Colombia entera se estremeció el pasado 7 de junio cuando un adolescente descerrajó varios tiros a corta distancia contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. En ese momento Uribe Turbay, que perdió a su madre cuando tenía cinco años tras ser secuestrada por Pablo Escobar, daba un mitin en un barrio de Bogotá. Desde entonces el senador se encuentra en estado crítico. María Fernanda Cabal (Cali, 1964) compite con Miguel Uribe Turbay y otros tres aspirantes (Paloma Valencia, Paola Holguín, Andrés Guerra) por ser candidata del uribista Centro Democrático a la Presidencia en 2026. La consulta podría abrirse, sin embargo, a otras personalidades como la periodista Vicky Dávila. Las presidenciales se celebrarán el 31 de mayo. 

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Es una de las personas que contará con más protección policial, según acaba de aprobar el Gobierno. En agosto de 2023 el fiscal general Francisco Barbosa denunció un plan para atentar contra Cabal en medio de negociaciones de la guerrilla del ELN con el gobierno. José Felix Lafourie, esposo de Cabal, es negociador del gobierno en esa mesa con el ELN. Politóloga por la Universidad de los Andes, proviene de una familia dueña del Ingenio Pichichi, una planta azucarera en el Valle del Cauca.

Comenzó su trayectoria en la Fiscalía General hace dos décadas, y en 2022 fue la segunda senadora más votada. Uribista convencida, es una de las voces más críticas del presidente Gustavo Petro, de quien dice que parece tener un plan macabro para evitar la supervivencia de la democracia. "Petro está llevando a Colombia a niveles de violencia muy peligrosos; hay riesgo de desmembramiento". 

Pregunta.-  ¿Cree que el atentado contra Miguel Uribe podría servir de catarsis en Colombia? Hemos visto alguna concentración, como la que tuvo lugar el 15 de junio, en ese sentido.  

Respuesta.-  Si se ha logrado la unión entre intereses distintos y corrientes políticas diferentes, por lo menos en ese sentido, y es lo que se vio en esa concentración. Estamos de acuerdo en que no queremos volver al pasado de asesinato de candidatos.

P.- ¿Por qué fue objetivo Miguel Uribe de ese atentado? ¿Quién quería hacerle daño y qué buscaba realmente? (Hay cuatro arrestados, entre ellos el autor de los disparos y el líder de la célula contratada para cometer el crimen sería Chipi o Costeño, por quien se ofrece una recompensa de más de 70.000 euros).

R.- Mientras se desarrollan las investigaciones y las capturas, uno puede especular mucho, pero el gran problema tiene mucho que ver con no combatir el narcotráfico y los cultivos de coca. Hoy tenemos 300.000 hectáreas y somos el mayor exportador. Hay que aclarar que esto viene del Acuerdo de La Habana y es responsabilidad de Juan Manuel Santos y todos los que aplaudieron un acuerdo de paz que terminó dándole beneficios a los bandidos, nunca a las víctimas, al contrario a la propaganda que hacían. ¿Por qué? Porque el punto 4 del Acuerdo de La Habana prácticamente arrodilló el Estado de Derecho: hay que pedir permiso para erradicar la coca. No se puede poner al Estado a inclinarse ante el crimen. Y como la izquierda es experta en su narrativa emocional y sensible, entonces es que el campesino no puede cultivar otra cosa. Mentiras. El campesino puede cultivar si el Estado le facilita la compra, las vías terciarias, el crédito. Pero con este cuentico nos llenamos de coca.

