La anunciada salida del Reino Unido de la Unión Europea ha generado un sinfín de noticias, opiniones diversas y actividades. Y qué duda cabe de que seguirá haciéndolo. Personalmente, una de las que más me ha llamado la atención ha sido el esfuerzo que están realizando algunas ciudades europeas emblemáticas para erigirse como destino de referencia alternativo a la City londinense. El objetivo es atraer la inversión de aquellas empresas que, tras el Brexit o en el camino hacia él, estén planteándose salir del Reino Unido.

La Comunidad de Madrid, por ejemplo, en estrecha colaboración con la Cámara de Comercio de Madrid mediante la iniciativa Invest In Madrid, calienta motores para tratar de convertir a la ciudad en el nuevo centro financiero europeo tras el Brexit, con roadshow in situ incluido. Su estrategia sigue la línea de lo anunciado previamente por la vicepresidencia del Gobierno en pro de trabajar por traer a España las sedes de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) o la de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), así como la de cualquier banco que actualmente se sitúe en la City.

Creo que son estrategias muy positivas y defiendo plenamente las bondades que promueven el país como lugar abierto, seguro, estable y favorable a la inversión para atraer multinacionales, entidades financieras, start-up, fondos de capital riesgo y organismos internacionales. El buen clima, el menor coste de los inmuebles frente a otros países europeos y unos salarios competitivos, o la avanzada infraestructura de transportes, son otros de los argumentos utilizados para captar la atención de los posibles interesados. Notable, pero insuficiente.

En el marco de flexibilizar la inversión no encaja la constante variación de la fiscalidad que existe en España

En mi opinión, habría que trabajar para combinar todas esas fortalezas con una serie de actuaciones, medidas y políticas fiscales que permitan que la inversión fluya con más brío y conviertan a España en una plaza financiera de referencia a escala mundial. En este sentido, no olvidemos tampoco la enorme capacidad de España, por situación geoestratégica y lazos culturales e idiomáticos, para tender puentes comerciales con Latinoamérica. Tenemos muchos factores para el éxito.

En el marco de flexibilizar la inversión no encaja, por ejemplo, la constante variación de la fiscalidad que sufrimos en España, un elemento que se mueve a tenor de los distintos gobiernos que se suceden en el país y que, para más inri, es víctima de una enorme dispersión normativa (estatal, autonómica, internacional...).Estabilidad política, jurídica, fiscal, social y económica, previsibilidad, y claridad en las normativas son aspectos clave para captar la atención del inversor extranjero en un hábitat, el de las finanzas, en el que no hay mayor enemigo que el proteccionismo.

Un buen tratamiento fiscal para las herramientas de inversión, un régimen legal flexible pero estable y comparable, y ganar la familiaridad alcanzada por países como Luxemburgo entre los inversores institucionales son algunos de los factores que podrían convertir a España en uno de los mayores centros financieros internacionales. ¿Por qué no intentarlo?

 


Francisco Gómez-Trenor y García del Moral es director general de Mirabaud & Cie (Europe) en España