Nadie puede negar que, en el apartado de los impuestos, Cristóbal Montoro es el espíritu santo –el soplón íntimo- del presidente del Gobierno. El ministro de Jaén ha sido y es el único inspirador de las políticas fiscales del jefe de la tribu popular, Mariano Rajoy.

Acordes con las exigencias de los diversos tiempos políticos y también con los requerimientos del Manneken Pis para la corrección de nuestros desequilibrios hacendísticos, los consejos del mentor tributario del político compostelano que nos gobierna han imitado la sabia estrategia del camaleón. Montoro ha insistido una y otra vez en su labor de mímesis pero quizás no ha conseguido del todo el éxito vital de ese reptil escamoso.

Los consejos del mentor tributario del político que nos gobierna han imitado la estrategia del camaleón

A mi juicio, el que sigue es el movimiento de vaivén escrito sucesivamente en los programas del PP y después en el BOE bajo el patrocinio intelectual del camaleón andaluz y confidente económico más cercano a Rajoy.

1.- El contexto

Estábamos en el mes de la alegría y las flores cuando un suceso inesperado alteró gravemente el ritmo cardíaco de los españoles. Corría el mes de mayo de 2010, el campo era una hermosura y las huertas brillaban con toda la gama cromática del arcoíris. Sin embargo, se cernía sobre España, ominoso, el momento fatal de la conversión: el entonces presidente, Rodríguez Zapatero, creyó vislumbrar cerca de un riachuelo unos extraños brotes verdes y, al arrancarlos para obsequiar con su aroma a su amada Sonsoles, inclinó mal su figura y cayó abruptamente del caballo. El nombre de su yegua era Leve Desaceleración, pero José Luis Rodríguez -¡por fin!- tuvo que confesar que ese binomio tan apacible no reflejaba el verdadero carácter del furioso equino que lo había traicionado. Montó de nuevo en el animal, le cambió el nombre (Nube obscura) y galopó contra el tiempo y a la desesperada. Ya nada sería igual: ni las pensiones ni la regulación del trabajo obrero.

En asuntos fiscales, ZP metió la directa: subió los tipos del IVA, aumentó las escalas de gravamen del IRPF y -como nuevo postre de la casa, toda una bomba (horneada con la ayuda de Rajoy)- modificó en un santiamén la Carta Magna. Desde el 27 de septiembre de 2011 se quemarían en los infiernos de la nueva Inquisición los dirigentes irreflexivos que tuvieran la audacia de saltarse a la torera el principio de estabilidad de las cuentas públicas. Era una nueva religión que no curaba, como tampoco prevenía, los continuos pecados presupuestarios de quienes están al mando de la nave. Pero ésta es otra historia.

2.- La promesa

Valgan los expresados antecedentes socialistas como descripción del hundimiento económico del país del que –según afirmaban los interesados- le sacaría el Partido Popular si obtenía el triunfo en las elecciones que se habían convocado para el 20 de noviembre de 2011. ¿Pero cuáles eran sus recetas? En relación con la política fiscal, además de la reducción del gasto público, el partido de Génova, 13, prometió al electorado una disminución paulatina de los tributos con los que, a la voz de “trágala”, los socialistas habían golpeado a los contribuyentes españoles en la recta final de la segunda legislatura de Zapatero.

La promesa del aprendiz de camaleón era el reverso de la política del PSOE

Sólo de esta forma, según el espíritu virtuoso de Montoro, se recuperarían la demanda interna y el empleo, y -colorín colorado- expulsaríamos en poco tiempo pero definitivamente al demonio de la recesión. La promesa del aprendiz de camaleón era el reverso de la política del PSOE. Era un estentóreo “nunca máis” al secuestro del bienestar nacional que inevitablemente perpetran las subidas de impuestos.

3.- La negación

Una vez conquistado el poder y ganados los comicios del 20-N por goleada, el pequeño lagarto mutó espectacularmente de color. ¿Recuerdan ustedes Del rosa al amarillo, la célebre película de Manuel Summers? Pues el camaleónico ministro de Hacienda comenzó igual que el director sevillano. También veía al principio –antes de la cita electoral- la vida en rosa pero terminó vistiéndose del luto más riguroso. Lógico: en apenas un mes había llevado al cementerio a su promesa electoral más repetida.

