Volaron más de 13.000 kilómetros desde la base de Misuri, en Estados Unidos, y repostaron en el aire antes de lanzar las GBU-57, las municiones antibúnker, que a primera hora de este domingo agujerearon las infraestructuras nucleares subterráneas y reforzadas iraníes de Fordow, Natanz e Isfahán. Los bombarderos furtivos B-2 son la joya de la aviación militar estadounidense y se han convertido en los principales protagonistas del ataque de EE.UU. que durante días había pedido Israel para supuestamente destruir el programa nuclear de los Ayatolás.

Han compartido foco con la GBU-57, el arma convencional más pesada del arsenal estadounidense, de 13.600 kilos y diseñada para destruir búnkeres e instalaciones subterráneas reforzadas, perforando hasta 60 metros de hormigón y roca antes de explotar. La mayor parte del arma es una carcasa reforzada, que perfora hasta la profundidad requerida antes de detonar su ojiva de 2.400 kilos con el objetivo de destruir la instalación. Las bombas pueden ser lanzadas una tras otra, perforando más y más profundo con cada explosión sucesiva. Llevarían ojivas convencionales.

Bombardero furtivo

Se da la circunstancia de que únicamente el bombardero furtivo B-2 puede transportarlas, e incluso así, solo puede llevar dos. Prácticamente invisible para el radar, el avión está diseñado para volar a cualquier parte del mundo, penetrar en el espacio aéreo enemigo sin ser detectado y lanzar su carga en cuestión de horas.

Según la información proporcionada por el Pentágono, al menos seis B-2 volaron sin escalas desde la base aérea de Whiteman, en Misuri. Algunos sirvieron como señuelos dirigiéndose hacia el oeste, mientras que otros se encaminaban hacia el este, hacia Irán. Utilizaron rutas de vuelo falsas para ocultar la trayectoria real del ataque, lo que garantizó el factor sorpresa y minimizó el riesgo, y supuso el primer uso en combate del GBU-57 por bombarderos furtivos.

En total, lanzaron 12 bombas GBU-57 —seis sobre Fordow y dos sobre Natanz— con el apoyo simultáneo de misiles Tomahawk. La administración Trump aseguró que las tres instalaciones habían sido “arrasadas” pero Teherán aseguró que había retirado el material “hace tiempo”. El Organismo Internacional de la Energía Atómica aseguró no poder confirmar el grado de daño que causaron los bombardeos. "Aunque se destruyan las instalaciones nucleares, el juego no habrá terminado, ya que seguirán existiendo los materiales enriquecidos, los conocimientos y la voluntad política", afirmó Ali Shamkhani, asesor del líder supremo iraní, en una publicación en X. "La iniciativa política y operativa está ahora en manos de quienes actúan con inteligencia y evitan los ataques ciegos. ¡Las sorpresas continuarán!".

Sin misión de combate desde 2017

Los B-2, que fueron empleados ya por Washington el año pasado para atacar posiciones hutíes en Yemen, tienen capacidad para transportar bombas de hasta 20 toneladas, incluidas 80 bombas “inteligentes” de 250 kilogramos o 16 bombas termonucleares de 1.100 kilogramos. En funcionamiento desde 1999, su construcción y empleo estuvo rodeado de polémica por su elevado coste. Es, de hecho, el avión más caro construido. Sus costes totales rozan los 1.000 millones de dólares por unidad, lo que obligó a reducir el número de aviones que finalmente adquirió el ejército estadounidense, del más de centenar previstos a los 20 actuales. Hoy es el rey absoluto de las exhibiciones militares por las que aparece.

Su empleo en Yemen y ahora en Irán supone su regreso a escena tras cerca de siete años huérfanos de misión de combate. Los B-2 -con una tripulación de dos personas- fueron diseñados en el contexto de la Guerra Fría pero se estrenaron hace 25 años en la guerra de Kosovo. Desde entonces, han participado en misiones estadounidenses en Afganistán, Irak y Libia. Su elevado coste explica su limitado uso. El bombardero estratégico pesado tiene un alcance de aproximadamente 7.000 millas (11.000 kilómetros) sin reabastecimiento y 11.500 millas (18.500 kilómetros) con un reabastecimiento, y puede llegar a cualquier punto del mundo en cuestión de horas.

“El B-2 proporciona la flexibilidad penetrante y la eficacia inherentes a los bombarderos tripulados. Su capacidad para penetrar las defensas aéreas y amenazar con represalias efectivas proporciona una fuerza de disuasión y combate fuerte y eficaz hasta bien entrado el siglo XXI”, presume su fabricante Northrop Grumman Corporation. “La revolucionaria combinación de tecnologías poco observables con una alta eficiencia aerodinámica y una gran carga útil proporciona al B-2 importantes ventajas sobre los bombarderos existentes”, añade.

B-21 Raider

Una nueva versión, de camino

Basado en la experiencia atesorada por el B-2, la compañía prepara ahora el B-21 Raider, “el bombardero sigiloso de nueva generación que Northrop Grumman está desarrollando actualmente para las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos”.

La apariencia y capacidades del B-2 han alimentado un halo de misterio en torno a este avión, que algunos militares estadounidenses han llegado a describir como “la mística de lo desconocido”. En octubre el Pentágono se jactó de que “el empleo de bombarderos furtivos de largo alcance B-2 Spirit de la Fuerza Aérea de EE.UU. demuestra la capacidad de ataque global de EE.UU. para actuar contra estos objetivos cuando sea necesario, en cualquier momento y en cualquier lugar”. “Fue una demostración única de la capacidad de Estados Unidos para atacar instalaciones que nuestros adversarios tratan de mantener fuera de su alcance, sin importar cuán profundamente enterradas bajo tierra, endurecidas o fortificadas estén”, añadió.

En la escalada sin fin contra Irán, su uso demuestra “la ventaja técnica” de Washington frente a un Irán sin apenas fuerza aérea, con aviones obsoletos de la época del Sha de Persia y sin mantenimiento tras décadas de sanciones internacionales. De hecho, Teherán optó por reducir su desventaja frente a Israel y otros actores regionales desarrollando un potente arsenal de misiles.