Un nuevo estudio internacional liderado por la Universidad de Washington alerta sobre el impacto que el aumento de la temperatura marina puede tener sobre uno de los microorganismos más abundantes y fundamentales del planeta: Prochlorococcus. Esta diminuta cianobacteria, presente en más del 75% de las aguas superficiales del océano, es crucial para la red alimentaria marina y responsable de cerca del 5% de la fotosíntesis global.
Los resultados, publicados en la revista Nature Microbiology, revelan que Prochlorococcus prospera únicamente en aguas con temperaturas comprendidas entre 19 y 30 ºC (66 a 86 ºF). Los investigadores han comprobado que, por encima de este umbral, la división celular disminuye drásticamente -hasta un 70% menos respecto a las temperaturas óptimas-, lo que reduce la abundancia de estos microbios.
“El límite de tolerancia al calor de Prochlorococcus es mucho más bajo de lo que creíamos”, afirma François Ribalet, profesor asociado e investigador principal del estudio. Tradicionalmente se pensaba que este microorganismo se adaptaría bien a los océanos cada vez más cálidos, pero los datos de la última década, obtenidos tras analizar 800.000 millones de células en mar abierto, demuestran lo contrario.

En el estudio miden el impacto de las proyecciones climáticas previstas para las próximas décadas, en la que muchas regiones tropicales y subtropicales del planeta podrían ver mermadas sus poblaciones de Prochlorococcus hasta un 51% si no se limitan las emisiones de gases de efecto invernadero. A nivel global, el descenso podría alcanzar el 37%.
La investigación también advierte de las posibles consecuencias en cascada: Prochlorococcus es el principal sustento para numerosos animales marinos pequeños, soportando así el resto de la cadena alimenticia hasta los grandes mamíferos marinos. En caso de declive, otra cianobacteria más grande —Synechococcus— podría ocupar su nicho, pero la incógnita es si los ecosistemas oceánicos se adaptarán igual de bien a este cambio.
“Si Synechococcus toma el relevo, no está claro que el resto de organismos puedan interactuar con él igual que han hecho con Prochlorococcus durante millones de años”, subraya Ribalet.
Aunque los autores reconocen limitaciones —no han podido muestrear todos los tipos de agua ni descartar la existencia de cepas especialmente resistentes al calor—, este estudio es una llamada de atención sobre la vulnerabilidad de los mares frente al cambio climático.
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