En el segundo Consejo de Ministros de Rajoy (30 de diciembre de 2011) el tambor gubernamental tocó la horrísona campanada que estrenaría la política tributaria de los años siguientes. El Consejo aprobó un Decreto-ley que establecía fuertes recargos en todos los tramos de las escalas de gravamen estatales del Impuesto sobre la Renta. El Decreto igualmente imponía severos recargos en la fiscalidad municipal, concretamente en el Impuesto sobre Bienes Inmuebles. Aún insatisfecho con su depredación inicial, el Gobierno asimismo incrementó después los tipos del IVA con efectos desde el 1 de septiembre de 2012. Y, en otro desmentido de sí mismo, decidió conservar el “gravamen efectivo” del Impuesto sobre el Patrimonio, “resucitado” por Rodríguez Zapatero en septiembre de 2011.

En apenas un mes había llevado al cementerio a su promesa electoral más repetida

Vistos los hechos, no cabe otra sentencia que no sea condenatoria del engaño del Gobierno, al incumplir radicalmente los conservadores españoles sus promesas electorales. Con los presagios favorables de Montoro y la bendición de Rajoy, lo cierto es que el Gobierno popular les hizo la pascua a todos los contribuyentes, incluidos sus votantes. Y empleo con precisión el sustantivo “contribuyentes” porque de la nueva artillería fiscal cebada por el ministro de Hacienda sólo salieron indemnes (mejor dicho, satisfechos casi hasta la médula) precisamente los no contribuyentes: los paniaguados defraudadores que se acogieron a la “amnistía fiscal” de 2012.

Nos dice la zoología que el campo de visión del camaleón es de 360 grados. Lo que no implica, naturalmente, que dicho reptil sea inmune a los defectos de la miopía. De hecho, algunos camaleones usan gafas o lentillas.

4.- El dolor de atrición

El tiempo vuela. Y, con su transcurso, algunos se ponen de perfil. Como diría Ortega, el político Montoro es el señor Montoro y su circunstancia. Y la circunstancia de 2015 era muy distinta a las del espartano ajuste de cuentas fiscal del período 2012-2014, los años posteriores a la primera toma de la Moncloa –a la tercera va la vencida- por Mariano Rajoy.

El camaleón tiene la propiedad y siente el orgullo de invertir los colores. En un año electoral, y como ya hizo en 2011, al PP le convenía ver de nuevo la vida en rosa. Entonces Montoro abandona el luto y se saca de la manga una rebaja del IRPF en dos etapas. La primera, para 2015 (el año de las elecciones), es suave que te quiero suave. Y la segunda, prevista inicialmente para 2016, supone en teoría la vuelta de tuerca definitiva que dejará las cosas tal como estaban antes del uso de la guillotina en aquel funesto Consejo de Ministros reunido el 30 de diciembre de 2011.

El temblor político palpita con pulsaciones más rápidas en el corazón del PP según se aproxima la cita en las urnas

No hay arrepentimiento alguno pero sí temor. No a las penas divinas que castigan la hipocresía y la mentira, sino a las papeletas de muchos fieles que pueden sentirse estafados. El temblor político palpita con pulsaciones más rápidas en el corazón del Partido Popular según avanza el tiempo y se aproxima la cita en las urnas, para cuya celebración Rajoy finalmente señala el 20 de diciembre de 2015, tras la disolución de las Cortes Generales, aprobada por Decreto el 26 de octubre anterior. Esa aceleración del ritmo cardíaco es la explicación más plausible de la caída en la tentación que sufre el ministro de Hacienda. Mediado julio de 2015, decide anticipar al último semestre de ese año el segundo turno de la rebaja del IRPF, previsto originariamente, en cuanto al despliegue indefinido de sus efectos, para el 1 de enero de 2016.

Aquí paz y después gloria: los electores irían a las urnas el 20 de diciembre con más dinero en los bolsillos. Y tutti contenti, pues según los cálculos populares, ese ahorro de los contribuyentes daría por añadidura a Rajoy, si no la mayoría absoluta parlamentaria, sí el poder suficiente para gobernar con comodidad durante los cuatro años posteriores. Ante dicho escenario de ensueño, era natural que Cristóbal Montoro, al mirarse en el espejo, viera al chico más listo de la clase.