Al gobierno de Duque, terriblemente débil, lo pusieron contra la pared con todas las protestas promovidas también por el narcotráfico… Eso de la juventud y la protesta social, todo eso es impostado, es una farsa. Así destruyeron Chile, Perú, Ecuador, y llegaron al corazón de Estados Unidos con el tren de Aragua. Entonces, cuando uno deja un Estado expuesto a la criminalidad que produce 90 millones al año en cocaína, estás prácticamente deshaciendo el Estado frente al crimen. Es imposible no sucumbir frente al uso de armamento superior y sofisticado. En el Catatumbo, la frontera con Venezuela, norte de Santander, frontera con Venezuela, los drones está suministrados por Irán, y están matando soldados, policías, civiles. Y Petro no dice absolutamente nada. Lo que uno nota es que sale el poder mafioso  y se mezcla con otros delitos. Exportan coca, oro o minería ilegal, importan armas.  Y así vemos cómo el Estado colombiano pierde capacidad porque paralelamente Petro, con su paranoia, va reduciendo generales de la policía y del Ejército. Hemos perdido la superioridad aérea. Es como si fuera un plan macabro para destruir la posibilidad de supervivencia de la democracia.

Y en ese contexto se da el atentado contra un precandidato muy joven con su apellido Uribe. Yo sí creo que Petro, con sus mesas de negociación, ha permitido a la delincuencia campear, estar tranquila, mientras asesina a la Fuerza Pública. Esa asociación para delinquir llevó a Petro a la Presidencia porque su hermano visitó las cárceles de los extraditados prometiéndoles de todo, aunque no ha podido cumplir por los norteamericanos, que aprietan con las extradiciones. Al final de cuentas esa asociación entre un Estado que se está volviendo Estado mafioso y la criminalidad es clave. Para mí eso vino de esa asociación para delinquir, es un campanazo diciéndonos ustedes son los que siguen, ustedes están expuestos, no vamos a dejar el poder.

P.- ¿Cree que hay riesgo de que haya más atentados de ese tipo como para crear una una situación de desestabilización, que no haya elecciones o alterar el proceso democrático? 

R.- Sí, lo creo, porque Petro es capaz de todo. Yo en un principio pensé que él, siendo un socialista, pues así como fue alcalde, pésimo alcalde, se iba a ir, no iba a competir. Pero hoy lo veo en un nivel de locura mucho más elevado. Petro se pierde tres y cuatro días. Se habla de sus adicciones. No ha querido hacerse ni se hará ningún examen toxicológico ni psiquiátrico. Sus discursos son notorios por lo irracionales. Petro está llevando este país a unos niveles de violencia muy peligrosos y que pueden generar un desmembramiento en partes de Colombia y una imposibilidad de elecciones. 

Ahora bien su actitud más el atentado contra el precandidato Miguel Uribe ha unido voces distintas de distintas corrientes políticas, a las altas cortes en la defensa de la institucionalidad e incluso a un Congreso tachado de corrupto que en esta ocasión ha estado a la altura. Le hemos negado la locura de sus consultas que apelan al pueblo. Porque ahora Petro parece un Chávez reencarnado, aunque Chávez no estaba tan loco.

 P.- ¿Qué es lo que falla en Colombia realmente? Existe la sensación de que hay una vuelta atrás. ¿Qué haría si fuera presidenta para superar el problema endémico de la violencia?

R.- A mí me gusta confrontar la narrativa creada, fantasiosa, contra la evidencia. Para mí son muy importante las cifras. Cuando Álvaro Uribe llegó al poder, Colombia era un país con decenas de miles de muertos al año. En 2002 se llegó a 30.000 muertos, la cifra más alta en la historia de la violencia en Colombia. En un año el país cambió. ¿Por qué? Porque fortaleció una fuerza pública que también era inexistente. Eran 100.000 hombres entrenados además con la asistencia militar de Estados Unidos y el apoyo de Israel, lo que fue estratégico empezar a reconquistar territorios perdidos. Cuando llegaba la seguridad de un territorio, aparecían los negocios. Estábamos secuestrados en las ciudades. Creó un programa de turismo que se llamó Vive en Colombia, viaja por ella, donde salían los buses con una tanqueta del ejército delante y otra detrás, pero la gente quería salir y así volvimos a recuperar los territorios de Colombia, que son hermosos. El ingreso per cápita se multiplicó por cuatro, llegó la inversión extranjera. Así hoy 

Colombia es el único país que no se apaga energéticamente gracias a las inversiones que hizo el presidente Uribe. Tuvo errores como cualquier presidente, pero la gente vio el cambio. El problema es que la derecha no promociona sus logros. Para enfrentar la narrativa de la izquierda uno tiene que poner la firma a todo lo que hace. Uribe tardó 20 años hasta que lo metieron preso para contar su legado porque pensó que era suficiente. Nunca cerró canales de izquierda, nunca promovió canales de amigos de él. 

