El mundo mira desde hace días hacia Ormuz, el estrecho más vigilado del planeta. Apenas 280 kilómetros de longitud y 33 kilómetros de anchura en las zonas más angostas por los que soplan vientos guerra. Por sus ajetreadas y turbulentas aguas cruza cada año un 20 por ciento del total de petróleo transportado por mar, procedente de los países del golfo Pérsico y en ruta hacia Europa, Asia o América del norte.
El estrecho, que se abre paso entre Irán y Omán, es un tesoro con cuyo cierre Teherán ha amagado en varias ocasiones, también ahora, tras los ataques estadounidenses contra tres instalaciones nucleares iraníes. Hace seis años fue la amenaza que agitó ante las sanciones impuestas por Estados Unidos y el aumento de su presencia militar en el área.
Franquear una “línea roja”. Así suele describir Estados Unidos la amenaza de cierre del estrecho de Ormuz lanzada por Irán. La vía es propiedad también de Omán y su cierre es un desafío que la República Islámica jamás ha materializado pero con el que ha jugado en ocasiones anteriores logrando un lucrativo aumento del precio del barril de petróleo.
¿Qué es el estrecho de Ormuz y dónde está?
El estrecho de Ormuz es un cuello de botella marítimo vital que conecta el Golfo Pérsico con el mar Arábigo, con apenas unos 33 kilómetros en su punto más estrecho, y delimitado al norte por Irán y al sur por Omán. Es la vía principal para el transporte de petróleo y gas producido y enviado desde Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Qatar, Irak y Kuwait hacia los mercados internacionales . Se estima que por aquí transita cerca del 20 % del petróleo y gas globales, es decir, entre 18 y 20 millones de barriles diarios.
Cada año lo cruzan más de 20.000 buques, incluidos muchos de los superpetroleros más grandes del planeta. La ruta también mueve en torno al 30% del gas natural licuado (GNL) global, según la Agencia Internacional de la Energía.
¿Por qué surge la tensión actual?
El 22 de junio Estados Unidos lanzó ataques aéreos contra tres instalaciones nucleares iraníes (Fordow, Natanz e Isfahán). En respuesta, el Parlamento iraní apoyó la idea de cerrar el estrecho de Ormuz, aunque la decisión final corresponde al Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní. Irán “está sopesando sus opciones militares” tras los ataques de EE.UU. y Israel, incluyendo la posible intervención en el tránsito marítimo.
La Administración de Información Energética de Estados Unidos considera que es "el punto de estrangulamiento petrolero más importante del mundo". Hace una semana los sistemas de navegación colapsaron y centenas de buques comerciales lanzaron señales erróneas de su posición. Es un mínimo aviso de lo que puede pasar si hay un cierre temporal del estrecho.
¿Se puede cerrar y qué consecuencias tiene?
La legislación marítima internacional garantiza el tránsito sin obstáculos por cualquier estrecho y considera “acto de guerra” toda interrupción. Con el cercano Bahréin como sede de la Quinta Flota de los Estados Unidos, el bloqueo del ejército iraní –que, según los analistas, carece de navíos suficientes y adecuados pero tiene capacidad para lanzar misiles- sería efectivo solo durante un breve espacio de tiempo.
Está regulado por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar promulgada en 1982, que Irán ha firmado pero no ratificado y EEUU ni siquiera ha rubricado.
"Cualquier crisis prolongada en el estrecho de Ormuz no sólo interrumpiría los envíos de los principales productores del Golfo, Arabia Saudí, Emiratos, Kuwait, Irak y Qatar, sino que también haría inaccesible la mayor parte de la capacidad de producción mundial excedentaria, que se concentra en el golfo Pérsico", señala la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un informe.
Para reducir su dependencia a las vicisitudes del canal, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos han construido en los últimos años oleoductos a través de los que transportar por tierra su oro negro. Pero, a pesar de sus esfuerzos, el estrecho sigue brillando como un páramo vital, la llave que puede cerrar el grifo y disparar los precios del petróleo al otro lado del globo.