5.- Un paréntesis

No obstante, y como sucede frecuentemente con los partes del tiempo atmosférico, también los tiempos políticos, en su descarnada realidad, suelen decepcionar a los profesionales del augurio electoral. La prueba del algodón revela que Montoro no era el muchacho más listo de la clase. El 20-D le regala a Mariano Rajoy dos obsequios inesperados. Por un lado, la pérdida de más de tres millones y medio de votos y la consiguiente paralización de la vida política española. Y, por otro, un nuevo tirón de orejas de Bruselas (del que hablaré luego) porque los regates tributarios de Montoro y después la parálisis de un Ejecutivo en funciones han alejado al Gobierno español del cumplimiento de su compromiso con la Unión sobre la reducción de nuestro déficit público.

Dicen que la avaricia rompe el saco. El saco de Montoro y Rajoy tenía no uno sino dos agujeros perforados por la combinación de sus dos ambiciones mutuamente compartidas. Ambas eran contradictorias entre sí: la voluntad electoralista de 2015 y la draconiana política fiscal de 2012-2014, seguida en beneficio de la austeridad (no la de los profesionales de la política española, desde luego) y enemiga de la expansión económica del país.

Este primer agujero era más profundo que la sima oceánica más grande de este planeta, la de las Islas Marianas

El Partido Popular, lastrado por la violación de sus promesas electorales y la corrupción, perdió la mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, sacó 63 escaños menos que en 2011 y el número de sus votantes sufrió una merma no muy lejana de los cuatro millones de personas. Este primer agujero era más profundo que la sima oceánica más grande de este planeta, la de las Islas Marianas (¡Vaya nombrecito, ¿verdad, presidente?!) Si el primer agujero era más negro que los ojos de King-Kong, el segundo no bajaba del gris marengo.

En 2015 el déficit público español representó el 5,16% del PIB, casi un punto por encima del objetivo impuesto por Bruselas. Nuestro Gobierno había vuelto a incumplir sus compromisos y, en su seno, el máximo responsable intelectual era el ministro de Hacienda: su reforma tributaria le había costado a las arcas públicas 7.867 millones de euros (el 0,7% del PIB), un daño agravado por su decisión (julio de 2015) de anticipar al segundo semestre del ejercicio la reducción fiscal que iba a entrar en vigor en 2016.

En la política nunca dimite el entrenador y los malos resultados los pagan -¡y de qué manera!- los ciudadanos-jugadores

Resumiendo: eran inevitables nuevos ajustes en el futuro inmediato y por eso Montoro llamó a su afilador de confianza. La política es el reverso del balompié. En la política nunca dimite el entrenador y los malos resultados los pagan -¡y de qué manera!- los ciudadanos-jugadores, aunque la culpa fundamental deba atribuirse a las erráticas decisiones del míster.

Montoro debía realizar otra chapuza urgente. Pero esta vez, consciente del lema “un hombre, un voto”, sus manejos no le debían granjear, ni a él ni a su jefe, la animadversión generalizada del respetable. Esta vez resultaba obligatoria la precisión de un cirujano. Esta vez don Cristóbal sería muy selectivo y sólo abrumaría con sus nuevas cargas tributarias a las personas de mala reputación, a los individuos más próximos –según la conciencia colectiva- a la delincuencia económica o al despilfarro del gasto público, especialmente los malqueridos por la gente de progreso y por los alineados a la izquierda de las huestes del PP (es decir, todos los demás partidos).

Montoro lo tenía muy fácil. Muy fácil para él y muy difícil para los damnificados. La Unión Europea nos exigía unos ajustes adicionales que, sólo para 2017, importaban la suma de 5.500 millones de euros. Como las deudas no se crean de la nada, la cifra antedicha era un resultado de la Decisión (UE) 2016/1222 del Consejo, de 12 de julio, “por la que se establece que España no ha tomado medidas eficaces para mitigar las consecuencias que un elevado déficit público tiene sobre la economía española”.

Muy bien, ¿pero quiénes serían los nuevos pecheros de Montoro?

6.- Los malos

Hay cosas que son de cajón y sólo Cristóbal Montoro tiene su llave. Según una opinión muy extendida, la práctica de algunas actividades y costumbres tiene una mala fama sobradamente merecida que, como es natural, se comunica a sus autores, a los efectos que procedan. La sociedad debe ser dura e intransigente con ellos. Por lo civil, por lo militar e incluso por lo fiscal. De forma que el señor Montoro, en esta ocasión, no ha sido sepultado por un alud de críticos. Incluso muchos le han aplaudido al consultar su lista de pecadores, aquellos que ahora van a monopolizar la caza del pato inducida por las pasadas negligencias fiscales del señor ministro.

