El fuego se ha convertido en el protagonista del verano. Era esperado, como siempre, y se esperaba una temporada intensa, pero nadie aventuró la peor oleada de incendios de este siglo. De los 37 grandes incendios forestales (GIF, por definición mayores de 500 hectáreas) declarados desde enero hasta ayer, 21 de ellos se han producido durante la ola de calor de agosto y 30 desde el 1 de julio.
Grecia, Portugal e Italia, viven situaciones parecidas o las han vivido recientemente. Oleadas de incendios que desbordan la capacidad de los medios de extinción. España llevaba tiempo sin vivir una situación que le ha obligado a pedir ayuda a otros gobiernos, como otras veces medios de extinción españoles han ayudado a países como Túnez, Grecia y, por supuesto, Portugal.
Es el precio de vivir en el Mediterráneo. “Es lo que tiene, el Mediterráneo es eso. El mes en el que estamos se llama agosto porque todo se agosta, se seca. Lo que sea es una bendición para ir a la playa y que se llene de turistas el país, pero para el monte no”, reflexiona José Ramón González, vocal del Colegio de Ingenieros Forestales. Contra esta presencia natural del fuego en nuestro entorno, la opinión es unánime: España siempre ha disfrutado de un muy buen sistema de extinción de incendios, de hecho el 67% de ellos se quedan en conato. Así se llaman los que no llegan a quemar ni una hectárea.
“El problema lo tenemos cuando el fuego se hace más grande, cuando empiezan a estar por encima de las 500 hectáreas de superficie quemada; empiezan a ser ya incendios muy difíciles de controlar y de apagar, porque cada vez más, además, influidos por las condiciones meteorológicas externas y por la situación de los montes en España, son más intensos, más virulentos, más rápidos y más dañinos”, asegura Mónica Colmena del programa de bosques de WWF España.
Desde el punto de vista de la extinción, el vocal de Colegio de Ingeniero Forestales destaca la cooperación técnica entre administraciones: “Hoy en día las comunidades autónomas colaboran entre ellas de una manera insólita, se apoyan unas a otras, ya no solamente es la administración central la que apoya a las comunidades autónomas, sino entre ellas cooperan y están trabajando conjuntamente. Hay una frontera irrestricta en Portugal de 30 km donde el dispositivo español puede entrar a colaborar o en Portugal y los portugueses exactamente igual, es decir, hoy en día las fronteras en ese sentido la cooperación técnica es muy alta”. Otra cosa es que tenga que luchar contra 21 grandes incendios desde el día 8 de agosto.
Trabajo inestable y mal pagado
La precariedad de los brigadistas en España es uno de los males endémicos del sistema de extinción que lleva años sin abordarse. Los brigadistas de comunidades y del Estado tienen un trabajo duro, mal pagado e inestable. "Imagínate un chaval que cuando empezó con 20 años a trabajar en estas cosas, lleva acumuladas siete u ocho campañas, un montón de incendios, un montón de experiencia, se va porque solo trabaja seis meses al año y busca estabilidad. Lo que haces es que descapitalizas esa unidad desde el punto de vista de la experiencia. Entonces estás siempre empezando, siempre con gente que no es veterana de guerra", afirma Ferrán Dalmau, ingeniero Forestal.
La experta de WWF insiste en que el verdadero foco debe ponerse en la prevención, “porque el incendio va a estar siempre ahí, escenario de incendios cero no va a haber nunca. El fuego es un elemento del bosque mediterráneo y eso va a estar ahí”. Al fuego se le combate antes del verano. “Los incendios forestales lo que no se hace hasta el mes de mayo, lo que no se ha programado, lo que no se ha establecido los protocolos, el operativo que no se ha puesto en marcha o no, una vez que fuego está activo, ya no se puede improvisar”, coincide José Ramón González. “Ahora mismo solo se puede agradecer infinitamente y decir que estamos con ellos a todos los pilotos, los mecánicos de medios aéreos, brigadistas, bomberos... Son los que están ayudando, los que pueden conseguir que en vez de que se quemen 20.000 hectáreas se quemen solamente 10.000”, añade González.
