Donald Trump lo presentó como un acuerdo “histórico” para poner fin a la guerra en Gaza. “Uno de los grandes días de la civilización”, dijo sin inmutarse. Lo hizo flanqueado por Benjamin Netanyahu, que esta vez dijo “sí” aunque agregó matices antes de abandonar Estados Unidos. Sobre la mesa, veinte puntos que prometen desescalar la guerra más sangrienta de la historia de la Franja: liberación inmediata de rehenes, una retirada israelí por fases y la creación de un consejo palestino “tecnocrático y apolítico”, supervisado por una “Junta de Paz” encabezada por el propio Trump y Tony Blair.

El enunciado suena solemne. El contenido está plagado de ambigüedades y de un contexto completamente envenenado, tras una operación militar israelí que se ha cobrado más de 66.000 vidas palestinas y ha sido ya catalogado como genocidio por el Comité de Investigación de la ONU y un siglo de conflicto en el que episodios similares acabaron en fiasco, alimentando una radicalización a cada lado de las trincheras.

El único plan posible o la continuación de la guerra

“Es esto o la guerra”, responde el analista Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson, en declaraciones a El Independiente. “Hamás tiene dos opciones: aceptarlo o rechazarlo. Con el equilibrio de poder actual, y con el apoyo oficial de países árabes e islámicos, no tiene margen de maniobra. En Gaza, muchos lo ven como la única vía inmediata para detener la guerra”. El movimiento islamista palestino tiene “entre tres o cuatro días”, según los cálculos de Trump, para elaborar una respuesta en la que trabaja el equipo de mediación integrado por Qatar, Egipto y desde este martes Turquía. La incorporación de un actor que es leída como un ejercicio de presión sobre Hamás.

La paradoja es que la propuesta, aunque respaldada por países árabes y musulmanes, nació sin consulta alguna a los palestinos, ni siquiera a la Autoridad Nacional Palestina. La liberación de todos los rehenes en 72 horas arrebata a Hamás su principal baza negociadora, en un territorio donde el recuerdo de treguas rotas por Israel está demasiado fresco. En marzo de 2025, sin ir más lejos, Tel Aviv quebró unilateralmente la tregua sacrificando la liberación de los rehenes recogidos en la segunda fase.

Un plan modificado 'in extremis' por Netanyahu con el rechazo árabe

Este martes Qatar admitió en público que el plan "aún necesita aclaraciones y detalles adicionales" que se tienen que "negociar". El acuerdo, matizó, necesita de "un debate detallado" para saber "cómo implementar" los puntos de la propuesta, sin detallar públicamente cuáles son los conflictivos. Lo dijo el primer ministro de Qatar, el jeque Mohammed bin Abdulrahman bin Jassim al Zani, en una entrevista a Al Yazira.

Las declaraciones de Qatar se producen después de que fuentes conocedoras del proceso de gestación del plan de Trump denunciaran que el documento presentado finalmente "contenía cambios significativos solicitados por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, lo que enfureció a los funcionarios árabes involucrados en las negociaciones".

Entre los cambios, la nueva propuesta vincula la retirada de Israel al progreso del desarme de Hamás y otorga a Israel derecho de veto sobre el proceso. Incluso si se cumplen todas las condiciones y se completan las tres fases de la retirada, las fuerzas israelíes seguirán dentro de un perímetro de seguridad en Gaza "hasta que Gaza esté debidamente protegida de cualquier amenaza terrorista resurgente", lo que podría significar indefinidamente. Según fuentes bien informadas y citadas por la web, los funcionarios de Arabia Saudí, Egipto, Jordania y Turquía se mostraron furiosos por los cambios.

Una lógica colonial

Otros ven en el documento más trampas que salidas. Muhannad Ayyash, profesor de Sociología de la universidad canadiense de Mount Royal, no titubea: “Esto no es un acuerdo de paz. No nombra la causa raíz de la violencia, la colonización y ocupación. Es un prototípico plan colonial. Trump y Blair dictan la agenda, y una élite palestina hace el trabajo sucio. Se priva a los palestinos de su derecho inalienable a gobernarse en función de sus aspiraciones”.