Encabezan la lista los siguientes leprosos sociales:

-Las grandes empresas
El primer pellizco fiscal (septiembre de 2016) fue el incremento de los pagos fraccionados a cuenta del ejercicio en curso, una medida que complica la tesorería de las empresas y dificulta, por tanto, la financiación de los proyectos de inversión y limita la capacidad de empleo. Pero a estos contribuyentes les quedaba lo peor. Porque en diciembre pasado un Decreto-ley ha metido de hoz y coz en el purgatorio fiscal a las sociedades con una cifra de negocios superior a 20 millones de euros anuales y, por elevación, en el infierno satánico si esa cifra excede los 60 millones.

Para no aburrir al lector, las penas impuestas, entre otras, son: una grave limitación a la compensación de bases imponibles negativas; ídem respecto a las deducciones para evitar la doble imposición y, finalmente, una patada feroz al cómputo de las pérdidas ocasionadas por la posible depreciación de la cartera de valores de la sociedad.

-Los bebedores y fumadores
Ha tardado un poco, pero finalmente Montoro se ha afiliado a todas las organizaciones solidarias que ondean sus banderas al grito de "Por un consumo responsable". Todavía no es un ecologista integral porque, antes de acabar con los vertidos residuales en nuestros ríos y la polución atmosférica, Montoro ha preferido subir un escalón más en los Impuestos Especiales que inhiben otras conductas lesivas de la salud pública.

Al ministro de Hacienda le gustan mucho los impuestos contra el pecado, esas figuras tributarias de naturaleza extrafiscal y cuya finalidad, lejos de ser estrictamente recaudatoria, consiste, sobre todo, en disuadir la repetición de costumbres nocivas para el cuerpo del pecador y para el cuerpo social, como se decía antes.

Al ministro de Hacienda le gustan mucho los impuestos contra el pecado

Ese nuevo peldaño o escalón no era otro que el aumento de algunos tipos de gravamen del Impuesto sobre el Alcohol y Bebidas Derivadas, y también del Impuesto sobre las Labores del Tabaco. Muy bien. ¿Pero quiénes pecan más, los fumadores/bebedores o los gobernantes que, en contra del interés general, utilizan la política fiscal en su propio beneficio y, además, son severamente amonestados por la Unión Europea?

Bruselas, por culpa de la impericia y los intereses particulares del Gobierno de Rajoy, nos exige, como hemos visto, un esfuerzo adicional durante 2017 de 5.500 millones de euros. ¿No resulta enternecedor que Rajoy y Montoro, para atender una parte del ajuste, camuflen sus forzosas necesidades recaudatorias apuntándose, como dos padres dominicos de posguerra, a una nueva cruzada contra el vicio?

-Los gordos y obesos
Aunque todavía no es una realidad, se aproxima en el horizonte un futuro impuesto que gravará el consumo de bebidas azucaradas. Montoro ya indicó en diciembre de 2016 que gracias a este invento espera recaudar 200 millones de euros en 2017. Naturalmente, la figura de ese nasciturus es, en buena teoría, otro maniquí extrafiscal.

El ministro de Hacienda cerrará, como autoras de un atentado contra la salud física y moral de los espectadores, las filmotecas que pasen cintas de Stan Laurel y Oliver Hardy. También impondrá a su correligionario Miguel Arias Cañete la solución inmediata de un dilema peliagudo que le afecta personalmente, a la libre elección del orondo ex ministro del agro: o se hace runner a jornada intensiva y báscula diaria o pierde el cargo de comisario europeo.

¿Siente Montoro algún peligro para su cabeza por las posibles represalias de la mayor empresa multinacional de los refrescos azucarados? ¿Duerme tranquilo por las noches y no asfixian su merecido descanso las más horrendas pesadillas del capitalismo mundial? Yo veo al señor Montoro muy sereno y relajado. Las empresas del sector han respondido muy bien a la menguante demanda de calorías. La prueba es la famosa Coca-Cola Zero (sin azúcar ni cafeína). La bebida ideal para los políticos hipocalóricos. El refresco favorito de los políticos cero-cero.