Entonces, ¿qué sucede ahora? Que volvimos a relajarnos y la criminalidad se desbordó con un agravante que la migración venezolana, de 20 años para acá, empezó a cambiar, porque es una migración promovida desde Venezuela, lo que yo llamo repoblamiento artificial. Es una estrategia prácticamente de invasión controlada. Son delincuentes que crean sus propias organizaciones locales con un nivel de violencia bárbaro. Entonces súmele a eso los cárteles mexicanos con la coca en el departamento del Cauca; el cártel de los soles en el Catatumbo, en la frontera, y el gobierno relaja sin erradicar y sin fumigar, porque pobrecitos los campesinos, nos vamos por la incautación. Seis cosechas al año de coca es insostenible y acaban con un país. 

La receta que funcionó fue la de Uribe. Restablecer el honor militar, restituir a los mejores, fumigar, erradicar. Y claro que hay que dar alternativas de sustitución de cultivos. Todavía existe el cacao de la palma en medio de la coca en Tumaco y en el Catatumbo. Entonces, si uno no actúa con determinación y cree que los bandidos a punta de mesas de negociación se van a portar bien, se equivoca. Hay que responder con orden, con Estado de derecho. Vamos a tener que tomar decisiones drásticas si queremos conservar el país.

P.- Hay quienes dicen que en ese, en ese contexto, en esa situación, la legalización de la coca sería una opción. A muchos se les acabaría el negocio. 

R.-  No, porque legalizar un vicio es someter a la sociedad humana a una esclavitud que lleva más violencia. Por esa lógica legalizaríamos la trata de personas o el reclutamiento de menores. No es lo mismo que el alcohol. No, yo siento que el alcohol es más una bebida para un momento de relajamiento, a menos que se trate de un enfermo. La droga es diferente. La mayoría de muchachos de escasos recursos terminan inducidos a la droga. Hay 800 grupos criminales en Colombia. Es lo que nos dejó el Acuerdo de La Habana. Y esos 800 grupos necesitan una red de distribución. Y la tienen hasta en el último municipio de Colombia porque son muy eficientes, pero esa red también sirve para cometer otros delitos. 

No creo en la legalización de ningún vicio. Creo en la educación, creo en el control. En Cuba hay tolerancia cero a la droga. O en China o Rusia. Es en la civilización occidental donde nos dejamos llevar por cuentos de falsas libertades. Tenemos que apretar y fortalecer la autoridad, el orden, dy evolverle al campesino la protección, la seguridad, darle las vías que no tiene la capacidad de producir. Colombia es un país que puede producir comida para el mundo. No tenemos que cultivar coca porque sí. 

P.- Colombia también da una imagen de una sociedad muy polarizada: entre uribistas y petristas hay una lucha feroz. ¿De qué manera se puede superar esa tensión permanente?

R.- A mí no me parece mala la polarización mientras haya un debate de ideas, y no un debate por la vida y la muerte. Claro que hay que controvertir. Yo soy oposición, yo soy la congresista más votada en la historia de este país y yo soy conservadora de ideas liberales. Yo no soy dogmática, pero sí creo en el orden, en la disciplina, y estoy convencida de que sin seguridad no hay nada, absolutamente nada. Por supuesto que hay que desescalar el lenguaje violento pero no podemos callarnos. ¿Qué se debe hacer? Uno debe construir puntos en los que sea más fácil generar un consenso. Queremos seguridad y buscaremos con quienes estamos de acuerdo. Pero no se puede crear una mesa de diálogo sin imponer antes la fuerza del Estado.  ¿Queremos una economía de libre mercado o queremos un estatismo? Enseñémosle a la gente que el Estado no resuelve los problemas. Hagamos esa pedagogía y busquemos puntos en común.

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