La última vez que Siham intentó ver a su hermana, la misión acabó en fracaso. Era día festivo y no había visitas. La espera se hace larga, cargada de incertidumbre y miedo. Ibtissam Betty Lachgar, activista feminista laica, superviviente de cáncer y militante incansable por los derechos de las mujeres, acaba de ser condenada a dos años y medio de cárcel en Marruecos por blasfemia. Su “delito” fue lucir una camiseta con el rótulo “Alá es feminista”.

"No he podido verla en el locutorio porque era festivo", cuenta Siham. "Esperamos, por supuesto, su liberación rápida, pero mientras esté en prisión deseamos al menos una mejora en sus condiciones de detención, sobre todo dado su estado de salud crítico e inquietante".

El estado físico de Betty es alarmante. Siham describe, casi como un inventario médico, las heridas que la cárcel amenaza con agravar. "Como superviviente de un cáncer de huesos, sufre una enfermedad de larga duración y se encuentra en situación de discapacidad. Ya no tiene húmero en el brazo izquierdo y lleva una prótesis que tiene casi 30 años", relata. Esa prótesis, desgastada por el tiempo, está al borde de ceder. "Riesgo de infección y de perforación de la piel. Su prótesis casi no se sostiene y una operación es más que necesaria, bajo riesgo de perder el brazo".

Mientras la familia lucha por visibilizar su situación, el sistema penitenciario marroquí permanece impasible. Las organizaciones de derechos humanos alertan sobre las condiciones de detención y la vulnerabilidad extrema de la activista.

La lucha continúa frente a esta injusticia inhumana

Ibtissam Betty Lachgar

Un combate que no se detiene

El caso de Betty ha encendido una mecha que atraviesa fronteras. Desde Marruecos hasta Francia, España, Reino Unido y Canadá, colectivos feministas, organizaciones laicas y defensores de derechos humanos exigen su liberación inmediata.

"Tras la conmoción, el shock y la rabia, no vamos a rendirnos. La lucha continúa frente a esta injusticia inhumana", proclama Siham. "La defensa va a recurrir y, de nuestro lado, seguiremos movilizándonos en Marruecos y en todas partes".

Betty no es una desconocida en los círculos del activismo feminista. Desde hace más de dos décadas, su voz resuena contra las injusticias y las discriminaciones. "Es una militante feminista laica y universalista que lucha desde hace más de 20 años en Marruecos y en otros lugares por los mismos derechos para las mujeres en todo el mundo", subraya Siham.

La describe como alguien que nunca conoció fronteras: "Está en el terreno, en la calle, junto a todas las personas que necesitan ayuda y acompañamiento". Además de su trabajo de base, Betty participa en conferencias, coloquios y manifestaciones en numerosos países. "Mi hermana consagra su vida, su energía, a defender ideas".

Una justicia cuestionada

El caso de Betty Laghdar reaviva un debate recurrente en Marruecos: los límites de la libertad de expresión frente a las leyes que castigan la blasfemia. El Código Penal marroquí sanciona severamente las ofensas a la religión oficial del Estado, el islam, con penas que pueden alcanzar hasta tres años de prisión.

En los últimos años, varias personas han sido procesadas bajo cargos similares, en un contexto que organizaciones como Amnistía Internacional califican de "represión sistemática de la disidencia".

Para Siham, no se trata solo de la inocencia de su hermana, sino de algo más profundo: la lucha por el derecho a pensar, criticar y disentir. "Ella lucha contra las injusticias y lleva a cabo numerosas acciones para crear debates sociales, discusiones que hagan avanzar las cosas", dice. La familia espera que el recurso prospere. Entretanto, Betty permanece entre los muros de la prisión, con una salud frágil y un futuro incierto. Afuera, su nombre se ha convertido en bandera.