Diez días después del inicio del asalto a Ciudad de Gaza, las tropas israelíes se aproximan al centro de una urbe en la que residen aún varios cientos de miles de personas, sin destino al que huir. El avance israelí, con blindados que irrumpen en el devastado callejero de la ciudad, se enfrenta ahora al territorio más hostil, el epicentro de la resistencia de Hamás. El gobierno de Benjamin Netanyahu insiste en la “victoria total” mientras la comunidad internacional intenta impulsar, con escaso éxito, unas negociaciones de alto el fuego. Sobre el terreno, el combate se parece cada vez más a una guerra de guerrillas, elevando el coste humano de la castigada población gazatí y el desgaste político del primer ministro israelí.
“Hamas no es un ejército regular. Sigue tácticas de guerrilla”, responde a El Independiente Tamer Karmout, profesor asociado del Doha Institute for Graduate Studies. “Lo que probablemente veremos serán combates más pequeños, calle por calle, y emboscadas, igual que hasta ahora, pero no a gran escala. En estos momentos, los israelíes ya controlan gran parte de la ciudad de Gaza, por lo que solo estamos hablando de la zona occidental de Gaza, alrededor del hospital Al Shifa, y algunas partes más cercanas a la costa, que aún no están bajo control israelí”, vaticina Karmout.
Ataques sorpresa y tácticas de guerrilla
“Hasta ahora no se ha observado ningún cambio en la estrategia de Hamás en la ciudad de Gaza. No ha habido enfrentamientos directos a gran escala con las fuerzas israelíes”, advierte en conversación con este diario Nasser Khdour, subdirector de investigación para Oriente Medio en ACLED (Armed Conflict Location & Event Data), un observatorio global sobre conflictos. “Esta semana, células de Hamás llevaron a cabo ataques sorpresa contra las fuerzas israelíes, incluidos dos mortales en el norte de la ciudad de Gaza. En términos generales, desde el fin del alto el fuego el pasado marzo, Hamás ha recurrido en gran medida a tácticas de guerrilla durante las operaciones terrestres de las Fuerzas de Defensa de Israel en Rafah, Jan Yunis y el norte de Gaza”, agrega. Las acciones incluyen “el uso de bombas en las carreteras, artefactos explosivos improvisados colocados en edificios y estructuras, y ataques sorpresa con lanzagranadas y francotiradores”.
“Los combatientes de Hamás también utilizaron túneles para llevar a cabo algunos ataques a gran escala contra las fuerzas israelíes y objetivos dentro de la Franja de Gaza. La avanzada tecnología y vigilancia de Israel dificultan mucho los movimientos de los combatientes de Hamás en la superficie. Por lo tanto, los combatientes de Hamás seguirían dependiendo de sus túneles para esconderse y lanzar ataques sorpresa”, vaticina Khdour. Tras la escalada de operaciones militares y ataques aéreos que sucedió a la ruptura israelí de la tregua en marzo, el ejército hebrero controla hoy el 75% del enclave palestino.
Miles de combatientes en Ciudad de Gaza
La capacidad israelí de avanzar, incluso en un escenario marcado por la fatiga de dos años de operaciones militares, no parece estar en duda. Pero, aunque severamente debilitado, el ala militar de Hamás, las brigadas Al Qasam, mantienen su estructura. La escala de la devastación, que ha borrado del mapa a familias enteras, sirve de combustible para el reclutamiento de nuevos combatientes del grupo y de otras organizaciones afines que operan en la Franja. Según estimaciones recientes del ejército israelí, unos 3000 combatientes de Hamás siguen activos en Ciudad de Gaza. Otras fuentes del propio movimiento islamista lo elevan a 5.000.
En los últimos meses, Hamás ha reconstruido parte de su capacidad militar y ha reclutado a nuevos miembros
“Hamás dispone todavía de miles de combatientes en Ciudad de Gaza. En los últimos meses, el grupo ha reconstruido parte de su capacidad militar y ha reclutado a nuevos miembros. Las últimas operaciones importantes de las Fuerzas de Defensa de Israel en las zonas central y occidental de Ciudad de Gaza tuvieron lugar hace casi un año y medio. Desde entonces, las tropas israelíes no han llevado a cabo incursiones profundas en zonas como Remal, el campo de Ash Shati y Daraj y Sabra, que durante mucho tiempo han sido el hogar de los batallones más fuertes de Hamás”, confirma Khdour. “Sin embargo, es posible que muchos de los combatientes de Hamás hayan abandonado Ciudad de Gaza, ya que el grupo parece centrado en sobrevivir y mantener su posición como la fuerza palestina más poderosa de Gaza una vez que termine la guerra”.
