En Roland Garros 2025, después de vencer este jueves en semifinales a la vigente campeona Iga Świątek, Aryna Sabalenka ha consolidado su posición como una de las principales figuras del circuito femenino. Su potencia descomunal, regularidad en tierra batida y espíritu competitivo hacen destacar a la bielorrusa en un momento de madurez personal y profesional marcado por las cicatrices de un año especialmente duro fuera de las pistas.
Sabalenka nació el 5 de mayo de 1998 en Minsk, en una familia donde el deporte era una forma de vida. Su padre, Sergey Sabalenka, fue jugador de hockey profesional y la animó a empuñar una raqueta a los seis años. Ese inicio marcó una carrera construida a base de fuerza, determinación y una intensidad emocional que aún se percibe en cada gesto sobre la pista.
Quienes la conocen la describen como una persona directa, intensa y leal. Su frase de cabecera –"Soy quien soy, y si no te gusta, mala suerte"– resume no solo su actitud ante la vida, sino también su modo de relacionarse con el deporte y con la exposición pública. Sabalenka no busca agradar, ni ser un personaje amable. Busca ganar, resistir, sobrevivir.
Un lance trágico: la muerte de su novio
En un circuito a menudo poblado de personalidades contenidas y discursos programados, la bielorrusa ha sabido construir una identidad propia sin necesidad de grandes gestos ni polémicas. Prefiere la autenticidad –a veces brusca, otras vulnerable– a la corrección impostada. Tras la muerte de su pareja, el exjugador de hockey Konstantin Koltsov, en 2024, Sabalenka optó por el silencio. No dio explicaciones ni buscó consuelo público. Siguió compitiendo. Ganó. Perdió. Y volvió a entrenar.
Su círculo íntimo es reducido y hermético. Entre sus apoyos constantes destaca la española Paula Badosa, con quien mantiene una amistad cercana. En redes, Sabalenka aparece más a menudo abrazada a su perro que posando en galas: le gustan los animales, la música, la moda discreta y las rutinas domésticas. Nada que pueda distraerla del objetivo.
Sobre la pista, Sabalenka es una combinación de potencia e instinto. Su saque, uno de los más imponentes del circuito femenino, y su capacidad para atacar con decisión desde ambos lados la han convertido en una habitual del top 5 mundial. Pero es su capacidad mental lo que más ha evolucionado en los últimos años: ha aprendido a no derrumbarse tras un error, a sostenerse en los partidos largos, a gestionar la presión. La rabia que antes la desbordaba ahora es energía canalizada.
Pocas deportistas representan con tanta claridad la idea de resiliencia. Sabalenka no ha tenido una carrera lineal ni una vida fácil. Pero es precisamente en esa combinación de talento crudo y experiencia vivida donde se explica su carácter: una atleta que no necesita caer bien para ser querida, ni explicar su dolor para que se note. En Roland Garros, una vez más, juega como vive: sin concesiones.
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