Más de 380 palestinos muertos, al menos tres soldados israelíes fallecidos y violaciones casi diarias del alto el fuego desde que la tregua entró en vigor el 10 de octubre. Dos meses después, el balance contradice el objetivo declarado del acuerdo impulsado por el presidente estadounidense Donald Trump. La primera fase, centrada en el intercambio de rehenes y prisioneros y la entrada limitada de ayuda humanitaria, está prácticamente concluida. Israel aguarda la devolución del último cadáver. La segunda -la decisiva- sigue, en cambio, bloqueada. La Franja de Gaza permanece atrapada en un limbo político y militar: ni guerra abierta ni transición real hacia la posguerra.
Desde Doha, uno de los principales centros de la mediación junto a El Cairo y Ankara, el portavoz del Ministerio de Exteriores de Qatar, Majed al Ansari, no ocultaba esta semana su inquietud, en conversación con varios medios de comunicación internacionales, entre ellos, El Independiente. “Estamos muy preocupados porque las violaciones del alto el fuego son casi diarias. Los palestinos siguen siendo asesinados a diario”, lamentaba. Las cifras respaldan su advertencia: 383 palestinos -entre ellos, 82 menores de edad- han sido asesinados en Gaza desde la entrada en vigor de la tregua mientras Israel reconoce al menos tres bajas militares en ese mismo periodo.
La ayuda humanitaria como indicador del fracaso
La fragilidad del alto el fuego se refleja con claridad en la ayuda humanitaria, uno de los pilares de la primera fase. “La ayuda no está entrando como se acordó, en absoluto”, denuncia Al Ansari. El acuerdo contemplaba cantidades, tipos de suministros y mecanismos de acceso, pero su aplicación se ha visto obstaculizada por disputas técnicas y políticas, especialmente en torno a los pasos fronterizos.
Lo único que está haciendo la falta de ayuda en Gaza es apuntalar el argumento de los radicales: que la paz con Israel es imposible
Para Qatar, convertir la ayuda en moneda de cambio es una estrategia peligrosa. “El problema humanitario no debería utilizarse como instrumento de presión”, apunta el portavoz qatarí. Y añade una advertencia de fondo: “Lo único que está haciendo la falta de ayuda en Gaza es apuntalar el argumento de los radicales: que la paz con Israel es imposible”. En una Franja devastada, con gran parte de la población desplazada y sin viviendas adecuadas en pleno invierno, en mitad de continuas lluvias e inundaciones, cada retraso erosiona la credibilidad del proceso.

El gran bloqueo: la secuencia de la segunda fase
El plan de 20 puntos promovido por Trump y aprobado en noviembre por el Consejo de Seguridad de la ONU fue deliberadamente vago y poco detallado. Esa ambigüedad facilitó el consenso internacional, pero hoy se ha convertido en el principal obstáculo para su implementación. “La secuencia es el problema”, admite Al Ansari. “Hay un problema con la secuencia. Ambas partes pueden reclamar una secuencia distinta”.
El desacuerdo gira en torno al orden de los pasos: retirada israelí, desarme de Hamás, despliegue de la Fuerza Internacional de Estabilización, formación de un gobierno tecnocrático palestino y comienzo de la reconstrucción. Israel se resiste a retirar a sus tropas sin garantías de desmilitarización. Hamás y otros actores palestinos temen quedar desprotegidos si entregan las armas sin una retirada efectiva y sin una autoridad palestina capaz de garantizar seguridad y gobernanza. La ausencia de calendarios y de hitos verificables convierte cada decisión en una apuesta de alto riesgo. Y nadie quiere dar el primer paso si no es recíproco.
La cuestión no es desarmar o no desarmar. La pregunta es qué forma utilizarán los palestinos para su lucha
Rafah, la frontera que decide el destino de Gaza
Para los palestinos, el primer escollo concreto es el paso de Rafah, la única salida de Gaza que no depende directamente de Israel. Mustafa Barghouti, secretario general de la Iniciativa Nacional Palestina, lo sitúa como el punto inicial del bloqueo. “En primer lugar, está la cuestión de si el paso de Rafah se abrirá en ambas direcciones”, explica en una entrevista con El Independiente. Y advierte: “No puede abrirse sólo en una dirección, como quiere Netanyahu, porque eso significa fomentar la limpieza étnica”.
