Pocas opciones. Y todas malas. Así de categórico se expresa en declaraciones a El Independiente Ali Vaez, director del Irán Project del Crisis Group y uno de los principales expertos en el régimen de los Ayatolás. Irán se enfrenta ahora a un dilema: cómo responder a los ataques estadounidenses que a primera hora de este domingo golpearon tres de sus instalaciones nucleares, las de Fordow, Isfahán y Natanz.
“El Gobierno iraní tiene varias opciones para responder, que van desde las malas hasta las desastrosas”, reconoce Vaez. La República Islámica -que durante la última semana se ha enfrentado a los bombardeos israelíes, más destructivos que los ocho años que duró la guerra contra Irak en la década de 1980- ya mostró sus cartas antes de que Trump ordenara los ataques. El general Mohsen Rezaei, miembro del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de Irán, fue el más explícito: ataque a las bases militares estadounidenses, detonación de minas navales en el golfo Pérsico y cierre del estrecho estratégico de Ormuz. Unas acciones que supondrían poner en jaque el comercio mundial y, de paso, sacudir a la opinión pública estadounidense con un posible desfile de bajas.
Una capacidad limitada de lanzar misiles
Pero todos los escenarios entrañan un enorme riesgo para una debilitada Irán. “Puede intentar intensificar sus acciones contra Israel o contra los activos e intereses estadounidenses en la región, pero ya está en desventaja frente al primero y superado por el segundo”, opina Vaez. “Puede intentar redoblar su actividad nuclear limitando aún más el acceso internacional y avanzando rápidamente en la búsqueda del arma disuasoria definitiva, pero eso provocará nuevos ataques. Puede intentar desestabilizar las rutas marítimas, pero en el proceso cortaría sus propias exportaciones”, desliza.
La oleada de ataques de Israel ya ha mostrado algunas de las fallas de Teherán. “Aunque Irán se enfrenta a importantes retos inmediatos en el uso de sus fuerzas de misiles, su empleo ya indica un fracaso más amplio de su estrategia militar”, sostiene Fabian Hinz, investigador de defensa y análisis militar en el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS). A su juicio, las arremetidas israelíes “han puesto de manifiesto las graves deficiencias de la estrategia militar general de Teherán”. “Aunque Irán aún dispone de capacidades de corto alcance sin explotar que podría desplegar en sus inmediaciones, el agotamiento de su arsenal de misiles de medio alcance y el debilitamiento de sus aliados regionales le dejan pocas opciones para tomar represalias contra Israel”, arguye.
Los ataques israelíes han puesto de manifiesto las graves deficiencias de la estrategia militar general de Teherán
Una realidad a la que ahora se suma enfrentarse cara a cara al poderío militar estadounidense. “A pesar de los importantes esfuerzos realizados en los últimos años para reforzar sus defensas aéreas, Irán siempre ha dependido principalmente de la disuasión mediante el castigo, a través de la amenaza creíble de represalias significativas. En ausencia de una fuerza aérea eficaz, los misiles han servido como principal instrumento para llevar a cabo esas represalias”, subraya Hinz.
La estrategia israelí ha puesto en jaque su propia estructura. Ha asesinado a científicos nucleares, altos mandos militares, entre ellos el comandante del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) Hossein Salami y el comandante de la Fuerza Aeroespacial del IRGC Amir Ali Hajizadeh, y neutralizado parte de sus sistemas de defensa aérea. Según la Fuerza Aérea israelí, ha destruido alrededor de 120 lanzadores hasta el pasado 16 de junio, “lo que representa aproximadamente un tercio del inventario de Irán antes de la guerra”, advierte Hinz.
Un arsenal sin nuevas incorporaciones
Teherán ha tratado desde entonces de responder a los ataques israelíes usando su sistema de misiles y drones, sin grandes novedades respecto al fuego cruzado el año pasado. “No hay indicios de una mejora cualitativa en los ataques con misiles y drones iraníes en comparación con el ataque de octubre de 2024. Las pruebas visuales de los restos de misiles y los ataques israelíes antes del lanzamiento apuntan al uso de los sistemas Emad, Haj Qasem, Khaibar Shekan o Fattah 1, todos ellos ya empleados en el ataque del año pasado. Además de los misiles balísticos, Irán también lanzó más de 100 drones de ataque sin retorno, entre ellos el Shahed 136, el Arash 2 y una versión ampliada del Shahed 101. La mayoría de ellos parecen haber sido interceptados con éxito”, advierte el analista. Es cierto, no obstante, que “las bajas israelíes han sido significativamente mayores, con al menos 23 muertos y más de 600 heridos hasta la fecha”. “Este resultado parece depender menos de la cantidad o la calidad de los misiles utilizados y más de la selección de los objetivos”, esboza Hinz.
