Israel mantiene el suspense. Las reuniones de Benjamin Netanyahu con su gabinete de seguridad y su gobierno se retrasaron durante horas. Debían haber dado el visto bueno al acuerdo de paz con Hamás pero a final de este jueves seguía sin haber resultado. Israel, además, ha trazado una línea roja: Marwan Barghouti, el carismático dirigente palestino encarcelado desde hace más de dos décadas, no saldrá de prisión. La decisión evidencia que la tregua alcanzada —una “primera fase” del plan de paz promovido por Donald Trump— tiene por delante numerosos escollos que salvar.

El pacto, celebrado con cautela por los mediadores de Qatar, Egipto y Turquía, pretende ser el inicio de un proceso de desescalada. “Crucemos los dedos”, decía ayer a El Independiente una fuente al tanto de las intensas negociaciones llevadas a cabo desde el lunes en la ciudad costera egipcia de Sharm el Sheij para cerrar los detalles del plan de 20 puntos propuesto por Trump. El acuerdo anunciado con nocturnidad, alrededor de la una de la madrugada del jueves, dio paso durante el día a momentos de confusión y aplazamientos. La firma definitiva, programada inicialmente para mediodía, fue cancelada hasta la reunión del gabinete de seguridad y el gobierno israelíes, que finalmente se celebraron ya entrada la noche en Jerusalén en lugar de a primera hora de la tarde, como se informó al principio.

El líder exiliado de Hamás en Gaza, Khalil al Hayya, afirmó haber recibido garantías de Estados Unidos y otros mediadores de que la guerra había terminado. Mientras tanto, el Gobierno israelí se reunía para ratificar el acuerdo, lo que allanaría el camino para que el alto el fuego entrara en vigor. Pero sin frutos tangibles.

La retirada de las tropas debería tener lugar en las primeras 24 horas a partir de la aprobación del plan por parte de Israel y en las posteriores 72 horas la liberación de los rehenes y de los prisioneros.

Una tregua con límites

A última hora Trump desde Washington, al inicio de la reunión de su gabinete, avanzó que viajaría a Egipto para asistir a la firma del acuerdo entre Israel y Hamás y que la liberación de los rehenes y el canje de prisioneros palestinos se produciría “entre el lunes y el martes” próximos. Un calendario que podría sufrir retrasos por los condicionamientos logísticos de una Franja devastada y la dificultad de Hamás de localizar a algunos de los 28 cadáveres de rehenes así como las reticencias de Israel para liberar a algunos de los presos reclamados por Hamás.

La primera fase del acuerdo incluye un alto el fuego inmediato, la liberación escalonada de rehenes israelíes y la salida parcial del ejército israelí de ciertas zonas de Gaza. En paralelo, Israel liberará a unos 1.950 presos palestinos, incluidos 250 que cumplen cadena perpetua. Sin embargo, Netanyahu ha dejado claro que el gesto no alcanzará a Marwan Barghouti, considerado por muchos palestinos como su “Mandela”. La exclusión del dirigente de Fatah, arrestado en 2002 y condenado a cuatro cadenas perpeturas, simboliza tanto los límites del acuerdo como la desconfianza estructural entre ambas partes. Barghouti, apreciado también en las filas de Hamás, está llamado a ser el sucesor de Mahmud Abás, el presidente de la Autoridad Palestina, que cumple los 90 años el próximo mes.

Hamás, por su parte, se compromete a entregar rehenes “cuando existan condiciones de terreno adecuadas”, una cláusula que Israel teme que se convierta en excusa para demoras o incumplimientos. “⁠La ocupación está tratando de manipular los plazos, las listas y algunos de los pasos acordados”, denunció ayer un portavoz del movimiento islamista palestino a la televisión qatarí Al Yazira. “⁠La ocupación debe cumplir con lo acordado, y pedimos a los mediadores que la presionen para que lo haga. Lo que entendimos de los mediadores es que el acuerdo marca el comienzo del fin de la guerra genocida en la Franja de Gaza. ⁠⁠⁠La ocupación sigue eludiendo las cuestiones relacionadas con la retirada, las listas de prisioneros y el retorno de los desplazados”, arguyó.

Celebración tras el anuncio de un acuerdo de paz en la Plaza de los Rehenes de Tel Aviv, Israel, este jueves. | Efe

En busca de garantías

El acuerdo, presentado por Washington como un avance “histórico”, tiene entre sus lagunas la falta de fechas ni mecanismos de verificación claros. “El problema no es la firma, sino la implementación”, advierte Hugh Lovatt, analista del European Council on Foreign Relations. “Israel podría frenar su retirada o reinterpretar el pacto mientras Hamás se aferra al poder en Gaza. Sin presión internacional real, este proceso puede naufragar rápidamente”.