Para Ayyash, el plan supone, en realidad, una derrota parcial de Israel: “Reconoce que su intento de conquista absoluta de Gaza ha fracasado. Pero le da tiempo para vaciar de contenido la soberanía palestina a largo plazo”.

La pregunta clave: ¿plan serio o pretexto para ganar tiempo?

El historiador James Gelvin lanza la duda central: “¿Es una propuesta seria o es una trampa para permitir que Israel y Estados Unidos culpen a Hamás de su fracaso y que Israel continúe con sus operaciones? Hay muchos aspectos del plan que serán inaceptables para Hamás: la retirada inmediata de las fuerzas israelíes, el reconocimiento vago de las aspiraciones nacionales palestinas sin un compromiso firme y oportuno con la creación de un Estado, la condicionalidad del cumplimiento por parte de Israel al 'buen comportamiento' de Hamás, la ausencia de papel para el recién desarmado Hamás en un futuro gobierno. Gran parte del plan depende de países a los que no se ha consultado, pero que, se supone, estarían dispuestos a aportar el dinero y poner en peligro a sus ciudadanos para llevarlo a cabo”, desliza.

(I-D) El líder laborista Sir Keir Starme, y los ex primer ministros Tony Blair, Gordon Brown y Boris Johnson durante el acto de proclamación de Carlos III como rey de Inglaterra.
(I-D) El líder laborista Sir Keir Starme, y los ex primer ministros Tony Blair, Gordon Brown y Boris Johnson durante el acto de proclamación de Carlos III como rey de Inglaterra. | EUROPA PRESS

Blair, un árbitro con mochila

El regreso de Tony Blair al tablero palestino genera, además, una desconfianza generalizada. Para muchos palestinos, su nombre evoca tres fantasmas: la invasión de Irak en 2003, sus ocho años como enviado del Cuarteto -EEUU, Rusia, la UE y la ONU- sin resultados tangibles y la sombra del Reino Unido como ex potencia colonial de Palestina. “Algunas partes del plan son ridículas. ¿Una «Junta de Paz» dirigida por Donald Trump con Blair?”, critica Gelvin.

Las preguntas sin respuesta

Ni Trump ni Netanyahu aceptaron preguntas de los periodistas la noche del lunes. La lista de incógnitas es tan extensa como el plan mismo: ¿Quién elegirá al comité palestino tecnocrático y apolítico? ¿Qué países enviarán la fuerza internacional y con qué mandato? ¿Se enfrentarán a Hamás o protegerán a civiles frente a Israel? ¿Quién certificará que la Autoridad Palestina ha hecho las “reformas” exigidas? ¿Cuándo se retirará Israel? ¿Quién decidirá que Gaza “ya está segura” ¿Habrá un Estado palestino o solo la promesa vaga de discutirlo algún día?.

El plan establece la Fuerza Internacional de Estabilización (ISF) temporal que se desplegará inmediatamente en Gaza y la creación de una fuerza policial supervisada por Jordania y Egipto, “que tienen una amplia experiencia en este campo”. “¿En qué campo? ¿Matar islamistas? ¿Reprimir a la población? Trump solo tiene que culparse a sí mismo por el fracaso de este plan. Prometió plantarle cara a Netanyahu, pero acabó cediendo ante el primer ministro. ¿Mi predicción? Este marco seguirá el camino de los anteriores planes de alto el fuego: Israel continuará su campaña contra Ciudad de Gaza, el aislamiento de Israel por parte de la comunidad internacional continuará y se ampliará, y Trump no ganará el Premio Nobel por llevar la paz a Gaza”, responde Gelvin.

El frente interno israelí

Mientras, en Israel, la iniciativa amenaza con abrir grietas en la coalición de gobierno. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, lo ha calificado de “fracaso diplomático” que “acabará en lágrimas”. A su juicio, “volver al concepto de Oslo” y “entregar la seguridad a extranjeros” es condenar a las próximas generaciones a “luchar otra vez en Gaza”.