Lo que complica la campaña es la población civil atrapada y la imposibilidad de vaciar el campo de batalla de civiles. “Su problema es con la población, porque la gente no está abandonando la Franja hacia el sur. No están abandonando Gaza, como ordenan los israelíes, hacia la región de Al Mawasi, porque no tienen nada que perder ni nada que temer ahora, ya que lo han perdido todo”, desliza Karmout. “Al Mawasi, en el centro de Gaza, está totalmente ocupada y superpoblada. No hay espacio para que los palestinos vayan allí. Además, incluso si fueran allí, no hay garantías de que no fueran atacados”, agrega.
Una población civil atrapada
“El dilema de Israel es la población, que todavía hay cientos de miles de habitantes de Gaza que no abandonan la ciudad, a pesar de todos los bombardeos, la intimidación y los ataques terroristas de Israel. El dilema es que hay civiles atrapados en la ciudad frente a un ejército en movimiento que quiere que se vayan, pero ellos no se van. Hamás no es tan importante en este panorama. Hamás es una guerrilla: desaparecerá; atacará y hará emboscadas. Pero, sin duda, esto no detendrá realmente el avance del ejército israelí si quiere avanzar hasta el final”, recalca.
Los últimos movimientos han acercado columnas acorazadas a nodos neurálgicos —nudos viales, complejos hospitalarios, instalaciones de la ONU— a medida que barrios enteros se vacían o quedan completamente destruidos. La promesa militar esbozada por Netanyahu -que este viernes volvió a musitar en la Asamblea General de la ONU: “eliminar terroristas” y rescatar a los rehenes- colisiona con los límites físicos de la urbe: edificios altos, patios internos, callejones sin salida, techos conectados y una red de túneles subterráneos que los israelíes no han llegado a conocer en toda su extensión en 24 meses de ofensiva. Para tratar de desactivar los peligros, los israelíes han recurrido a ingenieros, zapadores y drones.
El asalto de Hamás en agosto a una instalación israelí en Jan Yunis, en el que se utilizaron armas pesadas y se intentó secuestrar a varios soldados, ilustra la capacidad del grupo para mantener operaciones complejas
Hamás -tras pérdidas cuantiosas y decapitaciones selectivas en su cúpula militar, incluidos los que durante años diseñaron su estrategia y el ataque del 7 de octubre de 2023- ha pivotado hacia lo que mejor se ajusta a sus recursos: células descentralizadas, artefactos explosivos improvisados fabricados incluso con restos de munición, francotiradores y emboscadas desde lo que queda de su red de túneles. La orden estratégica —ya anticipada por dirigentes militares antes de ser abatidos— fue abandonar la confrontación sostenida y forzar a Israel a un desgaste administrado.
En la superficie, el manual israelí se adapta: inspección previa de posiciones, neutralización de trampas, empleo de demoliciones preventivas (a menudo con apoyo de contratistas civiles), empleo puntual de vehículos no tripulados cargados de explosivos y drones con altavoces que diseminan órdenes o siembran pánico para despejar corredores. La táctica reduce las bajas propias, pero ralentiza el tempo, ensancha la logística y hace más visibles los costes humanitarios.
Netanyahu, en contra de la cúpula militar israelí y de las declaraciones de Donald Trump, mantiene el impulso de la guerra. “Israel debe terminar su trabajo en Gaza”, subrayó este viernes desde Nueva York. Pero una serie de obstáculos se interponen en su camino. El primero es el de una guerrilla que no necesita “ganar”, solo durar. “Hamas no es un rival simétrico”, apunta Karmout. Le basta con erosionar el ritmo, encarecer cada cruce y sobrevivir para reclamar narrativa. Cada “re-clearing” —volver a despejar áreas ya tomadas— es una ventana a nuevas emboscadas, y cada baja o imagen desde un hospital en combate alimenta la guerra política que ocurre fuera.
Los obstáculos del plan de Netanyahu
“El asalto de Hamás en agosto a una instalación israelí en Jan Yunis, en el que se utilizaron armas pesadas y se intentó secuestrar a varios soldados, ilustra la capacidad del grupo para mantener operaciones complejas casi dos años después del inicio de la guerra”, sostienen desde ACLED.
El segundo es el coste humanitario como hipoteca política. El bloqueo de la ayuda, los desplazamientos masivos, la hambruna y los tiroteos en puntos de distribución han generado una indignación y condena mundial, con la justicia internacional investigando ya el caso como genocidio que encierra a Israel en un marco defensivo. Aunque el gobierno sostenga que así se aísla a Hamas de recursos, la reputación internacional y la relación con aliados pagan un precio creciente. El tercero de los obstáculos para Netanyahu es que la estrategia de control a largo plazo —consistente en debilitar a Hamás, bloquear cualquier autoridad palestina alternativa y administrar Gaza desde la seguridad— crea una trampa: sin sustituto viable, el vacío lo llenan clanes, bandas y comités de emergencia vinculados al grupo, lo que lleva a la insurgencia. A ellos se añade el coste interno de proseguir con una campaña de bombardeos indiscriminados que -según las familias de los 48 rehenes aún en Gaza, unos 20 con vida- son una condena a muerte de sus seres queridos.
