Gaza se ha convertido en una funeraria,
pero no hay asientos,
ni dolientes, ni cadáveres.
En los ataúdes no hay nada más que
lo que queda de la ropa de los muertos,
y en las paredes derruidas hay relojes
que no se han movido en catorce meses.

Mosab Abu Toha, poeta gazatí

Dos años después del inicio de la guerra, Gaza es un territorio en ruinas, completamente inhabitable. Los datos recopilados por Naciones Unidas y organismos independientes dibujan un panorama de devastación casi absoluta. Más del 80 por ciento de las estructuras han sido destruidas o dañadas; la economía, la sanidad y la educación han quedado aniquiladas; y las condiciones mínimas de vida desaparecieron bajo un bloqueo que no distingue entre objetivos militares y civiles. Más de 67.000 gazatíes han sido asesinados, entre ellos cerca de 19.500 menores de edad. Cerca de 170.000 habitantes han resultado heridos. Gaza tiene el mayor número de niños amputados per cápita del mundo.

Según la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), la ofensiva israelí ha reducido Gaza a un espacio inhabitable. De los 22 centros de salud gestionados por la organización, solo cuatro siguen operativos. Casi el 90 por ciento de los sistemas de agua y saneamiento han sido destruidos o severamente dañados, y el 98 por ciento de las tierras agrícolas están arrasadas o inaccesibles. En la práctica, Gaza ya no produce ni alimentos ni agua limpia.

Las cifras humanitarias son igual de estremecedoras: 845 personas murieron mientras buscaban refugio en instalaciones de la ONU, y más de 370 trabajadores humanitarios de la propia UNRWA han sido asesinados. Los ataques contra personal médico y sanitario superan los 790 incidentes registrados. Más de medio millón de mujeres y niñas carecen de material de higiene menstrual, y el 60 por ciento de los hogares no tiene acceso a jabón.

660.000 niños sin tres años de escuela

La basura se acumula en las calles: cuatro de cada diez familias viven cerca de residuos sin recoger, en un entorno propicio para epidemias. Unos 660.000 niños llevan tres años consecutivos sin poder asistir a la escuela, mientras el 92 por ciento de los edificios escolares necesita una reconstrucción completa o profunda. Cerca del 90 por ciento de las escuelas de UNRWA han sido destruidas o dañadas. En respuesta, más de medio millón de menores participan en actividades de apoyo psicológico para intentar sobrellevar los traumas de la guerra.

En el terreno militar, el mapa de Gaza también se ha transformado. De acuerdo con el observatorio de conflictos ACLED, Israel controla ya el 75 por ciento del territorio. Desde que rompió unilateralmente el alto el fuego en marzo de 2025, la ofensiva terrestre se ha intensificado con una estrategia de “limpieza y demolición”: más del 40 por ciento de las demoliciones registradas en la guerra se han producido después del final de aquella tregua. Las operaciones no solo han destruido túneles y refugios, sino también barrios enteros, carreteras y edificios civiles, generando un terreno intransitable.

Entre marzo y septiembre de 2025, las fuerzas israelíes lanzaron más de 3.500 bombardeos sobre la Franja. En apenas seis meses, más de 12.000 personas han muerto, la mayoría civiles, según estimaciones cruzadas de Naciones Unidas y ACLED. En ese mismo periodo, los enfrentamientos armados entre el ejército israelí y las milicias palestinas disminuyeron un 65 por ciento, pero las muertes de civiles aumentaron de forma sostenida, especialmente en los puntos de distribución de ayuda. Solo entre mayo y septiembre, más de 1.300 palestinos fueron asesinados mientras esperaban alimentos o medicinas cerca de los centros del Gaza Humanitarian Foundation, gestionados bajo supervisión israelí.

La destrucción de la Franja de Gaza, a vista de pájaro

Caos y una economía arrasada

El tejido institucional de Gaza se ha derrumbado. Más de 230 edificios gubernamentales han sido destruidos, junto con oficinas municipales, juzgados, estaciones de policía y redes eléctricas. Han muerto casi 800 agentes de seguridad, 170 trabajadores municipales y más de un centenar de miembros de defensa civil. Aun así, algunos servicios básicos subsisten de manera precaria: los municipios de Khan Yunis o Deir al-Balah mantienen equipos mínimos para retirar escombros o repartir agua, y el sistema sanitario funciona en condiciones de colapso.

La economía local está paralizada. El comercio se ha hundido y los desplazamientos entre zonas son casi imposibles. La falta de combustible, la escasez de efectivo y el cierre de los pasos fronterizos han convertido la supervivencia en un ejercicio de trueque. En los barrios del oeste de Gaza, los precios de los alimentos se han multiplicado por cinco y los hospitales improvisan generadores con restos de chatarra.

Jan Yunis y Rafah, dos años después

Israel ha convertido la ayuda humanitaria en una herramienta de presión. Durante 78 días consecutivos, no entró ningún convoy de asistencia, provocando un agravamiento crítico del hambre y la desnutrición. Antes de la guerra, entraban en Gaza unos 500 camiones diarios. Durante el último año y medio, la media ha sido de apenas 116.

Tel Aviv acusa a Hamas de desviar la ayuda, pero no existen pruebas verificables de un saqueo sistemático. Los datos de USAID y del propio ejército israelí, citados por The New York Times, confirman que no se ha detectado apropiación masiva de suministros. Lo que sí se ha registrado es un aumento del saqueo civil y de la violencia en torno a los convoyes, en un contexto de descomposición total del orden público.

El balance de dos años de guerra es desgarrador: Gaza ha sido desmantelada como espacio vital. La estrategia israelí de control territorial y castigo colectivo ha reducido la Franja a una ruina sin administración, sin servicios y sin horizonte político. Lo que comenzó como una ofensiva para destruir a Hamas ha derivado en la destrucción de todo un territorio.

Las ruinas hablan por sí solas: más de un millón y medio de desplazados, infraestructuras civiles arrasadas, hambre generalizada y una población exhausta. Lo que queda de Gaza no es un campo de batalla, sino el esqueleto de lo que una vez fue una comunidad.

Un niño palestino llora la muerte de su hermano en Gaza. | Efe

La magnitud de la devastación en Gaza

Alrededor del 80 % de las estructuras de Gaza han resultado dañadas o destruidas.

845 personas han perdido la vida mientras se refugiaban en instalaciones de la UNRWA.

Más de 370 miembros del personal de la UNRWA han perdido la vida.

Se han producido más de 790 ataques contra trabajadores sanitarios e infraestructuras médicas.

Solo cuatro de los 22 centros de salud de la UNRWA siguen operativos.

Más del 98 % de las tierras de cultivo han sufrido daños o son inaccesibles.

Casi el 90 % de los recursos hídricos y de saneamiento han sido destruidos o han sufrido daños.

500.000 mujeres y niñas carecen de productos de higiene menstrual.

Más del 60 % de los hogares no tienen acceso a jabón.

Más del 40 % de las familias viven cerca de residuos sin recoger.

660.000 niños no asisten a la escuela por tercer año consecutivo.

El 92 % de los edificios escolares necesitan una reconstrucción completa o una rehabilitación importante.

Alrededor del 90 % de las escuelas de la UNRWA han sido destruidas o dañadas.

Más de 500.000 niños han recibido apoyo psicosocial.