“Nuestros hijos se verán obligados a volver a luchar en Gaza”, declaró Smotrich. El ministro, uno de los más extremistas del Ejecutivo de Netanyahu, censuró “la realidad creada por la presión internacional, la destructiva campaña de secuestros, la reticencia inicial del Primer Ministro Netanyahu a ocupar Gaza y adoptar el plan original de Trump, la lentitud de los militares y la falta de éxito en llevar a los jefes del ejército a donde queremos que estén”. “ ¿No hay otra opción frente a todo esto y es esto lo máximo que se puede lograr en este momento?”, se preguntó aunque se comprometió a estudiar y valorar el plan.

Un pasado que también pesa y una desconfianza crónica

Los palestinos recuerdan con inquietud precedentes como el de Beirut en 1982, cuando la Organización para la Liberación de Palestina abandonó la ciudad bajo promesa de protección internacional. La fuerza extranjera se retiró y las masacres de Sabra y Chatila quedaron grabadas como un trauma colectivo. “En 1982, la OLP acordó retirar sus armas de Beirut, con la condición de que una fuerza internacional tomara el control de la ciudad y garantizara que Israel no entrara. La OLP se fue, la fuerza internacional se retiró, y ocurrieron las masacres de Sabra y Chatila… El plan propuesto exige la destrucción de los túneles y las armas, la evacuación de sus portadores y que la población de Gaza esté bajo la protección de una promesa. Prisioneros a cambio de una promesa”, denunció el activista y diplomático palestino Tamim al Barghouti.

A los episodios pasados se suman otros factores evidentes: la imprevisibilidad de Trump, que ha olvidado ahora el plan que planteó a principios de año para expulsar a los gazatíes de Gaza y construir la “Riviera de Oriente Próximo”. Nadie tiene garantías de que lo que establece ahora -el rechazo a la anexión israelí de Gaza y al destierro de los gazatíes- sea inamovible. La presencia de Netanyahu al frente de Israel también alimenta el escepticismo. El martes el primer israelí ya se desmarcó del plan inicial diciendo que no habrá Estado palestino, fiel a su promesa histórica. Una enorme falta de confianza, propia de un conflicto enquistado y cada vez más laberíntico, subyace en el fondo.

Para el abogado palestino Shahd Hammouri, “la necesidad de alcanzar un alto el fuego permanente para nuestro pueblo en Gaza es urgente, pero el plan propuesto viola los principios básicos del derecho internacional y permitirá a Israel continuar con su genocidio de muchas formas”. “La propuesta viola el derecho internacional establecido, incluida la Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia de 2024 sobre la ilegalidad de la ocupación israelí, las medidas provisionales y las conclusiones en Sudáfrica contra Israel, y el derecho internacional consuetudinario”, explica. “Los Estados que acepten este plan estarían en imposición ilegal de una nueva forma de ocupación: la propuesta de instalar un órgano de gobierno extranjero temporal que introduzca un régimen de seguridad constituye una nueva forma de ocupación extranjera, que viola el derecho de los palestinos a la autodeterminación. La inclusión de algunos representantes palestinos no niega el carácter fundamentalmente extranjero e impuesto del órgano”, apunta.

También advierte de que “los acuerdos firmados bajo coacción física son nulos según el derecho internacional”. “Aprovechar la superioridad militar para infligir un sufrimiento excesivo —que ha superado el umbral de un genocidio plausible— a una población colonizada bajo ocupación ilegal constituye tal coacción. Cualquier acuerdo alcanzado en estas condiciones sería legalmente inválido”, añade.

El veredicto final sobre el plan de Trump es desigual. Para algunos analistas, es el único papel posible en un tablero agotado por la guerra. Para otros, una cortina de humo que encubre la perpetuación del statu quo y una nueva forma de ocupación. A juicio de Hassan, “si Hamás no acepta, será un error estratégico”. “La población gazatí lo acoge con verdadera satisfacción. Dicen que es la única opción disponible en este momento para poner fin a la guerra. Si no lo acepta, Hamás perderá el apoyo de algunos países árabes e islámicos”. Un análisis que rebate Gelvin: “Aceptarlo es imposible. Es un fracaso garantizado”.