Hamás asegura haber obtenido la garantía de Trump y de los países mediadores de que Israel no reanudará la guerra tras lograr el regreso a casa de los 48 rehenes. Pero la tentación sigue estando entre la élite israelí. “El acuerdo firmado ahora es un acuerdo para la liberación de rehenes. No implica nada sobre el futuro. En teoría, las fantasías podrían hacerse realidad: los emiratíes y sus aliados desmantelando túneles, la formación de un organismo internacional, Tony Blair gobernando Gaza. Todo esto podría suceder en teoría, pero no forma parte de las negociaciones tácticas actuales. Lo que tenemos ahora es un acuerdo sobre los rehenes y un alto el fuego mientras continúan las conversaciones de buena fe”, apunto Amit Segal, comentarista político israelí cercano a Netanyahu.”No hay una segunda fase. Eso está claro para todos, ¿verdad? La segunda fase podría producirse algún día, pero no tiene nada que ver con lo que se acaba de firmar”, aseveró.

En una entrevista a la Fox, el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Gideon Sa'ar, afirmó que Israel está comprometido con el plan de Trump para un alto el fuego y que no tiene intención de reanudar la guerra una vez que se aplique el acuerdo.

No hay una segunda fase. Eso está claro para todos, ¿verdad? La segunda fase podría producirse algún día

El desenlace de las treguas previas alimentan las cautelas. Hay demasiados flecos y la desconfianza entre israelíes y palestinos es un abismo. A las listas de prisioneros que deben ser liberados se suma la retirada de las tropas. Israel se replegará hacia una “línea acordada” dentro de Gaza, sin abandonar del todo el territorio. El texto sugiere crear una autoridad tecnocrática, apoyada por países árabes, que administre Gaza tras el alto el fuego. Hamás se resiste a quedar marginado. Israel, en cambio, reclama la salida de sus líderes exiliados en Qatar como condición indispensable. También está cerrado el desarme del grupo islamista palestino.

Según la portavoz del gobierno israelí, Shosh Bedrosian, "las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) mantendrán el control de aproximadamente el 53 % del territorio de Gaza y se replegarán a la línea amarilla, según lo establecido en el plan de Trump". "Dentro de las 24 horas siguientes a la reunión del gabinete, comenzará un alto el fuego. A continuación, se establecerá un plazo de 72 horas para la liberación de todos los rehenes israelíes, vivos y fallecidos, y su regreso a Israel. Estamos preparados para la recepción en todas las condiciones, con especialistas y hospitales en alerta. La ayuda humanitaria (alimentos, medicamentos y combustible) entrará ahora en Gaza, coordinada por organizaciones internacionales y Egipto. Este acuerdo marca un paso histórico, logrado gracias a la amplia mediación de Qatar, Estados Unidos, Egipto y el apoyo de Turquí".

El riesgo de sabotaje por ambos lados también entra dentro de la ecuación. Netanyahu ha logrado la aprobación del gabinete, pero enfrenta el rechazo de los ministros más ultraderechistas, como Itamar Ben-Gvir o Belazel Smotrich. Trump asegura haber ofrecido garantías personales a Hamás de que Israel no reanudará los ataques. Washington insiste en que el alto el fuego es irreversible, aunque no existe un documento internacional vinculante.

“La clave para el éxito del alto el fuego es si los planes pueden realmente aplicarse y si ambas partes cumplen su parte del acuerdo. Hay cuestiones pendientes, por ejemplo, los criterios para la desmilitarización de Gaza, el despliegue de una fuerza internacional de estabilización, las garantías internacionales y las intenciones del Gobierno israelí. Las tensiones dentro del Gobierno israelí, especialmente el anuncio por parte del socio de la coalición de derecha de que votaría en contra del acuerdo, son otro obstáculo que pondrá a prueba la resistencia del plan de alto el fuego”, subraya Lovatt.

Humo por un bombardeo este jueves en Ciudad de Gaza. | Efe

Un optimismo cauteloso

Hace veinte años, Mahmud Abás y Ariel Sharon estrechaban las manos en Sharm el Sheij, prometiendo el fin de la intifada que durante los cuatro años previos había dejado 4.500 muertos. Entonces también se habló de “momento histórico”. La violencia volvió semanas después. El nuevo acuerdo, con su equilibrio precario y su falta de garantías, recuerda demasiado a aquel gesto.

Este jueves, París acogió una reunión internacional sobre el “orden posguerra” en Gaza. Estados Unidos, Francia, Egipto y la Unión Europea coincidieron en la necesidad de una fuerza internacional de estabilización y de un plan de reconstrucción humanitaria. “Estados Unidos y Europa deben seguir participando activamente en la aplicación de los planes de alto el fuego. La presión de Estados Unidos es fundamental, pero los europeos deben apoyar activamente de forma condicional. Este apoyo debe estar condicionado a la aceptación explícita por parte de Israel de una retirada total de Gaza y al compromiso de seguir una vía política genuina. Sin ello, es probable que el proceso se desmorone y Europa corra el riesgo de quedar atrapada en él como ejecutora de la ocupación israelí a la fuerza”, agrega.

La paz, por ahora, es un palabra que se antoja lejana en la Franja de Gaza, sometida aún a la operación militar israelí. Los uniformados abrieron ayer fuego contra los gazatíes que, animados por las noticias del alto el fuego, desfilaban hacia sus viviendas. Israel ha dado luz verde, Hamás ha aceptado los términos iniciales y Trump celebra su logro. Pero en ambos bandos prevalece el cálculo sobre la convicción. El fantasma de una tregua sin confianza ni presiones y una región acostumbrada a ver los acuerdos nacer con fecha de caducidad.