Waleed Saleh (1951) nació en un Iraq que ya no existe. Ninguna de sus familiares usaba velo, ni sus vecinas, ni la mayoría de sus compañeras en la Universidad cuando se mudó de Mandali, un pequeño pueblo en la frontera con Irán, a la gran Bagdad. "Eran mujeres modernas, con ropa occidentalizada. Cuando yo era joven las mezquitas estaban prácticamente vacías", rememora.

"Me llevé una sorpresa tremenda cuando fui a visitar a mi familia en Turquía tras la caída del régimen y vi que las chicas jóvenes llevaban pañuelos. Eso nunca había pasado en mi familia. Sus madres no lo llevan, porque son de tiempos anteriores y nunca lo han llevado, pero sus hijas sí. Esa involución es culpa del islam político, que está haciendo mucho daño en muchos países y que tiene muchísimos defensores y admiradores en Occidente", critica Waleed Saleh sobre la transformación del país tras el dominio de Saddam Hussein y la irrupción de los Estados Unidos.

Doctor en Estudios Árabes e Islámicos y profesor honorífico en la Universidad Autónoma de Madrid, licenciado en Filología Árabe por la Universidad de Bagdad y en Filología Hispánica por la Universidad de Valencia, Saleh acaba de publicar con la editorial El Paseo el ensayo 'Feminismo e islam. Una ecuación imposible'.

P.- ¿Las mujeres viven peor hoy en Iraq que hace 70 años?

R.- Mucho peor, sin ninguna duda. Y la invasión norteamericana de 2003 fue un golpe mortal también para las minorías. La inmensa mayoría de los cristianos tuvieron que marcharse. Había casi un 10% de población cristiana en Iraq y la inmensa mayoría ahora está en Canadá, en Estados Unidos y en Europa. La influencia de Irán y de Arabia Saudí ha sido mortal para las libertades de las mujeres y para las minorías. El cambio es evidente y la pérdida de derechos y libertades también.

P.- El libro recoge multitud de textos del Corán, de la Sunna y de estudiosos islámicos que hacen referencia a la inferioridad de la mujer respecto al hombre. Una de las críticas que se hace desde el feminismo islámico es que esos textos están descontextualizados, mal traducidos o manipulados. Usted que es traductor jurado, ¿qué responde?

R.- Son argumentos absolutamente faltos de fundamento y de veracidad. Las personas que dicen esto parten de dos posiciones. Una es el desconocimiento del Corán, de la vida del Profeta, de su biografía... Yo en el libro apenas digo nada de mi cosecha, me remito a las fuentes más importantes del islam, el Corán, la Sunna, la historia del islam y sus grandes estudiosos. Hablar del islam, el cristianismo o cualquier religión sin volver a las fuentes fundamentales da discursos vacíos y alejados de la realidad. La otra postura es la manipulación. Algunos, pocos, saben lo que hay pero les interesa este discurso del feminismo islámico porque vende muchísimo en Occidente. Es una tendencia, como si fuera la vara mágica para solucionar el problema de las mujeres en el islam y el mundo árabe. Y es falso: hay un refrán en árabe que dice 'escapas del calor y te refugias en el fuego'. Es absurdo. La libertad de las mujeres hay que buscarla en otras ideologías.

El feminismo es un movimiento laico, liberal y universal. Es universal, no podemos poner adjetivos ni etiquetas. Aquí feminismo islámico, en otro lugar feminismo negro, en otro feminismo cristiano... Es como la democracia, es indivisible. La democracia en Europa, en Japón, en China o en Pakistán debe ser la misma. Si alguien empieza a decir que su democracia tiene que ser diferente, entonces se daña la democracia, se daña la sociedad. También encuentran otro argumento en el relativismo cultural. Como la cultura no puede ser única para toda la humanidad, incluidas la democracia y el feminismo, se refugian en argumentos absurdos como los del relativismo cultural. Y a través de ello se justifican cosas injustificables.

P.- En el epílogo del libro, Lidia Falcón relata cuando ella va a la III Conferencia de la Mujer en Nairobi en 1985, trata de sacar adelante una ponencia contra la mutilación genital y se encuentra una reacción "enormemente hostil" de otras delegaciones que la tachan de colonialista cultural. ¿El miedo a las etiquetas ha hecho daño a la mujer en el mundo árabe?