¿Dónde pone el acento la administración? Las administraciones se centran en la extinción y menos en la prevención. Según establece la Constitución, las responsables del cuidado de los montes y las masas forestales, al margen de los medios que ponga el Estado para su uso en todo el territorio nacional. Con la llegada de la crisis de 2009 el presupuesto global de las administraciones se ha desbarajustado.
“Ahora mismo hay un desequilibrio muy grande entre lo que se dedica a extinción y lo que se dedica a prevención”, afirma Mónica Colmena. “En los últimos 13 años el presupuesto ha caído de la parte que se dedica a prevención, que era, por ejemplo, en 2009, de 364 millones de euros, ha caído en 2022 a 176 millones de euros. Mientras tanto, la inversión en extinción se ha ido manteniendo prácticamente intacta, que es en torno a los 417 millones anuales. Esto significa que el foco sigue puesto en apagar, no en evitar que el fuego alcance dimensiones incontrolables”, añade.
A este problema se suma la falta de transparencia en los datos de inversión pública, que hacen difícil tener datos fiables: “Muchas veces las comunidades incluyen como que están invirtiendo en prevención actividades que son realmente de apoyo a la extinción. Por ejemplo están metiendo en el saco de la prevención actuaciones en pistas cortafuego, reparación de pistas, puntos de agua; eso es apoyo a la extinción, no prevención realmente. La prevención real es la que modifica el paisaje para que un incendio no pueda propagarse con rapidez ni intensidad”.
Se necesita unidad de criterio a la hora de definir prevención, porque muchas instituciones son dadas a trampear las realidades. Los expertos reclaman mediciones estandarizadas, tras, transparentes e independientes. “Tenemos pendiente de aprobación un real decreto sobre criterios comunes de los planes anuales para prevención, vigilancia y extinción de incendios forestales. Establecer criterios comunes y coherentes para todas las comunidades autónomas, incluir un análisis detallado y zonificación priorizando zonas de alto riesgo, identificación de zonas de interfaz urbano forestal, puntos estratégicos de gestión y todo ello con presupuesto, cronograma, indicadores y sistema de seguimiento”, afirma la ingeniera forestal Mónica Parrilla Greenpeace.
Sobre la prevención hay que poner cabeza y análisis de los técnicos, porque como asegura el vocal del Colegio de Ingenieros Forestales, es imposible limpiar todos los bosques de España. Unos bosques que han perdido usos del campo y de la ganadería que inciden en una mayor acumulación de combustible en el campo, como apuntan todos los expertos.
Todo el dinero que quiere Trump que nos gastemos en armamento nos hace falta para protegernos de un enemigo que ya está aquí, que es el cambio climático
Desde la perspectiva de la eficacia y el coste, la comparación es contundente: “Apagar una hectárea cuesta de media 19.000 euros, mientras que prevenirlas es mucho más barato. Solo los incendios que han arrasado cerca ya de las 100.000 hectáreas hasta hoy suponen un coste estimado de 1.881 millones de euros. Nosotros tenemos la regla de que por cada euro que inviertes en prevención te vas a ahorrar 100 euros que vas a tener que dedicar a la extinción”, afirma la ecologista de WWF.
Según los cálculos de Greenpeace, una inversión de 1.000 millones de euros al año en prevención de incendios en España podría suponer un ahorro de 99.000 millones de euros en la extinción. De acuerdo con la ONG, esta cantidad permitiría gestionar y salvar 9,9 millones de hectáreas, una superficie similar a la de Portugal o a casi una quinta parte de España.
Terroristas medioambientales
Con el fuego se propagan con mucha facilidad los bulos y los lugares comunes en las redes sociales y en los medios de comunicación. La definición que se usa estos días es la de decir que los culpables son terroristas medioambientales. Un calentamiento del lenguaje al que se han aferrado estos días desde políticos a tuiteros con alcance social destacable que escuchan que un incendio ha sido intencionado.
Los datos dimensionan la realidad tal y como recuerda la ingeniera forestal de Greenpeace: “El 95% de los incendios son de causa humana y dentro de ahí hay que ver que hay un aumento brutal de accidentes y negligencia, en un 69% para el periodo 2019–2023, según datos de la memoria de la Fiscalía de Medio Ambiente, con un 24% de intencionado. Cuando se habla de intencionado, estamos hablando de una persona que quema para gestionar un ecosistema, por ejemplo, quemas para rastrojos, quemas para ampliación de pasto. El intencionado se percibe por parte de la sociedad y medios de comunicación como ganas de hacer daño y para eso tendríamos que irnos a las estadísticas del decenio que nos marcan que un 7% es de pirómanos”. explica.
