"Ojalá, ojalá", repite María del Monte con voz fatigada mientras se abre paso entre maletas en la estación del AVE de Sevilla. Se refiere al juicio pendiente contra su sobrino, Antonio Tejado, procesado por su presunta implicación en el asalto violento que sufrió en su vivienda en verano de 2023; a su deseo de que pase rápido. Pero prefiere no añadir nada más: "No soy quién para opinar de eso. Lo que tuve que decir, lo dije donde tenía que decirlo". No quiere entrar en valoraciones, ni del recurso que ha presentado su sobrino ni del relato judicial que lo sitúa como autor intelectual del robo, en el marco de una organización criminal. "No tengo idea de nada, porque prefiero defenderme un poquito", zanja.
A finales de mayo se conoció el auto del juez. por el que se procesaba a Tejado, acusándole de coordinar el asalto a la casa de su tía, donde ella y su pareja fueron atadas, amordazadas y amenazadas con un arma blanca. El escrito era especialmente duro: además del joven sevillano, otros diez implicados se enfrentan a cargos por robo con violencia en casa habitada, detención ilegal, lesiones y pertenencia a organización criminal. En conjunto, podrían enfrentarse a penas de más de cinco años de prisión. El abogado de Tejado, Fernando Velo, ha recurrido el auto insistiendo en que su cliente es inocente y que "todas las pruebas son circunstanciales".
Silencio sobre Pantoja
Al margen de este truculento caso y sus ramificaciones mediáticas y familiares, María del Monte ha sido preguntada en la estación del AVE por otra vieja conocida, Isabel Pantoja –cuyo llanto en el Rocío ha ocupado portadas tras su reencuentro con la Virgen–. La cantante andaluza se ha cerrado en banda. "No tengo nada que decirte", ha repetido, palabra por palabra. Ni una referencia a los años en que ambas compartían confidencias, procesión y micrófonos en la aldea de Almonte. Ni un gesto de consuelo público ante la imagen desbordada de Pantoja.
Si algo caracteriza la respuesta de María del Monte en estos días es su contención: ha elegido expresarse solo donde debe hacerlo –ante el juez– y guardar silencio sobre lo demás. Entre el dolor íntimo y la atención mediática, prefiere no prestarse al circo. Su "ojalá, ojalá" suena sobre todo al deseo de cerrar una etapa.
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