No todos los musulmanes son como los talibán o como el Estado Islámico, pero ellos conocen bien los textos fundacionales y se basan en ellos

R.- Sin ninguna duda. No valen medias soluciones. Hay que solucionar el problema de base. Como sigamos agarrados a la tradición, a los libros fundacionales, no vamos a hacer absolutamente nada. Encontraremos pequeñas soluciones que no van al problema grave que sufren las mujeres en los países árabes y musulmanes. Desde las leyes, los códigos de familia, lo que tiene que ver con el divorcio, el matrimonio, las herencias, el valor del testimonio de las mujeres, su presencia pública... Lo abarca todo.

No todos los musulmanes son como los talibán o como el Estado Islámico, pero ellos conocen bien los textos fundacionales y se basan en ellos. ¿Cómo vamos a admitir estas soluciones a medias que no aportan gran cosa a las mujeres que están sufriendo? En Occidente hay violencia contra las mujeres, pero es incomparable con lo que pasa en los países de mayoría musulmana. Una ministra de los asuntos de la mujer en Irak, entrevistada, declaró que los hombres están en un grado superior porque así lo dice el Corán y que pedía permiso todas las mañanas a su marido para salir de casa. Esa es la realidad tan penosa y las libertades que entienden algunos gracias al relativismo cultural. Todo esto no tiene nada que ver con el relativismo cultural, tiene que ver con el machismo y con la discriminación de la mujer en su relación con el hombre.

P.- Hace mucho hincapié en el caso de Irán, y cómo entre el Irán de los ayatolás y el antiimperialismo, parte de la sociedad occidental se alineó con los ayatolás.

R.- Sí, y también los propios países árabes. Porque venía a ser una revolución popular en contra de una dictadura y de un sistema imperialista porque Estados Unidos manejaba al Sha. Pero cuando vieron las verdaderas caras de Jomeini y sus seguidores se dieron cuenta del error terrible que habían cometido. Miles de opositores -entre 5.000 y 30.000, según las fuentes- fueron ejecutados por orden del Jomeini tan admirado por algunas personas y que permitía que un hombre se casase incluso con una lactante y usase su cuerpo, excepto para la penetración. El Partido Comunista iraní estuvo a favor de la revolución simplemente porque estaban en contra del Sha, pero después lo pagaron carísimo, con sus vidas, con su sangre. Hay ideologías izquierdistas que estuvieron con la revolución iraní en un primer momento que tuvieron que salir y luchar contra ella.

P.- Otras veces la mano occidental, y pone el ejemplo de la intervención de Estados Unidos en Irak, también provoca cambios negativos. ¿Cuál debería ser el rol de Occidente para ayudar en esta situación?

R.- Occidente puede hacer muchísimo. Obama fue a El Cairo y pidió a Mubarak que los Hermanos Musulmanes, que fueron vetados en Egipto durante muchos años, fueran a la reunión y estuvieran en primera fila. Tiene que ver con el islam político. Lo que pasa es consecuencia de ellos. El feminismo islámico es hijo legítimo del islam político, que ha traído muchos males a los países de mayoría musulmana. Y el mundo occidental les ha apoyado y les ha ayudado. Veremos pronto acuerdos con Irán y cómo todo se olvida. Los intereses estratégicos y económicos priman y que las mujeres pierdan derechos o las minorías sean masacradas son asuntos secundarios que no importan. Occidente puede hacer mucho vetando a sistemas políticos, no comerciando con tecnología o con armas, con la condición de que cambien su política hacia las mujeres, las minorías, las libertades o la democracia. Cuando eso pase veremos cómo se ven obligados.

P.- Esta misma semana Joe Biden ha visitado Arabia Saudí

R.- Arabia Saudí ha sido el hijo predilecto de los Estados Unidos siempre, pese a ser un sistema medieval en el cual las mujeres hasta hace un año y medio no podían ni conducir. Y nadie ha sido capaz de ponerle freno porque es un país rico, que compra mucho armamento a Occidente, a España también, y todo esto pone otros intereses por delante.

P.- Habla mucho también de la reislamización de las sociedades árabes. ¿Ese proceso nace de la élite dirigente o necesariamente tiene que estar apoyado por una sociedad que lo respalde?