El mayor gestor que tiene España en este momento desde el punto de vista del suelo forestal es el incendio
Una visión que ratifica Mónica Colmena: “Cuando pasan estas cosas no podemos centrarnos en los pirómanos, en lo de siempre, de que esto es inevitable porque siempre hay gente que prende en el monte. O sea, realmente cuando hablamos de pirómanos hablamos de un 7%. Pirómano al final es una persona que tiene una enfermedad que disfruta viendo quemar el monte, es un 7%. Pero es que desde ese 53% de intencionados hay mucha problemática del medio rural que habría que mirar para ver por qué están pasando estas cosas y ponerle remedio”, añade.
Remitirse a que los fuegos los causa terroristas medioambientales es una cuñadez de los políticos que ya hemos abordado antes este periódico, si bien deja titulares llamativos y tuits redondos de indignación, no centran en la raíz del problema que está, según los expertos, en los presupuestos que destinamos contra los incendios y en una cultura del fuego en el entorno rural que no es consciente que su ecosistema no responde igual al fuego porque el clima es otro a las quemas tradicionales agrícolas del medio rural.
El cambio climático, el culpable habitual
El cambio climático no es el causante directo de los incendios, tampoco de las DANAs y otros fenómenos extremos, pero pone las canciones para que haya más incendios y sean más virulentos. Las evidencias científicas son contundentes, el clima sigue cambiando y poniendo condiciones más favorables para los incendios. Más sequías, más olas de calor más largas y con más temperaturas y hasta más tormentas secas que causan más rayos. Como contamos a comienzo del verano en España ya convivimos con los incendios de futuro, los incendios de sexta generación, y estos son los que nos trae, cada vez con más fuerza y frecuencia, un clima cambiante.
Si no se hace nada frente a esta situación, si no nos adaptamos y preparamos estamos dejando vía libre al fuego. “El mayor gestor que tiene España en este momento desde el punto de vista del suelo forestal es el incendio”, afirma Ferrán Dalmau, ingeniero Forestal y director de la empresa MediXXI. Tenemos que contestar a la pregunta: ¿Queremos que siga siendo el incendio el mayor gestor forestal del país o queremos liderar nosotros un proceso de cambio de vegetación que va asociado a ese cambio al cambio climático?”
Dalmau espera que lo vivido estos días en España sirva de aviso. La conclusión es clara y compartida: “Yo espero que esto sirva como golpe que nos... Hay un concepto que gastamos en emergencias que se llama situational awareness, la conciencia situacional. Necesitamos una dosis extra fuerte de conciencia situacional. Ser conscientes de en qué situación estamos. La gente tiene que entender que el cambio climático no es una religión en la que tú puedas creer o no creer. No es un acto de fe. El cambio climático es un hecho, es un hecho acreditado científicamente”.
Todos los expertos coinciden en que los presupuestos, en especial en prevención, son la mejor herramienta contra el fuego. Dalmau va más allá, considera que “nos hace falta un plan Marshall de gestión forestal a escala estatal que implique a todas las administraciones del Estado, las comunidades autónomas y, muy importante, los municipios. Todo el dinero que queremos gastarnos en armamento nos hace más falta en gestión del territorio”. asegura. “Todo el dinero que quiere Trump que nos gastemos en armamento nos hace falta para protegernos de un enemigo que ya está aquí, que es el cambio climático”. concluye.
El fuego pasará y superada la enésima bronca política nosotros los periodistas estaremos ocupados con otro de nuestros fuegos de la actualidad. La hora del balance llegará y no habrá cámaras apuntado. Se harán nuevos presupuestos, nacionales y locales y el verano que viene veremos. Quizá haya suerte y no haya oleada como la de 2025, pero a lo mejor es el siguiente año. ¿Habrá terroristas medioambientales? ¿Estarán mejor pagados los brigadistas? ¿Se habrá aprendido que se necesita más prevención? La única certeza es que las condiciones climáticas serán peores. Nuestros políticos, también pueden serlo, especialmente si no creen que cada año hace más calor.
Te puede interesar