Para Hamás, “cualquier supervivencia es una forma de victoria”
Dos años después, Hamás sigue ostentando el poder civil en la Franja. La organización presume de castigar a saqueadores y publicita las detenciones y ejecuciones de supuestos colaboracionistas con Israel para reforzar su legitimidad, mientras trata de preservar lo que queda de su aparato civil mediante unidades vestidas de civil y pagos en efectivo parciales a empleados y fuerzas de seguridad. Sin evidencias de que Hamás se esté apropiando de la escasa ayuda que llega al enclave, la consecuencia del bloqueo y el sistema de distribución de ayudas impuesto por Tel Aviv es el caos: precios disparados, mercado en efectivo y violencia intra palestina en ascenso. A falta de una autoridad alternativa con legitimidad, el orden es frágil y contestado.
La promesa de “destruir a Hamas” se enfrenta a a la narrativa de Hamás, en la que “cualquier supervivencia es una forma de victoria”. Hamas ha sido diezmado pero sigue ejerciendo un papel que condiciona los planes de posguerra. Y ha continuado golpeando a las tropas israelíes. Este miércoles el sargento primero Chalachew Shimon Demalash, de 21 años, murió por el disparo de un francotirador en un puesto improvisado en las afueras de Ciudad de Gaza. Desde el inicio de la guerra, han muerto 912 soldados, 465 de ellos en la Franja de Gaza. La cifra de muertos y las de los miles de reservistas que regresan con problemas de salud mental no parecen suscitar conmoción en la sociedad israelí aunque las encuestas dibujan una amplia mayoría -por encima del 70%- favorable a firmar un alto el fuego.
"Israel no tiene ninguna alternativa a Hamás"
“Las fuerzas israelíes necesitarían meses para controlar totalmente Ciudad de Gaza. Hamás seguiría aprovechando los túneles y el factor sorpresa para llevar a cabo ataques. Las Fuerzas de Defensa de Israel también podrían enfrentarse a retos a la hora de vaciar la ciudad de Gaza de residentes. Aunque la mayoría de los habitantes de Gaza se hayan marchado, podrían quedar decenas de miles. Además, una de las mayores preocupaciones son los rehenes israelíes que se encuentran en la ciudad, a los que Israel está teniendo en cuenta para mantenerlos con vida”, admite Khdour.
El plan de hacer inhabitable el enclave y empujar a la población hacia la emigración —bajo el eufemismo de “voluntaria”— sobrevuela a la extrema derecha israelí desde hace años. En la práctica, la destrucción a gran escala y la ausencia de un plan de estabilización alimentan una estrategia del caos más que un tránsito hacia la paz. “Con pocas perspectivas de eliminar por completo a Hamás, el Gobierno israelí está aplicando una estrategia de control a largo plazo: debilitar a Hamás y bloquear al mismo tiempo cualquier otra forma de gobierno palestino, empujar a Gaza hacia condiciones insoportables para fomentar la emigración voluntaria y, en última instancia, obstaculizar cualquier vía hacia la soberanía palestina”, apunta un informe reciente del ACLED. “Desde la creación de Israel, la estrategia de seguridad nacional del país se ha centrado en guerras cortas y decisivas. Sin embargo, después de casi dos años, las Fuerzas de Defensa de Israel siguen inmersas en una guerra de desgaste en Gaza, durante la cual el Gobierno israelí se ha negado a frenar la acción militar o a desarrollar planes para la estabilización posguerra del enclave”.
“Los retos de Israel podrían no terminar en Ciudad de Gaza. La pregunta principal para la estrategia israelí es: incluso si logran controlar la urbe, ¿cuál es el siguiente paso?”, se pregunta el experto. “Israel no tiene ninguna alternativa a Hamás ni una visión clara para el día después. Las fuerzas israelíes no pueden permanecer desplegadas en la ciudad de Gaza en particular ni en la Franja de Gaza en general durante años, ya que las FDI evitan responsabilizarse de la vida cotidiana de los habitantes de Gaza. Además, Hamás sigue teniendo ventajas con los rehenes que quedan y mantiene bastiones en otras zonas, sobre todo en Deir al Balah. Al final, Netanyahu parece enfrentarse a una presión internacional y nacional cada vez mayor para que cambie su política, especialmente con las elecciones israelíes previstas para dentro de un año”, concluye.
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