En su lectura, permitir solo la salida sin garantizar el retorno convertiría Rafah en un mecanismo de expulsión silenciosa, alterando de forma irreversible la ya castigada demografía de la Franja. La reapertura plena de Rafah estaba contemplada en el acuerdo, pero su aplicación ha quedado atrapada en disputas sobre seguridad y secuencia.
La Fuerza Internacional de Estabilización: consenso político y miedo operativo
El segundo gran nudo es la Fuerza Internacional de Estabilización, llamada a garantizar la seguridad durante la transición, mantener la separación entre las partes y facilitar la retirada israelí. Barghouti defiende un modelo clásico de mantenimiento de la paz. “En nuestra opinión, y en la opinión de Qatar, Egipto, Turquía y la mayoría de la gente, esa fuerza de estabilización debería ser una fuerza de mantenimiento de la paz bajo la ONU, manteniendo la separación entre palestinos e israelíes y asegurando que Israel se retire”.
Sobre el papel, la resolución del Consejo de Seguridad autoriza un mandato robusto. En la práctica, el despliegue está rodeado de incógnitas. Funcionarios estadounidenses citados por Reuters aseguran que Washington trabaja para un posible despliegue inicial a partir de enero de 2026, con países como Indonesia, Pakistán, Egipto o Turquía mostrando disposición a contribuir. Sin embargo, ninguno quiere enviar tropas a una misión que pueda derivar en enfrentamientos directos con Hamás. Para muchos potenciales contribuyentes, el desarme del movimiento islamista es visto como una misión casi suicida.
Al Ansari reconoce esa indefinición. “Me temo que no tengo respuestas para todas estas preguntas”, admite cuando se le interroga sobre la presencia de tropas, países concretos o reglas de enfrentamiento. Qatar, subraya, se centró en mediar el alto el fuego, el intercambio de rehenes y la ayuda; la arquitectura de seguridad de la segunda fase fue encomendada a Estados Unidos por la resolución de la ONU. Por primera vez en dos años de guerra, Doha parece dar un paso atrás, en mitad de múltiples incertidumbres sobre el porvenir de la Franja.
Gobernanza: tecnócratas sí, tutela no
El tercer pilar del plan es la administración de Gaza tras la guerra. Trump ha prometido la creación del bautizado como “Board of Peace” (Junta de Paz), un órgano internacional que supervise a un comité tecnocrático palestino encargado de la gestión diaria. El propio Trump ha afirmado que anunciará los miembros del consejo a comienzos de 2026 y se ha presentado como su principal impulsor. Nombres como el de Tony Blair han circulado en los últimos meses, pero han generado reticencias en países árabes y musulmanes. Blair está hoy más que descartado por una biografía marcada por su papel en la invasión de Irak o su fracaso como miembro del cuarteto para Palestina.
A juicio de Barghouti, existe una línea roja clara. “No necesitamos un gobierno extranjero en Gaza. No necesitamos el dominio extranjero”, afirma. Y añade un elemento estratégico: “También hay que asegurar que se mantenga la conexión entre Gaza y Cisjordania”. En su visión, una tecnocracia sin soberanía real, sin control territorial y sin continuidad con Cisjordania sería percibida como una administración impuesta, carente de legitimidad popular.

El desarme de Hamás, el dilema central
El punto más espinoso sigue siendo el desarme de Hamás. Israel lo considera imprescindible para avanzar hacia la retirada y la reconstrucción. Hamás lo vincula al fin de la ocupación y a un horizonte político claro. Barghouti intenta desplazar el debate del binomio desarmar o no desarmar hacia el terreno estratégico. “La cuestión no es desarmar o no desarmar. La pregunta es qué forma utilizarán los palestinos para su lucha”, explica. “Creo que hay casi un consenso en que sería una resistencia no violenta. Creo que incluso Hamás estaría de acuerdo con eso”, esboza. Pero introduce una condición clave: “Si quieres quitar las armas, tienes que proporcionar protección”. Sin una fuerza de seguridad creíble y sin retirada israelí, el desarme se percibe como una rendición unilateral.
