El ataque lanzado por Israel contra instalaciones militares y nucleares en territorio iraní ha terminado de romper un relato sostenido durante décadas en Oriente Medio: la guerra hasta ahora más o menos encubierta, en las zonas grises, entre Teherán y Tel Aviv ha dado paso a un conflicto abierto, directo y con consecuencias imprevisibles. A última hora de este viernes la República Islámica respondió lanzando alrededor de un centenar de misiles en dos salvas, la mayoría interceptados, pero que sembraron el pánico en Israel. El balance provisional es un muerto y decenas de heridos.

En Israel se calificó de un golpe quirúrgico, planeado con el máximo sigilo, en la tradición del Mossad y las Fuerzas de Defensa israelíes. La operación, según los detalles que se han ido filtrando, tuvo como objetivo central neutralizar capacidades clave del programa nuclear iraní.

Las imágenes satelitales publicadas en las últimas horas dan cuenta de la magnitud del ataque: hangares destruidos, cráteres junto a instalaciones altamente sensibles, y un reguero de muertes entre altos mandos del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica. Entre los altos cargos iraníes asesinados se encuentran el comandante en jefe del Guardia Revolucionaria, Hossein Salami; el jefe del Estado Mayor del Ejército iraní, Mohammad Bagheri; Gholam Ali Rashid, comandante del cuartel general de Khatam-al Anbiya; los científicos nucleares Fereidoun Abbasi y Mohammad Mehdi Tehranchi, mientras que Ali Shamkhani, asesor principal del líder supremo, resultó gravemente herido.

"Es fácil iniciar una guerra, pero difícil terminarla"

Para Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson, el resultado de la agresión israelí “aumentará aún más las tensiones”. “Ya sabemos que es fácil iniciar una guerra, pero muy difícil terminarla”. Hassan advierte que Estados Unidos y otros actores podrían mantenerse al margen en esta fase inicial, pero que la escalada generará ansiedad en todo el mundo árabe. “Israel tiene realmente la sartén por el mango, pero es muy difícil saber cómo acabará todo esto. Provocará un aumento de los precios del petróleo, pero además, en la siguiente fase, podría perturbar las rutas marítimas del mar Rojo. Y creará una mayor inestabilidad en la región, que todavía está lidiando con la guerra en Gaza, con la caída de Assad en Siria, con el futuro de Siria, que es muy incierto, y con un Líbano muy inestable. No sabemos cómo reaccionarán los grupos pro iraníes en Irak”, agrega en declaraciones a El Independiente.

Aunque Washington ha insistido en que no participó en la operación, ha defendido “el derecho a defenderse” de Israel, el país que inició las hostilidades en plenas negociaciones de Irán con Estados Unidos. James Gelvin, profesor de Historia Moderna de Oriente Próximo de la Universidad de California, recuerda que ya en 1981, con el bombardeo de Osirak, Israel marcó una línea roja: no permitir que sus enemigos desarrollen armas nucleares. “Los israelíes bombardearon entonces el reactor Osirak de Irak, que era la principal instalación del programa nuclear iraquí”, rememora. La llamada Doctrina Begin sigue vigente. “El primer ministro ha dicho que el objetivo era ‘dar marcha atrás’ al programa nuclear. La expresión es ambigua, pero el mensaje está claro”, apunta Gelvin.

El problema de Irán es que, en los últimos dos años, su capacidad para responder a las acciones de Israel se ha visto enormemente reducida

A su juicio, la réplica que Teherán comenzó a ejecutar ayer viernes es, de momento, “débil”. “El problema de Irán es que, en los últimos dos años, su capacidad para responder a las acciones de Israel se ha visto enormemente reducida: sus aliados, Hamás y Hizbulá, han perdido poder, al igual que las defensas iraníes. Esto deja a Irán en una posición muy desfavorable”, admite.

