A comienzos de los años ochenta, cuando aún no era el multimillonario vinculado durante décadas a redes de poder político, financiero y mediático, ni el delincuente sexual cuya figura ha sido diseccionada en investigaciones judiciales, listas de contactos, documentales y comisiones parlamentarias, Jeffrey Epstein había mantenido una relación sentimental con la actriz española Ana García Obregón, según relató ella misma en Así soy yo, su libro de memorias, publicado en 2012. Ese vínculo personal fue, según revela ahora The New York Times, una de las puertas de entrada de Epstein a círculos de grandes fortunas españolas y resultó clave en el origen de su primera gran ganancia económica. Un extremo que Ana Obregón ha desmentido este mismo martes en Antena 3.
El diario neoyorquino ha reconstruido en un amplio reportaje los primeros pasos de Epstein como intermediario financiero y rastreador de capitales ocultos. En ese contexto sitúa su relación con Obregón, a la que conoció en torno a 1982, cuando ella hacía sus pinitos en series como El Equipo A y Hospital General o en la película Bolero, junto a Bo Derek. Aunque la actriz describió años después a Epstein como “el hombre perfecto del que nunca me enamoré”, el vínculo coincidió con una operación que marcaría un punto de inflexión en la trayectoria del estadounidense.
Durante ese periodo, la familia de Ana García Obregón –su padre, Antonio García Hernández, fallecido en 2022, fue un próspero empresario de la construcción– y otras familias españolas adineradas habían perdido millones de dólares tras la quiebra de la firma de corretaje estadounidense Drysdale Securities. Epstein fue contratado para localizar esos fondos, que habían sido ocultados mediante una compleja red de bancos offshore y sociedades pantalla. Según el Times, el dinero terminó apareciendo en una sucursal de un banco canadiense en las Islas Caimán.
Un golpe de fortuna
Para esa operación, Epstein contó con la colaboración de Bob Gold, exfiscal federal estadounidense y amigo personal. Ambos dedicaron más de un año a rastrear el paradero de los activos sin éxito aparente, hasta que en 1984 Epstein aseguró haber resuelto el caso. Gold ha contado al New York Times que nunca supo con certeza cómo Epstein obtuvo la información definitiva. Los dos viajaron entonces a las Islas Caimán y presionaron al gerente del banco para recuperar los bonos, que regresaron a Estados Unidos bajo custodia de Epstein.
La operación resultó altamente lucrativa. Según el diario, los Obregón y el resto de familias implicadas abonaron a Epstein una recompensa económica sustancial. Esa comisión, unida a otras operaciones opacas realizadas en esos años, le permitió convertirse en millonario por primera vez y consolidar su reputación como “cazarrecompensas” financiero especializado en capitales desaparecidos.
Hasta ese momento, la actividad de Epstein se había caracterizado por el uso de medias verdades, el aprovechamiento de contactos personales y pequeños engaños a inversores privados. Tras el éxito de la operación vinculada a Drysdale Securities, comenzó a moverse con mayor soltura en círculos financieros internacionales y a presentarse como asesor de grandes patrimonios.
Otro 'hecho real' de 'Anita la fantástica'
El reportaje del New York Times sitúa este episodio como uno de los momentos fundacionales del ascenso de Epstein, que había iniciado su carrera profesional como profesor de matemáticas y física en la Dalton School de Nueva York en 1976 y que más tarde había entrado en Wall Street gracias a contactos familiares de algunos de sus alumnos. A partir de ahí, y tras ganar credibilidad con operaciones como la de las familias españolas, Epstein accedió a clientes estadounidenses de mayor peso, entre ellos Leslie Wexner, fundador de L Brands, cuya fortuna gestionó durante años y que terminó de consolidar su posición en la élite financiera y social de Estados Unidos.
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Obregón niega el contenido del reportaje
Tras la publicación del reportaje del New York Times, Ana Obregón ha reaccionado este martes en televisión, visiblemente molesta por la vinculación de su nombre con Epstein. En el programa Y ahora Sonsoles, la actriz ha asegurado que “que te unan en nombre a un depravado de esa magnitud es asqueroso” y ha subrayado la distancia entre la persona que ella conoció y el criminal que después salió a la luz: “Cómo se puede ser de una cara y luego tener otra”.
Obregón ha explicado que conoció a Epstein cuando se trasladó a vivir a Nueva York con poco más de veinte años y ha situado el inicio de su relación en 1981. “Empezó nuestra amistad en 1981. Poco a poco empezamos a vernos todos los días a las 6:30 para desayunar”, ha relatado. Según su versión, la relación fue fundamentalmente amistosa y estuvo marcada por la normalidad de la vida cotidiana. “Yo estaba saliendo con Miguel Bosé. Yo se lo digo a Jeffrey, que tengo novio y dos hermanas guapísimas”, ha añadido.
La actriz ha negado de forma tajante cualquier relación de Epstein con los asuntos económicos de su familia. “Aquí la única verdad es la mía, que es la que lo ha vivido. Todo lo que ha salido de mis padres es absolutamente falso. Jeffrey no sabía nada de nada de mis padres”, ha afirmado, antes de ironizar sobre las informaciones que le atribuyen un papel de salvador financiero: “Qué tonterías han dicho de que si estaba quebrando y nos ayudó, qué barbaridad. Ojalá nos hubiera llegado un pequeño porcentaje del dinero que él tenía”.
"Jeffrey tenía un comportamiento impecable"
Obregón ha reconocido que Epstein intentó dar un paso más en su relación, aunque ha insistido en que en aquel momento no percibió conductas inapropiadas. “Allí, una noche lo intentó... pero en ese momento, os puedo asegurar que, con 27 años, no iba a ser un pederasta; con las mujeres tenía un comportamiento impecable, con todo el mundo”, ha señalado.
Finalmente, ha relatado cómo tuvo conocimiento de la verdadera dimensión del caso años después. “En 2010 estaba en mi apartamento de Miami, vi un documental sobre un depredador sexual y, de repente, vi que era él, no me lo podía creer”, ha contado. Según su testimonio, trató de llamarlo cuando estalló el escándalo, sin obtener respuesta, y ese fue el final de cualquier vínculo, antes del suicidio de Epstein en la cárcel en 2019.
El reportaje del Times sitúa a Obregón, insospechadamente, en el meollo del inacabable caso Epstein. La misma mujer que le hizo una paella a Spielberg, que besó a Alberto de Mónaco, que fue amenazada por ETA y que puso celosa a Victoria Beckham fue clave para que el monstruo arquetípico de nuestro tiempo, el depredador sexual que alternó con Woody Allen, Bill Clinton o Andrés de Inglaterra, comenzara a hacer su fortuna. A ver quién la vuelve a llamar Anita la fantástica.
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