Una de las incógnitas ahora es la dimensión real del arsenal de misiles balísticos iraníes tras el hostigamiento al que le ha sometido Israel. Hace tres años el Mando Central de Estados Unidos calculaba que el arsenal ascendía a aproximadamente 3.000 misiles. Las últimas evaluaciones israelíes sugieren una cifra más cercana a los 2000 misiles operativos, lo que le impone un horizonte de ataques limitados a gran escala. “Las opciones de Teherán para reponer su arsenal de misiles son limitadas. Antes de la campaña actual, Estados Unidos estimaba que la capacidad de producción de misiles balísticos de Irán era de aproximadamente 50 misiles al mes. Aunque se trata de una tasa de producción significativa, sigue siendo insuficiente para mantener el ritmo de fuego actual de Irán”, opina Hinz.
A su juicio, las posibilidades de escalar el conflicto por parte de Irán son reducidas. “Una de ellas sería atacar las infraestructuras críticas israelíes, que a menudo tienen una mayor extensión geográfica que los activos militares, lo que las hace más fáciles de alcanzar con la actual generación de misiles balísticos iraníes. Otra línea de actuación sería que Irán recurriera a su arsenal, en gran parte sin utilizar, de misiles balísticos de corto alcance más precisos para atacar instalaciones petroquímicas o bases militares estadounidenses en la región del Golfo. Sin embargo, estas opciones conllevan riesgos importantes. Atacar la infraestructura energética pondría en peligro las relaciones recientemente mejoradas de Irán con los estados del Golfo”, admite. “Irán también sigue poseyendo un importante arsenal de misiles antibuque que podrían utilizarse para atacar el transporte comercial en el Golfo, el Golfo de Omán y, en menor medida, el mar Arábigo. Irán ha amenazado con cerrar el estrecho de Ormuz”.
Tiempo de estrategias
El régimen teocrático tiene otra notable debilidad: su red de aliados ha quedado muy mermada tras la guerra en el Líbano y los brutales ataques israelíes al organigrama de Hizbulá. En Siria, la caída de Bashar al Asad le hizo perder a un importante valedor regional. Hamás en la Franja de Gaza se enfrenta a una batalla existencial tras veinte meses de operación militar israelí que ha descabezado su estructura y dejado más de 54.000 asesinados, la mayoría civiles, además de un enclave totalmente reducido a escombros. Su mayor fuerza hoy son los indómitos hutíes en Yemen, que ya han provocado perturbaciones al tráfico marítimo en el mar Rojo y han atacado a Israel con misiles balísticos.
La estrategia actual de Irán es una escalada cualitativa: menos misiles, ataques constantes, uso de misiles más avanzados como los Kheybarshekan. Podrían aguantar unas semanas más, dependiendo de cuestiones logísticas
“La estrategia actual de Irán es una escalada cualitativa: menos misiles, ataques constantes, uso de misiles más avanzados como los Kheybarshekan. Podrían aguantar unas semanas más, dependiendo de cuestiones logísticas”, responde Hamidreza Azizi, investigador visitante del German Institute for International and Security Affairs (SWP). “Irán no puede contraatacar a Estados Unidos en este momento, porque Trump ejecutó un ataque bastante limitado. Al evitar una escalada más amplia, le pasa la pelota a Irán mientras les dice a los estadounidenses: 'Nosotros no empezamos una guerra'. Irán, en respuesta, podría permitir que Trump obtenga esta victoria simbólica y en lugar de ello intensificar su ataque sólo contra Israel”, vaticina como posible escenario.
Una salida que “mantiene a Washington fuera de la guerra, a la vez que intensifica la presión sobre Tel Aviv”. “El riesgo de involucrar aún más a Estados Unidos dependería ahora del próximo movimiento de Trump. Si Trump continúa atacando a Irán sin nuevas provocaciones, parece más bien una guerra en nombre de Israel. Esto tiene un alto costo político, dada la oposición interna a la guerra con Irán. Mientras tanto, Teherán podría cambiar silenciosamente su estrategia nuclear. En lugar de anunciar directamente la retirada del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, podría decir: 'Debido a las condiciones de guerra, no sabemos qué pasó con parte de nuestro uranio enriquecido'. Y podría abandonar el tratado más adelante. Esto genera una ambigüedad estratégica, similar a lo que siempre ha hecho Israel. Irán no necesitaría probar una bomba. La simple incertidumbre podría bastar para disuadir futuros ataques y complicar la planificación occidental”, detalla.
Un enfoque que permitiría a Irán “retrasar la confrontación directa con EE.UU; alejarse de la transparencia nuclear; y apalancar cualquier negociación de posguerra”. “Trump puede haber logrado una victoria táctica, pero si Irán juega tan inteligentemente, le entregará una granada política. Todo esto mientras se desplaza el juego nuclear hacia un territorio más turbio y peligroso”, pronostica.
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