Alaska es el escenario este 15 de agosto de una cita que será trascendente para el futuro de Ucrania, y de Occidente. Ya de partida supone la plasmación de un nuevo desorden internacional en el que el invasor, Rusia, queda legitimado por la primera potencia mundial, Estados Unidos, que se sitúa del lado de los que se saltan las normas. Donald Trump y Vladimir Putin se verán a solas en una cumbre que certifica la división de Occidente al excluir a los europeos y que hace temer por el destino de Ucrania, una nación que se alzó en armas contra el invasor el 24 de febrero de 2022.
Alaska hace recordar a la cumbre de Yalta en 1945, donde las potencias ganadoras de la Segunda Guerra Mundial (Reino Unido, Estados Unidos y la Unión Soviética de Stalin) decidieron cómo iba a ser el mapa de Europa. La cumbre obedece a la visión del mundo de Putin en la que las grandes potencias deciden sobre sus áreas de influencia, como lo hicieron Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill y Iósif Stalin en Yalta. Y los más pesimistas, como Timothy Snyder, recuerdan que corremos el riesgo de que sea más como la conferencia de Múnich donde se pactó la entrega de los Sudetes, en Checoslovaquia, a Hitler, con el fin de parar su afán expansionista. Mala idea porque lo alentó.
"Esta cita es un retroceso al avance del derecho internacional y del sistema internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial. En la carta de Naciones Unidas se establece que está prohibido el uso de la fuerza en las relaciones internacionales. La adquisición por medio de fuerza del territorio está prohibida. Rusia ha violado esa norma y sin embargo Trump se sienta a negociar con el invasor, dejando fuera al invadido y a los socios europeos, a la ONU, a la OTAN. Es insólita la reunión", indica Paulina Astroza, doctora en Ciencias Políticas y Sociales, cátedra Jean Monnet. "El sistema internacional buscaba evitar que los más poderosos ganen y proteger a los más débiles. Esto se rompe en Alaska".
Una base militar en antiguo territorio ruso
Trump y Putin se verán a solas, con intérpretes, en la Base Conjunta de Elmendorf-Richardson en Anchorage. Dada la celeridad con la que se ha organizado el encuentro, no había otra opción. Alaska, que fue territorio ruso hasta 1867, está en plena temporada alta de turismo. La cita empieza a las 21.30, hora española.
Tras la conversación de los dos líderes, se verán las dos delegaciones. El Kremlin ha apuntado este jueves que no solo se tratará de Ucrania, sino también de las relaciones bilaterales, incluso del control del armamento nuclear. Y esta cuestión no es baladí: según fuentes diplomáticas europeas, Trump pretende que Rusia no sea dependiente de China, como lo es actualmente.
Aún no queda claro por qué Trump pasó de la noche a la mañana de querer imponer sanciones secundarias a los países que compraran petróleo y gas a Rusia, a aceptar un encuentro con Putin bajo sus condiciones. Es decir, sin la presencia del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. Putin se vio con el enviado de Trump, Steve Witkoff, en Moscú dos días antes de que expirara el ultimátum y poco después del encuentro se dio a conocer la celebración de la cumbre. Desde Washington insisten en que quieren "escuchar" a Putin, pero si algo está claro es lo que quiere el líder ruso.
"No tengo muchas expectativas sobre esta cita porque no ha habido una preparación previa. Este tipo de cumbres no se hacen así. Podrán hablar de temas generales y de lo que han planteado los ucranianos y los europeos. Creo que Trump quiere tantear el terreno y ver hasta qué punto es posible un acuerdo", apunta Oleksander Kraiev, analista del think tank Prism en Kiev. Añade que lo positivo es que Trump ahora tine más en cuenta a los europeos y confía más en ellos.
Los vaivenes de Trump
¿Por qué acepta Trump cuando parecía que estaba dispuesto a presionar a Putin? Si hay algo cierto es que nadie sabe lo que realmente piensa Trump. Empezó su mandato con la promesa de acabar la guerra en 24 horas pero 200 días después no ha logrado que Putin acepte un alto el fuego.
Primero se inclinó hacia las tesis de Putin tanto que trató a Zelenski de forma humillante en la Casa Blanca, a pesar de ser el líder del país invadido. Pero hace un mes parecía haberse hartado de las largas de Putin y aumentó la presión para luego volver a ceder al aceptar la cita. El miércoles aseguraba que Rusia se exponía a "serias consecuencias" si Putin no daba señales de querer acabar la guerra. Pero nada de lo que dice al final se sostiene más de 24 horas.
Insiste en que busca el final de la guerra pero no da garantías de que quiera evitar una capitulación. Lo que Putin ha logrado es que Trump le saque del ostracismo a cambio de trasladar la idea de que la guerra y la paz son asuntos que solo pueden resolver líderes como ellos, que rigen naciones poderosas. En el caso de Rusia ese poder es cada vez más frágil desde el punto de vista económico, aunque su arsenal nuclear es lo que la mantiene en la primera liga.
Qué ha logrado Putin
A Trump no le gusta que los medios lo planteen así pero de partida Putin se ha apuntado al menos dos tantos muy valiosos. En primer lugar, va a ser recibido por el país más poderoso del mundo, a pesar de que la Corte Penal Internacional ha dictado una orden de arresto por crímenes de guerra relacionados con la deportación ilegal de niños ucranianos a Rusia.
En segundo lugar, ha conseguido de facto la división de Occidente. EEUU deja a un lado a sus aliados europeos, y renuncia a exigir que Zelenski esté sentado en la mesa desde el primer momento. Es un paso que va en la dirección que desea Putin cuyo objetivo final es rediseñado la arquitectura de seguridad de Europa.