El mar Rojo aún puede ser sorteado, pero no hay otra salida para el transporte comercial desde el golfo Pérsico que el estrecho de Ormuz. Como apunta Altman, "las implicaciones regionales y globales serían mucho más graves y provocarían respuestas a varios niveles por parte de potencias extranjeras de todo el mundo. En particular, las economías de Estados árabes del Golfo, que históricamente han estado en desacuerdo con Irán y alineados con los Estados Unidos, sufrirían un fuerte impacto". Esos países podrían intentar transportar el petróleo y el gas natural a otros lugares de la península arábiga para su exportación, pero no poder aprovechar las instalaciones establecidas en el Golfo Pérsico seguiría teniendo consecuencias.
Impactos de un cierre del estrecho
En el mercado petrolero:
- Inmediato aumento de precios: El cierre dispararía primas de riesgo y sostener cotizaciones del crudo, con riesgo de alcanzar entre 3 y 5 dólares por barril por los miedos a la disrupción real.
- Según Goldman Sachs, Brent podría escalar hasta $90–110/barril si hay interrupciones reales.
En la economía global:
- El paso del estrecho es crítico para China, India y Japón: por ejemplo, alrededor del 90 % del petróleo iraní va a China y hasta el 60–75 % del crudo importado por Corea del Sur y Japón atraviesa este canal.
- La "nerviosidad" bursátil y el encarecimiento generalizado de bienes y servicios en caso de cierre.
Una problemática global:
- La UE calificó cualquier cierre iraní como “extremadamente peligroso… no bueno para nadie”. Ni siquiera para Irán, que sería básicamente como dispararse en el propio pie y estrangular la salida de su petróleo.
- EE.UU. e interlocutores internacionales advierten que sería un "suicidio económico" para Irán y llamaron a China para desincentivar esa medida.
¿Cómo podría llevarse a cabo el bloqueo?
Según analistas militares, Irán dispone de varias herramientas:
- Campos de minas, colocados con lanchas rápidas o submarinos, dificultando el paso de petroleros. Con los drones Shahed, los que exporta a Rusia, pueden anular radares o detonar cargas contra mercantes. Además, la Marina iraní cuenta con lanchas rápidas, submarinos enanos y minas navales para obstaculizar el tráfico. Según indica Howard Altman en The War Zone, “las minas navales han sido históricamente una de las opciones más inmediatas con las que cuenta Irán para intentar detener el tráfico marítimo en el estrecho de Ormuz. Esas minas podrían sembrarse con relativa rapidez”. Transportar crudo o gas en barco se encarecería mucho por los seguros.
- Amenaza de ataques directos a barcos militares o mercantes con misiles antibuque desde emisores rápidos o submarinos.
No obstante, se estima que EE.UU. y aliados podrían abrir paso nuevamente por vía militar, como ya ocurrió en los años 80 durante la "guerra de los petroleros" .
¿Es probable que ocurra?
No. Aunque Irán ha amenazado en varias ocasiones, nunca ha cerrado realmente el estrecho. En esta instancia, aunque el respaldo parlamentario ha elevado el riesgo, el bloque final está en manos del Supremo Consejo. Su táctica ha sido durante años "la paciencia estratégica".
La narrativa dominante es que, pese a las “cualquiera de las opciones” que contempla Irán, un cierre total conlleva enormes riesgos internos y externos que probablemente disuadan el plan.
¿Cuál es el antecedente histórico más cercano a lo que está sucediendo ahora?
El estrecho fue rehén de la contiendan que Irán e Irak libraron entre 1980 y 1988 y escenario en 1988 de las refriegas de fuerzas estadounidenses e iraníes después de que una mina iraní afectara a una fragata. En abril de aquel año los americanos hundieron tres buques de guerra iraníes. En julio un navío de la Armada estadounidense derribó un vuelo comercial iraní segando la vida de las 290 personas a bordo.
Una guerra fugaz que volvió a poner en el mapa al estrecho de Ormuz y su isla homónima, la porción de tierra que durante siglos monopolizó el comercio con la India y China. Por sus confines pasó a finales del XIII el veneciano Marco Polo y, unos trescientos años después, Francisco Javier, el misionero navarro al que le estremeció la vida licenciosa del entonces puerto portugués, donde los extranjeros “se deshacían de toda moderación en la indulgencia de sus pasiones”.
“De aquí hasta Ormuz os podéis informar muy menudamente de los tratos y usuras que allá pasan y en el camino pensar el modo como los habéis de persuadir, para que ellos conozcan los yerros en los que viven”, instruye el santo español en una carta al padre comisionado para la aventura pacificadora.
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