El Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), del que dependen más de 40 millones de personas en Estados Unidos –entre ellas, unos 10 millones de latinos–, ha quedado desde este sábado sin financiación federal debido al cierre del Gobierno federal. La incertidumbre sobre la continuidad del programa se ha trasladado inmediatamente a los beneficiarios y a los servicios locales de asistencia alimentaria.

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Dos jueces federales ordenaron el viernes a la Administración que explore vías para usar fondos de emergencia y mantener los subsidios, en contraste con las instrucciones previas del Departamento de Agricultura (USDA), que avisó a los estados de que no dispondría de más recursos a partir del 1 de noviembre. En un mensaje en Truth Social, el presidente Donald Trump aseguró que ha pedido a la Fiscalía General que solicite al tribunal “que aclare cómo podemos financiar legalmente el programa SNAP lo antes posible”.

La decisión podría demorarse hasta el lunes, cuando vence el plazo para que el Ejecutivo presente propuestas. El retraso ha provocado que numerosos estados hayan comenzado a transferir recursos a bancos de alimentos y organizaciones locales para cubrir necesidades urgentes. Solo en Florida, la organización Feeding South Florida (FSF) ha visto duplicarse el número de personas que acuden en busca de ayuda desde principios de octubre.

Efecto dominó

“La gente está muy decaída, deprimida y con el ánimo por los suelos”, declaraba a Efe Paco Vélez, presidente y director ejecutivo de FSF. “Estamos atendiendo unas 150 personas al día, frente a las 80 habituales de los últimos meses”.

La incertidumbre sobre la llegada de los subsidios afecta a familias enteras que dependen de SNAP para sostener gastos básicos. Beatriz, una española residente en Florida desde hace años, explicó que la noticia ha sido “un golpe muy fuerte para el bolsillo de la gente”, en un contexto de precios altos. Emilia Ruiz, que acude al banco de alimentos con su esposo desde hace año y medio, lo resumió de manera similar: “Es una noticia muy desagradable, porque el país está con mucha necesidad. Todos los alimentos han subido de precio, pero los salarios no”.

En Texas, Kandy Chimento, directora de servicios de la organización Hill Country Community Services, alertó de un “efecto dominó” si se prolonga la suspensión. “Si la gente no recibe SNAP, tendrá que usar su dinero para alimentar a sus familias, lo que significa que probablemente ya no podrá pagar el alquiler y quizás sea desalojada. La mayoría vive de quincena en quincena”, señaló.

El pan de la gente, "moneda de cambio"

En California, donde 5,5 millones de personas dependen de SNAP, la preocupación es aún mayor. Ana Lilia García, madre soltera de dos hijos que vive con su madre, explicaba a Efe que su hogar recibe unos 600 dólares mensuales en ayudas: “El dinero no alcanza; tengo dos trabajos, pero no cubren nuestros gastos”.

Organizaciones civiles como Voto Latino, UnidosUS y Latino Victory Project han criticado que no se esté utilizando un fondo de emergencia estimado en 6.000 millones de dólares para mantener activo el programa, y han advertido de que “el acceso a la comida no debería usarse nunca como una moneda de cambio en las negociaciones políticas”.

El cierre del Gobierno federal cumple hoy 32 días y apunta a convertirse en uno de los más largos de la historia del país. El bloqueo persiste ante la falta de acuerdo en el Congreso: las demócratas reclaman prolongar subsidios sanitarios de la ley conocida como Obamacare antes de aprobar una partida presupuestaria provisional, mientras los republicanos piden reabrir primero la Administración y negociar después.

Incluso si se alcanza un acuerdo en los próximos días, la restauración de los pagos de SNAP podría no ser inmediata. Reiniciar el sistema de distribución requiere varios días de gestión, lo que hace que las medidas temporales de los gobiernos locales sean, por ahora, la principal red para millones de hogares.

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