Cuando las mujeres de Irán viajan fuera del país, nada más despegar el avión la inmensa mayoría se quita el hiyab

R.- Las sociedades tienen poco que decir porque no son sistemas democráticos. Cuando las mujeres de Irán viajan fuera del país, nada más despegar el avión la inmensa mayoría se quita el hiyab. Desde hace cuatro años los miércoles hay mujeres que van a la plaza pública, se quitan el pañuelo, le dan vueltas con un palo y la gente les aplaude, pero luego son detenidas. Las sociedades no están a gusto con todo esto, pero es verdad que hay un sector social al que se ha manipulado de una forma terrible que piensa que es la única manera de conseguir objetivos.

Por ejemplo Rachid Ghanuchi (líder del partido islámico tunecino Ennahda) estuvo exiliado 20 años en Londres. Era opositor al sistema. Cuando cambia en 2011 Ghanuchi vuelve y es recibido por decenas de miles de seguidores. En el aeropuerto dice que no presentará un candidato a la presidencia del país, que no va a prohibir el consumo de bebidas alcohólicas porque quiere seguir siendo un país turístico, ni el bikini en las playas. Cuando hay elecciones, presenta un candidato, consigue 89 escaños, es primera fuerza y hace todo lo contrario de lo que prometió. Al final ha ido perdiendo votos en las siguientes elecciones (69 en 2014, 52 en 2019). Las sociedades a veces ponen esperanza en algunos líderes, pero cuando ven su ideología verdadera ya no los apoyan.

P.- Muchas voces del feminismo islámico o el islam político hablan, escriben y publican desde Europa y Estados Unidos.

R.- En las universidades en Francia, en Estados Unidos o aquí en España hay muchas voces, consideradas de izquierdas, que es todavía más grave, muy críticas con el cristianismo o con el judaísmo pero muy complacientes con el islam. Llama la atención. Es un logro para algunos partidos políticos traer a una mujer con hiyab para representar a una determinada comunidad. No piensan en el origen, de dónde viene el hiyab, qué significa. Para ellos significa multiculturalidad, ser liberal, ser abierto, pero si supieran lo que significa desde luego no lo admitirían. Yo no estoy en contra de que una mujer lo lleve, pero si es por propia voluntad. La inmensa mayoría lo hacen por presión social o familiar. Yo vengo de esta sociedad y lo conozco perfectamente. Dicen que es un signo de identidad, mentira. Si se juntan ocho o diez mujeres de la familia en casa, ninguna lleva pañuelo. Si viene un hombre ajeno a la familia, todas se lo ponen. ¿Ya no es un signo de identidad? ¿Por qué no se lo ponen cuando están solas? ¿Por qué los hombres no tienen que llevar un signo de identidad, sólo a las mujeres les toca?

P.- ¿Cuál debería ser la postura de gobiernos europeos respecto al uso de hiyab en los colegios, o del burkini en las playas?

R.- El problema del hiyab o del burkini no está solamente en Francia y Europa, también en los propios países árabes y musulmanes. En Turquía, Ataturk prohibió el hiyab en las universidades, en las oficinas, en el Parlamento o en los lugares públicos. Se lo quitaban a la puerta y se lo ponían al salir. Yo no defiendo la prohibición, eso son palabras mayores que pueden traer consecuencias complicadas. Pero debe haber una normativa a nivel europeo y común a todas las religiones y creencias. A mi no me gusta el hiyab, además no es sano ni física ni psicológicamente, pero estoy a favor de que haya una normativa especialmente para menores. A veces encuentras una niña de 5 años con hiyab y para mí eso es un delito tremendo, imperdonable. En Malasia he visto a una niña de un año y medio en el carrito con su padre y con el hiyab. Eso no puede ser.

P.- ¿Cuál es la inmersión del islam político, por ejemplo, en las mezquitas europeas? ¿Hay un control adecuado sobre su financiación?

R.- En Europa hubo durante mucho tiempo un descontrol muy grande porque Arabia Saudí, Qatar o Marruecos mandaban a sus imames y muchos no eran demócratas ni mucho menos. Pero sobre todo después de los atentados del 11-S y el 11-M hay más control, y debería haber más control. Igual que no se admite una ideología fascista o el nazismo, no deberíamos admitir tampoco ningún tipo de discurso que provoque el odio o llame al rechazo al otro.