Tras doce días de fuego cruzado, la guerra entre Israel e Irán ha concluido con un alto el fuego frágil pero apuntalado por sus dos “padres”, Estados Unidos y Qatar como respectivos garantes de Israel e Irán. El principal enigma es el futuro del programa nuclear desarrollado por Irán después de los ataques estadounidenses contra las instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahán y su supuesta destrucción, en palabras de Donald Trump.

¿Ha sido desmantelado el programa nuclear iraní o, como temen muchos expertos, sólo se ha empujado a Teherán a las sombras, a la ambigüedad que caracteriza a su rival regional, Israel, que sí dispone de armas nucleares? “¡Tanto Israel como Irán querían detener la guerra por igual! Fue un gran honor para mí destruir todas las instalaciones y capacidades nucleares, y luego, ¡Parar la guerra!”, se jactó Trump este martes a golpe de tuit. Fuentes conocedoras de las conversaciones que certificaron la tregua aseguran a El Independiente que el programa nuclear no se ha abordado en el calendario de mínimos pactado por Irán e Israel pero que el objetivo es que el cese de hostilidades pueda “conducir a negociaciones” al respecto.

Israel no ha cumplido sus objetivos

“Desde el principio, los objetivos bélicos de Israel eran ambiciosos: descarrilar las conversaciones entre Estados Unidos e Irán, destruir la infraestructura nuclear y de misiles de Irán, arrastrar a Washington a una confrontación directa y provocar un cambio de régimen. Tras casi 12 días de conflicto de alta intensidad, ninguno de esos objetivos se ha logrado”, señala a El Independiente Sina Toosi, miembro del Center for International Policy. En apenas dos semanas, los ataques selectivos de Israel y su agencia de inteligencia Mossad han asesinado a entre 14 y 17 científicos nucleares iraníes.

Instalación de enriquecimiento de uranio de Fordow, en Irán. | Planetlab

Irán ya había dispersado y ocultado gran parte de su material y equipo nuclear sensible: según se informa, Fordow fue evacuado antes del ataque estadounidense, y ahora se desconoce el paradero de centrifugadoras clave y reservas de uranio. Lejos de neutralizar las capacidades nucleares de Irán, la guerra puede haber empujado a Teherán hacia la militarización encubierta bajo una doctrina más dura”, advierte este analista. “El Estado iraní permanece intacto. En lugar de desestabilizar la República Islámica, el ataque parece haber reforzado la cohesión interna del régimen. También ha surgido un sentimiento nacionalista, con un claro efecto de unión en torno a la bandera, aunque esto refleja más una defensa de la nación que un respaldo al régimen. Queda por ver si este momento de unidad conducirá a un contrato social renovado o simplemente reforzará el statu quo anterior”.

Fuentes de inteligencia estadounidenses también certifican el extremo de que el programa nuclear no ha sido derrotado ni borrado. Las primeras evaluaciones de inteligencia de Estados Unidos, que anoche adelantó la cadena CNN, sugieren que los ataques contra Irán no destruyeron sitios nucleares. Los componentes centrales del programa nuclear del país todavía están intactos y es probable que el programa solo se retrase unos meses.

Sin acceso a las instalaciones

A la resistencia militar iraní -que no solo ha asimilado las embestidas israelíes sino que, con su campaña de misiles, ha logrado imágenes de distritos de Tel Aviv o Haifa severamente dañados- se ha unido esta capacidad de anticiparse y salvaguardar su programa nuclear que lleva años en el foco de la comunidad internacional. “La planta de enriquecimiento situada a gran profundidad bajo tierra en Fordow fue destruida. Si alguien intenta revivir el proyecto nuclear, actuaremos con la misma fuerza”, advirtió anoche el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu en una alocución televisiva.

Lo cierto es que, salvo por las imágenes satelitales, no se ha accedido a las instalaciones nucleares alcanzadas por los bombardeos ni se ha investigado las posibles pruebas. En los días posteriores a los ataques, el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA) no detectó niveles de radiación preocupantes en las inmediaciones de las plantas. “Resulta muy posible que Irán haya dispersado de forma preventiva algunos de sus activos nucleares —reservas de uranio enriquecido y centrifugadoras avanzadas— a otros emplazamientos, con la esperanza de reconstituir el programa si el Gobierno sobrevive a la guerra actual”, apunta Mohammed Soliman, investigador principal del Middle East Institute. Su análisis coincide con los de varios organismos occidentales: el conocimiento y el material clave no fueron destruidos.

Según fuentes diplomáticas citadas por Reuters, el OIEA cree que parte del uranio al 60 % sigue sin localizarse, y que Fordow fue evacuado antes del ataque estadounidense. De confirmarse, el arsenal crítico iraní estaría ahora oculto en lugares no declarados. Según los últimos informes del organismo, la interrupción del programa es parcial, y no hay pruebas de un abandono definitivo.

Arrastrar a Irán hacia la ambigüedad nuclear

La guerra no ha logrado cambiar el equilibrio estratégico. Irán ha mantenido su capacidad de disuasión: lanzó oleadas de misiles que alcanzaron Haifa, Tel Aviv y bases militares israelíes. Las defensas de la Cúpula de Hierro fueron puestas a prueba. Mientras tanto, Israel vio mermado su arsenal de interceptores, según datos cruzados del Pentágono y la prensa israelí.

«Lejos de neutralizar a Irán, el conflicto podría haber acelerado su camino hacia la bomba», asevera Clara Broekaert, experta del Soufan Center. En su opinión, los ataques no sólo no destruyeron el programa: “el incentivo de Irán para obtener un arma nuclear puede haberse acelerado”.

El programa nuclear de Irán es público. Su objetivo declarado es un programa nuclear con fines pacíficos, para la producción de energía y con objetivos médicos, que fue iniciado en la década de 1950 en el marco del programa Atoms for Peace (Átomos para la paz), respaldado por Estados Unidos. La iniciativa fue reactivada tras la cruenta guerra entre Irán e Irak de la década de 1980. En el caso de Israel, ha optado por el más denso de los sigilos. El Estado judío nunca ha confirmado ni desmentido que posea armas nucleares. Su programa fue iniciado en la década de 1950, poco después de su nacimiento, con ayuda secreta de Francia.

Y ese podría ser el destino del resucitado programa nuclear iraní. El ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, advirtió que Teherán “nunca renunciará al enriquecimiento de uranio”. Al mismo tiempo, el presidente Masoud Pezeshkian expresó disposición a dialogar, pero solo si Israel cesa completamente las agresiones. La percepción del arma nuclear como única garantía de supervivencia estratégica podría haberse fortalecido tras el conflicto.

Irán ha perdido infraestructura, pero no intenciones ni ambiciones. Su programa nuclear ha sido “degradado, pero no finiquitado”. Lo que sigue -vaticinan expertos consultados- no es un desarme o un abandono, sino una retirada estratégica hacia la ambigüedad nuclear. El OIEA, mientras tanto, pide restablecer los protocolos de inspección suspendidos desde hace más de un año. Y aunque Trump dice que es tiempo de paz, analistas como Karim Sadjadpour están convencidos de lo contrario: “Esto no cierra una guerra de 46 años entre EE. UU. e Irán; abre un nuevo capítulo”.