La presión de última hora de Europa
Este miércoles, el canciller alemán, Friedrich Merz, organizó una reunión de última hora para convencer a Trump de que no cayera en la trampa de Putin. Los líderes de Ucrania, Polonia, Francia, Italia, Reino Unido y Finlandia se conectaron de forma remota con el presidente estadounidense. Intentaron convencerlo de que no firmara nada sin el consentimiento de Kiev y los europeos. También le trasladaron que es vital que los rusos acuden un alto el fuego antes de iniciar las conversaciones de paz propiamente dichas.
Los líderes europeos también presionaron para que el acuerdo incluyera garantías de seguridad occidentales para los ucranianos. Es vital que Ucrania no tenga que limitar sus Fuerzas Armadas y que cuente con el apoyo de potencias nucleares que ponen freno a las ambiciones del Kremlin en el futuro. En parte para no influir en Trump, la UE no respondió a los aranceles del 15 % recientemente introducidos por Estados Unidos sobre las importaciones de productos europeos.
En Alaska también se verá si Trump ha tomado en serio la voz de Europa y de Zelenski, quien estuvo el miércoles en Berlín con Merz y el jueves en Londres con Starmer. Cuando se acordó la cumbre, Trump habló de un "intercambio de territorios" entre Kiev y Moscú: algo que hizo saltar las alarmas en Kiev.
No hay intercambio posible porque Ucrania no posee territorios en Rusia así que de lo que se trata es de ceder todo el Donbás. Es allí donde Ucrania ha construido sus fortificaciones la ultima década. Quedarás a expensas de Rusia a corto plazo. También aspira a quedarse con los territorios bajo su control en Zaporiya y Jersón. Ante los europeos, Trump dio a entender que solo se tratará de territorios con Ucrania pero hay una gran desconfianza.
Demandas maximalistas de Putin
Aún así, el objetivo de Putin va más allá de los territorios. Como dijo desde el anuncio de la invasión de Ucrania, lo que sigue llamando operación militar especial, es la desmilitarización de Ucrania y su “desnazificación”, es decir, la instauración en Kiev de un Gobierno afín a él. El Kremlin también aspira a que Ucrania no pueda entrar en la OTAN, e incluso a que la Alianza Atlántica ponga el reloj en 1997. Es decir, que se retiren las tropas aliadas del flanco oriental.
El plan de Putin, que cuenta con asesores como Kirill Dimitriev que conocen muy bien Estados Unidos, es elevar la apuesta. Sus demandas son maximalistas, inaceptables para Zelenski. Putin es quien no acepta una exigencia fundamental, el alto el fuego, pero pone sobre la mesa unas condiciones que sabe que serán rechazadas. Así, como un prestidigitador, da la vuelta al tablero para que parezca que es Zelenski el que rechaza la paz.
Lo explicaba bien Andrei Gromiko, que fue varias veces ministros de Exteriores en la URSS: "Primero pide el máximo, algo que no ha sido tuyo y no te corresponde. Luego plantea ultimátums y amenazas. Y por último manténte firme en las negociaciones porque en Occidente siempre habrá quienes cedan algo, así que obtendrás algo que no tenías".
Con mucho tacto, los europeos, especialmente aquellos con los que tiene una relación más cercana como el finlandés Stubb, le han trasladado a Trump que ha de tener cuidado con Putin. Sin embargo, en la Administración de EEUU no quedan ya especialistas en Rusia, según ha confirmado Financial Times. Aún no ha nombrado embajadores en Moscú y Kiev.
La agenda de Trump
Su base MAGA quiere que Trump acabe con una guerra que ven lejana y cara para EEUU, aunque los republicanos en el Congreso han estado muy comprometidos con Ucrania. "Se trata de un conflicto étnico en el que no tenemos ningún interés. Estados Unidos está endeudado hasta las cejas, no puede permitirse financiar esta guerra", decía Steve Cortes, un influyente periodista de Fox News en un evento de los MEGA en Varsovia. Ahora son los europeos los que están pagando por los suministros de armamento de EEUU a Ucrania, como suele recordar Trump. También insiste en que ha conseguido el aumento del presupuesto en defensa de los países de la OTAN.
Trump sueña con el Nobel de la Paz, una razón que explica que haya aceptado este encuentro con Putin. Ahora insiste en que el encuentro realmente importante será el segundo, al que asistirán Zelenski, en el caso de que Alaska no se salde con un fracaso. Según fuentes diplomáticas europeas, es posible que haya previamente otra reunión entre Putin y Trump en territorio ruso.
El vis a vis de Alaska es "el mayor test sobre el estilo personal y único de la diplomacia trumpiana", y un claro ejemplo de lo impredecible que se ha vuelto la política internacional, en palabras de The Economist. Los más pesimistas recuerdan con temor la entrevista que sostuvieron en julio de 2018 en Helsinki, cuando Trump acabó confiando en la versión de Putin sobre la interferencia rusa en las elecciones en EEUU, contradiciendo a los servicios de Inteligencia de su país.
Desde 2018, Trump se ha consolidado como líder en EEUU al volver a ganar la Presidencia, y cuenta con más experiencia internacional. El problema es que tiene una agenda propia que ya no es la agenda de Occidente. De Alaska nadie espera una solución a la guerra pero sí puede marcar un punto de inflexión. A Putin realmente le interesa seguir con la guerra. Como buen negociador, Trump debería darse cuenta.
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