En la Franja de Gaza, donde la comida escasea y la esperanza muere de inanición, los centros de distribución gestionados por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF) no son refugio, sino trampas mortales. Así lo denuncia el informe más demoledor hasta la fecha de Médicos Sin Fronteras (MSF), una organización con más de cinco décadas en escenarios de guerra, pero que confiesa estar “espiritualmente devastada” por lo que presencia en la Franja. Sus empleados admiten no haber visto nunca antes un sistema que directamente abre fuego contra los solicitantes de ayuda.

El informe —titulado “Esto no es ayuda. Es una masacre orquestada”— detalla con frialdad quirúrgica lo que MSF califica como una estrategia sistemática de exterminio disfrazada de asistencia: disparos dirigidos contra civiles, niños con balazos, ancianos asfixiados, mujeres pisoteadas. Todos hambrientos. Todos desarmados. Todos víctimas de lo que debía ser una entrega de alimentos. Es un testimonio de primera mano porque la ONG ha tratado a cientos de heridos y decenas de muertos, víctimas directas del controvertido. “Los centros de la GHF se han convertido en un laboratorio de crueldad”, resume Raquel Ayora, directora general de MSF. “Es una política deliberada de deshumanización. Debe cesar de inmediato”.

El informe se hace público cuando EEUU planea ampliar la acción de la controvertida fundación. El embajador de Estados Unidos en Israel, Mike Huckabee, declaró este miércoles a Fox News que el «plan inmediato» con respecto a la Fundación Humanitaria de Gaza era "aumentar el número de centros hasta 16 y comenzar a operar hasta 24 horas al día". El embajador, que expresó su satisfacción por las actividades de distribución que lleva a cabo actualmente la GHF, las calificó de "muy significativas, porque no van a parar a manos de saqueadores y ladrones, sino a las personas que realmente han acudido porque necesitan comida".

Palestinos en el centro de GHF en Netzarim. | MSF

De la asistencia a la emboscada

Desde el 27 de mayo de 2025, el gobierno israelí impuso el cierre del mecanismo humanitario de la ONU en Gaza, reemplazándolo por un esquema gestionado por la GHF, una entidad desconocida, registrada en Delaware (EE.UU.) y sin experiencia previa en acción humanitaria. El experimento —presentado por Washington y Tel Aviv como una “solución innovadora” para evitar desvíos de ayuda— se ha traducido, según MSF, en más de 1.000 muertos y 7.200 heridos durante intentos de recoger alimentos. Una masacre en cámara lenta, con sello institucional.

Nunca pensamos que veríamos niños con balazos mientras buscaban un saco de arroz

El informe revela que las clínicas de MSF en Rafah —Al-Mawasi y Al-Attar— recibieron 1.380 heridos en siete semanas, entre ellos 28 cadáveres. Más de 170 personas llegaron con heridas de bala. 71 eran niños. Veinticinco de ellos menores de 15 años. “No estábamos preparados para esto. Tratamos heridos de guerra, sí. Pero nunca pensamos que veríamos niños con balazos mientras buscaban un saco de arroz”, cuenta la coordinadora médica de MSF en Gaza.

Palestinos en el centro de GHF en Netzarim.

"Fui a por harina. Me volví con dos balas en la pierna"

El informe incluye testimonios desgarradores que ilustran el infierno que viven quienes acuden a los centros. Uno de ellos es Mahmoud, padre de ocho hijos: “Caminamos durante horas. Llorábamos automáticamente. No por nosotros, por todos. Me dispararon dos veces en la pierna. Nadie pudo ayudarme. Todos estaban exhaustos. Era como una película de zombis. Escenas aterradoras. No se puede poner en palabras.”

Omar, desplazado de 23 años, fue alcanzado por una bala en la pierna mientras esperaba turno: “Nos disparaban desde drones, helicópteros, tanques y barcos. Un chico intentó sacarme de allí. Le dispararon en la cabeza. Murió sobre mi pecho. Solo habíamos venido por comida. Para sobrevivir.”

Niños bajo fuego

Uno de los casos más extremos fue el de una niña de ocho años, alcanzada por un disparo en el pecho. También fue atendido un niño de cinco años con un traumatismo craneoencefálico severo. Un niño de 12 años llegó solo, sin familia, con una bala que le atravesó el abdomen. Fue estabilizado y enviado a un hospital donde, hasta hoy, nadie ha conseguido identificarlo. “Muchos de los niños heridos ni siquiera entraron en las zonas de reparto. Fueron alcanzados mientras acompañaban a sus padres o jugaban cerca”, explica la jefa de enfermería de MSF. En total, cinco niñas menores de 15 años resultaron heridas de bala solo entre junio y julio.

En el centro de MSF en Al Mawasi un herido tras tratar de recoger comida en un centro de GHF. | Nour Alsaqqa/MSF

La violencia como política de distribución

El informe describe a los centros como verdaderos corredores de la muerte: “circuitos” vallados con alambre, miles de personas hacinadas, entradas y salidas anunciadas a medianoche por Telegram, apenas media hora antes de abrir. Sin planificación. Sin control. Sin seguridad. Ahmed, padre de cuatro hijos, cuenta su experiencia: “Había dos millones de personas rodeando cinco palets de comida. Entramos, agarramos lo que pudimos. Luego, disparos por todas partes. Ni siquiera sabes de dónde vienen. Me dispararon. No me di cuenta hasta que colapsé. Solo quería llevar comida a casa.”

MSF ha tenido que crear un nuevo término en sus clínicas: BBO —Beaten By Others—, para clasificar a personas que fueron golpeadas por otros al salir con sus raciones. También han documentado muertes por asfixia y laceraciones con alambradas. El 21 % de los heridos en estampidas o peleas eran niños.

En paralelo, los propios trabajadores de MSF también han sido testigos del uso de gas pimienta directamente en genitales o rostros, además de disparos indiscriminados contra multitudes. Un excontratista de seguridad de GHF relató a la BBC que vio a sus compañeros disparar contra mujeres, ancianos y niños por caminar demasiado lento.

Palestinos en el centro de GHF en Netzarim. | MSF

El fin de la dignidad

Lo que empezó como una clínica de atención primaria se ha convertido en una morgue improvisada. En Al-Mawasi, el uso de gasas se multiplicó por tres desde la apertura de los centros de GHF. La demanda de bolsas mortuorias es constante. Hay pacientes que mueren en espera de ambulancia. Otros, como un adolescente con una herida vascular grave, fueron enviados a hospitales sin capacidad quirúrgica por pura desesperación. “Ya no sabemos si los pacientes sobrevivieron. Solo intentamos que no mueran en nuestras manos”, confiesa una doctora internacional.

Para MSF, la operación de GHF es una pantalla para encubrir la política de hambre sistemática impuesta sobre Gaza. Un castigo colectivo bajo el disfraz de ayuda. “He trabajado en muchos conflictos con MSF. Pero nunca vi esto. Nunca vi a gente disparada por intentar conseguir harina. Y lo más brutal es que lo saben… Saben el riesgo. Pero van igual. Porque no tienen nada más que perder”, reflexiona la coordinadora médica.

MSF exige el fin del experimento GHF

La organización exige el desmantelamiento inmediato del sistema GHF, la reapertura del sistema coordinado por la ONU, y que EEUU cese todo apoyo financiero y diplomático al programa, al que ya ha destinado más de 30 millones de dólares.

También reclama una investigación internacional independiente por posibles crímenes de guerra cometidos por personal armado estadounidense en los centros. “Esto no es ayuda. Es violencia institucionalizada contra una población hambrienta”, concluye MSF.