Desde la mediación, Al Ansari confirma que Hamás plantea el desarme como una decisión colectiva palestina. “Lo que nos han dicho es que se trata de una decisión nacional, lo que significa que todas las facciones tienen que acordar al mismo tiempo desarmarse de la misma manera, para el beneficio de una autoridad palestina que pueda consolidar el poder y la seguridad”. El problema es estructural: “El hecho es que todavía no tenemos una Autoridad Palestina en Gaza. No tenemos ningún tipo de autoridad palestina en Gaza”.
Opinión pública en Gaza: agotamiento y oportunidad frágil
La experta suizo-palestina Hiba Qasas, con más de una década en el sistema de Naciones Unidas, aporta un dato revelador. Un sondeo reciente en Gaza muestra que el 36 por ciento de la población apoyaría un gobierno tecnocrático, otro 19 por ciento aceptaría una combinación de tecnócratas y Fatah, y solo un 2 por ciento desea que Hamás continúe gobernando. “Esto nos dice que la gente está harta. Quiere una realidad diferente”, señala desde Doha en conversación con este diario.
Para Qasas, el plan de Trump representa una oportunidad precisamente porque el presidente estadounidense sigue personalmente implicado. Sin embargo, alerta de un riesgo grave si la fase dos se bloquea. “El enorme riesgo es que veamos una división permanente de Gaza en Gaza Este y Gaza Oeste”, advierte, en referencia a la línea amarilla que separa las zonas bajo control israelí de las áreas donde se concentra la mayoría de la población palestina.
Ese riesgo no es solo teórico. Estados Unidos e Israel exploran proyectos para iniciar la reconstrucción en la Gaza oriental, bajo control israelí, con la creación de las llamadas “comunidades seguras alternativas”. Qatar rechaza de plano cualquier reocupación o desplazamiento forzado. Para Doha, la reconstrucción debe ser liderada por palestinos y no convertirse en un instrumento para consolidar una Gaza fragmentada.
La ONU estima que la reconstrucción de la Franja costará alrededor de 70.000 millones de dólares. Egipto prepara una conferencia de donantes, pero atraer financiación será aún más complicado si no existen un marco político claro ni garantías de estabilidad y retirada.

Trump, Netanyahu y el cálculo político
El bloqueo de la segunda fase también responde a cálculos políticos. Israel ya ha recuperado prácticamente todos los rehenes, lo que reduce la urgencia del gobierno de Benjamin Netanyahu para avanzar. Según Haaretz, una reanudación limitada de los combates podría incluso servirle políticamente en un año electoral. Trump, por su parte, busca un éxito diplomático internacional que refuerce su imagen de pacificador, en un contexto marcado por la guerra en Ucrania y la inestabilidad en Siria y Líbano.
Fuentes israelíes citadas por el diario hebreo resumen la situación con crudeza: todos temen a Hamás, y Netanyahu teme a Trump. El presidente estadounidense es, de hecho, quien está conteniendo una escalada israelí mayor mientras intenta empujar a las partes hacia una aún incierta fase dos.
Sin plazos, sin garantías
La ausencia de calendarios claros agrava el bloqueo. “Uno de los problemas del plan es que no había calendarios ni puntos de referencia”, confirma Qasas. Trump habló de avanzar hacia la segunda fase antes de Navidad, pero sin hitos vinculantes los compromisos quedan a merced de la voluntad política. Al Ansari coincide desde la experiencia de Doha: “En nuestra larga experiencia mediando entre Hamás e Israel, no se puede poner un calendario a nada”. El próximo 29 de diciembre Trump recibirá en Washington a Netanyahu en un nuevo intento de avanzar en la implementación de la fase decisiva de su plan.
Ante este laberinto, la mediación qatarí insiste en una condición mínima para desbloquear la segunda fase: la simultaneidad. “No podemos tener una situación en la que los palestinos entreguen sus armas y la ocupación israelí simplemente permanezca”, afirma Al Ansari. “Estos procesos tienen que ocurrir al mismo tiempo. Si se separan esos pasos en el tiempo, las garantías de cada uno desaparecen”, concluye.
Te puede interesar
Lo más visto
Comentarios
Normas ›Para comentar necesitas registrarte a El Independiente. El registro es gratuito y te permitirá comentar en los artículos de El Independiente y recibir por email el boletin diario con las noticias más detacadas.
Regístrate para comentar Ya me he registrado