropicales como el Mar Rojo, el Océano Índico y el Océano Pacífico. Pero la mitad de ellos provienen del océano Atlántico”, detalla.

“Las atlánticas nos llegan por el estrecho de Gibraltar. A nivel técnico no son alien [como se denomina a las especies exóticas invasoras], porque no cruzaron por intervención humana, pero los efectos ecológicos son similares”, advierte Deidun. Según un estudio reciente, una especie invasora tarda de media 4 años en propagarse desde su primera detección a una segunda región, y unos 22 en alcanzar el Mediterráneo cenatral desde Suez. “Pero eso es una media. Algunas especies como el cangrejo azul o el pez globo Lagocephalus sceleratus avanzan mucho más rápido”, puntualiza Galil.

Dos Mediterráneos, entre Francia y Turquía

En la primera fotografía, lecho marino en la reserva Natural de Scandola en Córcega. La segunda, en Turquía.

Ecología alterada, economía amenazada

El cangrejo azul ha colonizado desde Grecia y Turquía hasta el Ebro. En el Mar Menor daña las artes de pesca, compite con especies de alto valor como el camarón de roca o el langostino rayado. En el delta del Po ha coincidido con el colapso de especies económicamente relevantes y una fuerte caída de la producción de Ruditapes philippinarum”, advierte Galil. El camarón marrón Penaeus aztecus, procedente del Atlántico, ya ha llegado a España. Su introducción podría haber sido ilegal. “Se está pescando comercialmente en Turquía, Egipto e Italia, y podría estar desplazando a especies autóctonas como Penaeus kerathurus, que ha desaparecido del golfo de Tarento”, señala.

Plotosus lineatus | Shevy Rothman

Algunas especies no solo dañan la biodiversidad o la economía, sino que representan un riesgo sanitario. El Lagocephalus sceleratus, una especie de pez globo, contiene una potente neurotoxina. “Se han registrado muertes en el este del Mediterráneo y su carne no es segura ni siquiera para el fugu japonés. Ya ha llegado a España”, afirma Galil. Se suman medusas como Rhopilema nomadica, que provocan hospitalizaciones por quemaduras. “Las especies exóticas invasoras pueden pertenecer a cualquier grupo taxonómico, desde los peces hasta las algas. Y son un problema. La medusa nómada, que es blanquecina del tamaño de un balón de fútbol, florece en lugares como Israel.  Cierra las playas y paraliza las centrales eléctricas porque obstruye la entrada de agua de refrigeración”, asevera Deidun.

“La propagación de especies exóticas invasoras es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad en todo el mundo. Se estima que hay alrededor de 37.000 especies exóticas, de las cuales aproximadamente el 10 % son invasoras. El Mediterráneo es una de las zonas más invadidas del mundo. Las especies más invasoras y peligrosas son, por ejemplo, el pez león, el cangrejo azul y la almeja de Manila”, reconoce el investigador maltés. “El pez león está provocando una disminución de la biodiversidad de los peces en los sitios de buceo y en las áreas marinas protegidas. Y también causa muchas lesiones a los pescadores y a la pesca. Algunas de estas especies invasoras son tóxicas. El pez león pica, pero se puede comer. Otras son venenosas y no se pueden comer. Un ejemplo es una especie de pez globo llamada pez sapo de mejillas plateadas, que es extremadamente tóxico. Y se está extendiendo como la pólvora”.

Especies invasoras

De arriba y de izquierda a derecha, pez león; el Lagocephalus sceleratus (pez sapo de mejillas plateadas); el wahoo, en un mercado de Misrata (Libia); y el Fistularia (pez corneta)./ Fotografías: Campaña Spot the Alien.

Ciencia sin armas

“La velocidad del fenómeno supera la capacidad de respuesta científica. Apenas tenemos estudios experimentales. La mayoría de la investigación sigue siendo descriptiva. Sabemos cuántas especies han llegado, pero no cómo interactúan con las nativas”, subraya Galil. “Todo depende de la salud de nuestros ecosistemas. Si están bien estructurados, con buena cobertura de herbívoros y alta biodiversidad, tienen más capacidad de resistir. Pero no sabemos quiénes serán los ganadores o los perdedores”, confirma Cebrián.

De momento, Deidun admite que las invasoras son duras competidoras. “Son especies oportunistas. Son muy buenas competidoras y consiguen desplazar a las autóctonas y ocupar su lugar. Así que las superan y se alimentan. Cuando abrimos el estómago de algunos de estos peces invasores, por ejemplo, encontramos muchas especies autóctonas en su interior. Tienen un gran impacto socioeconómico y en el hábitat. Algunas de ellas cambian el hábitat porque, si afectan a la posidonia, por ejemplo, que es una especie de alga marina endémica del Mediterráneo y una de las más importantes de esta zona”.

Las soluciones apuntan a varios frentes. El primero: la prevención. “En sistemas marinos, la erradicación rara vez funciona. Lo más eficaz es evitar que lleguen”, afirma Galil. "El Convenio sobre la Diversidad Biológica propone tres etapas sucesivas en su gestión: prevención, erradicación si la prevención fracasa y control si las dos etapas anteriores no son posibles". Regular la acuicultura, reforzar el control del agua de lastre y restringir el comercio de especies ornamentales son medidas urgentes que proponen los expertos.

"Otra vía importante de introducción marina es el transporte marítimo (agua de lastre y bioincrustaciones). La introducción de especies exóticas invasoras continúa sin cesar catorce años después de la adopción del Convenio sobre el control del agua de lastre. El Convenio entró en vigor en septiembre de 2017, y para el 7 de septiembre de 2024 todos los buques debían instalar un sistema aprobado de tratamiento del agua de lastre capaz de reducir la posibilidad de que se transfirieran organismos vivos, pero la aplicación es inconsistente y difícil", recalca la israelí.

Plotosus lineatus | Shevy Rothman

Este problema solo va a empeorar. No va a desaparecer. Tenemos que aprender a gestionarlo

También se está promoviendo el consumo de especies invasoras comestibles. “En el Caribe, el pez león se ha convertido en un manjar. En EE.UU. hacen joyas con sus espinas. Esa podría ser una vía: convertir al invasor en recurso”, sugiere Deidun. Pero la estrategia más ambiciosa se debería plantear en el mismo epicentro: el Canal de Suez. “Es la vía más importante de introducción en el Mediterráneo. La continua ampliación del canal, la eliminación o reducción de las barreras físicas anteriores y el calentamiento del Mediterráneo contribuyen al aumento del número de nuevas introducciones exitosas. Ante la falta de voluntad política de Egipto y de las partes firmantes del Convenio de Barcelona para adoptar medidas de gestión (por ejemplo, la creación de una barrera de salinidad o el establecimiento de esclusas para reducir el movimiento de las corrientes) que restrinjan la invasión, no hay mucho que se pueda hacer para evitar las introducciones", opina Galil.

El Mediterráneo se halla en un punto de inflexión. Sus aguas, antaño templadas y ricas en biodiversidad, están mutando en un laboratorio a cielo abierto de transformaciones ecológicas. La ciencia aún no alcanza a predecir las consecuencias totales, pero las evidencias se acumulan. “El paisaje submarino ha cambiado. La diversidad está cayendo. Y lo que está por venir podría ser aún más radical”, advierte Cebrián. “Este problema solo va a empeorar. No va a desaparecer. El mar se calienta cada vez más y el canal no se va a cerrar, porque es esencial para el comercio marítimo mundial. Es algo que tenemos que aprender a gestionar", concluye Deidun.