El análisis más crudo lo aporta Sina Toosi, miembro del Center for International Policy: “Israel podría estar intentando provocar una respuesta iraní que arrastre a Estados Unidos al conflicto, con el objetivo final de provocar el colapso del régimen de Teherán”. Una hipótesis que no resulta improbable si se tiene en cuenta que la campaña militar israelí parece seguir un patrón: asesinar líderes militares, destruir infraestructuras claves, desorganizar las cadenas de mando.

Escalada regional y golpe al comercio mundial

La situación es tan volátil que ni siquiera los principales aliados de Israel pueden prever el alcance del conflicto. Estados Unidos, aún sin desplegar tropas, podría verse atrapado en un ciclo de apoyo logístico, inteligencia y cobertura diplomática permanente. Toosi advierte de que ese coste llega en un momento inoportuno: mientras Ucrania exige cada vez más recursos, otras potencias emergentes, como China, podrían aprovechar para ampliar su influencia. “Taiwán podría convertirse en el próximo punto álgido”, dice Toosi.

La respuesta iraní es aún contenida. Un centenar de drones lanzados contra Israel no han producido daños significativos. Pero como apunta Joost Hiltermann, de Crisis Group, «el riesgo de escalada existe sin duda, especialmente si hay víctimas civiles masivas o si Irán ataca objetivos en el Golfo». Esa posibilidad no es remota: los precedentes de los hutíes contra instalaciones saudíes y barcos en el mar Rojo anticipan una región que podría arder de Yemen a Líbano, de Irak al estrecho de Ormuz. A primera hora de este sábado un alto funcionario iraní amenazó con bombardear “bases regionales de cualquier país que defienda a Israel”.

Israel podría terminar empujando a Irán a militarizar su programa nuclear y lanzarse a la carrera por la bomba

Una táctica contraproducente

“La campaña israelí es de gran alcance y sofisticación, y tiene como objetivo tanto instalaciones clave como personal iraní. Es posible que aún nos encontremos en las primeras fases de una operación prolongada que sigue ampliándose, lo que perturba la capacidad de Irán para formular o ejecutar una respuesta”, señala a este diario Ali Vaez, director del Irán Project del Crisis Group. “La capacidad de disuasión de Irán se vio gravemente mermada el año pasado. Los ataques de Israel en octubre demostraron que podía penetrar en los objetivos más sensibles de Irán y que la capacidad de represalia de Irán a través de Hizbulá quedaría inutilizada. El presidente Trump está utilizando estos ataques y la amenaza de nuevas medidas más contundentes para disuadir a Irán de dar una respuesta importante contra Israel o los intereses estadounidenses en la región y llegar a un acuerdo”, apunta.

Para Toosi, este ataque marca el comienzo de un conflicto prolongado, “con potencial para escalar hacia una guerra regional”. Las consecuencias son de amplio espectro: militares, diplomáticas, energéticas y geoestratégicas. El Golfo Pérsico, donde transita casi un tercio del petróleo mundial, se convierte en un objetivo vulnerable. Y la guerra, al extenderse a rutas marítimas, amenaza también el comercio global.

Para Israel, el riesgo es doble. Por un lado, una represalia contundente podría alcanzar su corazón territorial, con víctimas civiles, daños a infraestructuras críticas y una opinión pública que ya arrastra la extenuación de más de veinte meses de guerra en Gaza. Por otro, la estrategia de “decapitar” al aparato de seguridad iraní podría resultar en un efecto inverso: cohesión interna, radicalización y carrera nuclear. Toosi lo advierte sin tapujos: “Israel podría terminar empujando a Irán a militarizar su programa nuclear y lanzarse a la carrera por la bomba”. Vaez lo secunda: “En lugar de provocar concesiones por parte de Irán, también podría llevar a Teherán a redoblar su apuesta. Una de las preocupaciones que suscita el ataque a las instalaciones nucleares es que los reveses podrían llevar a Irán a reconstituir sus operaciones con un esfuerzo aún más decidido por obtener una fuerza de disuasión nuclear”.

