Cuando era un niño, mi padre solía despertarme de la noche postelectoral española con la broma de “pensábamos que íbamos a ganar las derechas, y hemos ganado las izquierdas.” Aunque parezca mentira, eso es lo que ha pasado en Estados Unidos tras esta larga e intensa jornada electoral. Cuando las encuestas –y más las expectativas- de los medios de comunicación y de los propios electores daban una victoria, escasa sí, pero victoria, a la candidata demócrata, ha sido el magnate Donald Trump quien se ha acabado convirtiendo en el 45º presidente de los Estados Unidos.

Ha sido una noche electoral llena de emoción y llanto, especialmente en el bando demócrata, que deja muy tocado al partido del asno y que aplaza, por el momento -quizás estemos ya a las puertas de un ready for Michelle-, la elección de una mujer como jefa del Estado. Trump, por su parte, con su lenguaje simple, se ha convertido hoy en un nuevo Brexit, en un nuevo milagro.

Pero, ¿qué ha hecho fracasar la campaña de la secretaria de Estado Hillary Clinton? Para nosotros, como europeos, es difícil de entender. Me recuerda, no obstante, a esas entrevistas de trabajo en las que el candidato está overqualified, sobrecualificado. Hillary tiene un pasado político a sus espaldas claro tras haber ocupado cargos de responsabilidad, de trabajo social, de negociación, y que la convertían en la mejor apuesta para ocupar la Casa Blanca. Los estadounidenses no han querido eso.

Clinton ha cedido el testigo de la esperanza, aunque parezca imposible, a su contrincante

Hillary ha estado demasiado expuesta al establishment de Washington. Si en el 2008 Obama representó el cambio, Hillary era el continuismo. Ha cedido el testigo de la esperanza -aunque parezca imposible- a su contrincante republicano. Las acusaciones que pesan sobre ella, la mala imagen que tiene entre, por ejemplo, la clase obrera blanca del RustBelt -que en estas elecciones ha apoyado a Trump-, la han dejado fuera del puesto para el que se ha preparado durante más de 30 años.

Si hasta esta noche todos pensábamos en la recomposición del Partido Republicano, la duda hoy está en la otra acera, en la del Partido Demócrata. Trump ha ganado estas elecciones y ha dejado muy tocados a sus contrincantes. El efecto Trump ha conseguido que las dos cámaras se mantengan en poder republicano. Es, nos guste o no, un triunfo seguro del Grand Old Party.

Difícilmente podrá Donald Trump llevar a cabo las ideas plasmadas en su programa político

Y a partir de ahora ¿qué? Difícilmente podrá Donald Trump llevar a cabo las ideas plasmadas en su programa político. Para los mercados, las empresas y el resto del mundo en general, Trump no puede ser un obstáculo. La política real, creo, espero, triunfará y el nuevo presidente será consciente de que lo se dice en campaña a veces choca con la realidad. Todavía es muy pronto para juzgar qué va a suceder; sobre todo, porque nadie pensaba que el resultado iba a ser el que ha sido. Lo que sí podemos ya decir es que la noche de hoy será histórica en muchos sentidos. Confiemos en que el milagro Trump no acabe convirtiéndose en una pesadilla.

Julio Cañero es director del Instituto Franklin-UAH