En lugar de provocar concesiones por parte de Irán, también podría llevar a Teherán a redoblar su apuesta

Esa posibilidad cambiaría radicalmente el equilibrio de poder regional. Como ya se vio con Corea del Norte, la adquisición de armamento nuclear transforma las lógicas del enfrentamiento. El equilibrio del terror sustituye a la diplomacia. La disuasión reemplaza a la contención. Y la proliferación nuclear se vuelve una tentación peligrosa para otros actores regionales, desde Arabia Saudí hasta Turquía. Algunos estados árabes, como recuerda Gelvin, podrían incluso ver con buenos ojos la pérdida de capacidad nuclear de Irán. Para ellos, el verdadero conflicto regional es con Teherán, no con Israel.

Peligroso ciclo de represalias

Pero el futuro inmediato se decidirá en las próximas semanas. La pregunta ya no es si Irán responderá, sino cuándo y cómo. El contexto interno iraní es delicado: las purgas tras las protestas de 2022, la muerte de Raisi, la lucha por la sucesión del líder supremo, todo contribuye a una atmósfera de incertidumbre. Pero también de nacionalismo herido, que es un combustible para redoblar la apuesta militar. “El descarado ataque de Israel contra Irán marca el comienzo de lo que podría convertirse en una guerra regional catastrófica. Se produce pocos días antes de la sexta ronda de negociaciones nucleares entre Estados Unidos e Irán, después de que ambas partes intercambiaran propuestas. Trump ha dicho que quiere un acuerdo y ha advertido públicamente a Israel que no ataque. Ahora ya da igual si se trataba de una estratagema estratégica o de una verdadera moderación. Se ha cruzado el rubicón”, subraya Toosi.

El ataque inicial de Israel ha puesto de manifiesto las fortalezas que ha perfeccionado durante décadas: operaciones basadas en la inteligencia, asesinatos selectivos y poderío aéreo. Los informes indican que muchos generales de alto rango del IRGC han muerto, junto con ataques contra instalaciones militares y nucleares y zonas residenciales, que probablemente se han cobrado decenas de vidas civiles, entre ellas las de científicos nucleares. Pero más allá de este éxito inicial, la capacidad de Israel para gestionar y contener un conflicto más amplio es incierta. Sus campañas militares contra Hizbulá y los hutíes revelan los límites incluso de las campañas aéreas y encubiertas más avanzadas cuando se enfrentan a adversarios resistentes y asimétricos.

“Es probable que los líderes iraníes estén tambaleando, pero es poco probable que esa parálisis dure. Es casi seguro que la República Islámica reevaluará su doctrina militar y su postura nuclear, y podría incluso lanzarse a la militarización. En lugar de paralizar las capacidades militares y nucleares de Irán, la escalada de Israel corre el riesgo de alimentar el sentimiento nacionalista, consolidar la cohesión interna y desencadenar un peligroso ciclo de represalias, al tiempo que aumenta la probabilidad de que Estados Unidos se vea envuelto en el conflicto”, recalca este analista. “Las guerras son fáciles de desencadenar, pero rara vez terminan según los términos de quienes las inician”.

A medio plazo, el escenario más temido es una guerra amplia que implique a los aliados regionales: ataques de Hizbulá desde el norte, incursiones hutíes en el mar Rojo, sabotajes en Irak y Siria, terrorismo en suelo europeo. Una guerra difusa, sin frentes claros, pero con un elevado coste humano y político. Y aunque Netanyahu proclama el nacimiento de un nuevo orden mundial, la realidad es que ese orden aún no tiene forma definida. Si algo enseña la historia de la región, es que los planes se deshacen con facilidad en el polvorín de Oriente Medio. Lo que está en juego no es solo la supuesta seguridad de Israel -cada vez más aislado internacionalmente en su deriva militarista y de agresión continua a sus vecinos- o la supervivencia del régimen iraní. Es la estabilidad de toda una región, el precio de la energía global, y la posibilidad misma de evitar una nueva guerra mundial por episodios.