Pablo Casado es un líder pendiente de confirmación y esa verificación empieza el 2 de diciembre en los comicios andaluces pero no terminará hasta las próximas elecciones generales. Y aún así, tendrá que continuar midiéndose como referente político del centro derecha español durante muchos años más.

Pero ahora está a lo inmediato porque Andalucía es su primera prueba y lo cierto es que acude a ella con poco tiempo y con unas cuantas dificultades adheridas a su piel, la menor de las cuales no es el nombre de su candidato a la presidencia de la Junta. Juan Manuel Moreno no hubiera sido su hombre de haber dispuesto de un plazo suficiente entre su asunción de la presidencia de su partido, la tarea de restañar las heridas abiertas en el seno del PP con motivo del resultado de ese congreso extraordinario que supuso la derrota sin paliativos de la ex vicepresidente del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaría y la puesta en marcha de un programa, no todavía de gobierno pero sí de partido, que resultara reconocible y digno de apoyo a los tres millones de españoles que han dejado de votar al Partido Popular entre 2011 y 2016.

Acudir a Bruselas ha sido un error que evidencia dos cosas: un cierto grado de inmadurez y una cierta aceleración en sus movimientos políticos

Y en esa tarea está, en la defensa de las señas de identidad perdidas por el PP -eso creen muchos y también él- entre un mar de tácticas que en un momento dado se olvidaron de ofrecer a sus partidarios un discurso netamente político con el que acompañar las cifras de crecimiento, de déficit y de empleo. No quiere eso decir que Casado se haya olvidado de pelear en el terreno de la economía. Al contrario, éste ha sido durante los últimos días su caballo de batalla con el que ha atacado sin piedad dentro y fuera de España el esbozo de plan presupuestario presentado la semana pasada por el Gobierno de Pedro Sánchez a las autoridades económicas de la UE.

En  este aspecto, y en todo los demás, el discurso de Pablo Casado es duro, contundente e incluso, con permiso de la portavoz Celáa, granítico. Casado no está dispuesto a dar tregua al Gobierno socialista en ningún aspecto de la gobernación del país. No, desde luego, en las cuentas preparadas de aquella manera por el equipo económico de Sánchez. Pero se ha ido a Bruselas a pedir que se tratara al actual presidente español con el mismo rigor con el que fue tratado en su día su antecesor, Mariano Rajoy. Eso ha sido un error que probablemente evidencia dos cosas: un cierto grado de inmadurez y una cierta aceleración en sus movimientos políticos. Desde luego, no es Pablo Casado quien debe decir a los señores Moscovici y Buti, comisario y director general de asuntos económicos y financieros de la Comisión Europea respectivamente, cómo han de comportarse ante las cuentas presentadas por España. En cualquier caso, produce un inevitable mal efecto que el líder del principal partido de la oposición, aunque cuenta con muchos más escaños en el Congreso y en el Senado que el partido en el poder, acuda a las instancias europeas a criticar al que es, le guste o no, su propio Gobierno.

Por eso, entre otras cosas, digo lo de la impresión de cierta inmadurez y de cierta prisa. Bien es cierto que el comportamiento de Pedro Sánchez y de muchos de sus ministros es cambiante, dubitativo, confuso y, en el caso del problema catalán, abiertamente alarmante por palmarios errores cometidos, el último de los cuales pero ni mucho menos el único ha sido el episodio de la visita de Pablo Iglesias a la cárcel de Lledoners a entrevistarse con el líder de ERC Oriol Junqueras para tratar de convencerle de que votara sí a los Presupuestos Generales, aunque es seguro que hablaron de otros asuntos de mucho interés para ambos como es la posible formación de un futuro gobierno tripartito ERC-PSC-EC Podem cuando se convoquen elecciones en Cataluña.

En el tema catalán tiene el líder del PP su mayor baza electoral de largo plazo

El error y el descrédito acumulados por el Gobierno durante la semana larga en la que Pablo Iglesias sacó rédito político indudable de su anunciado encuentro con Junqueras sin que desde Presidencia o desde alguna otra instancia gubernamental se hiciera nada por desmontar la impresión de que el líder de Podemos acudía a la cárcel prácticamente mandatado por Pedro Sánchez para negociar su apoyo a los Presupuestos, han sido utilizados con eficacia y buenos resultados para su partido por Pablo Casado.

Ahí, en el tema catalán, tiene el líder del Partido Popular su mayor baza electoral de largo plazo. La actitud contemporizadora del Gobierno frente a la insolencia y las continuas amenazas y chantajes del independentismo proporciona a los otros dos grandes partidos constitucionalistas un campo muy favorable para incrementar sus respectivos apoyos. Pero eso, que es una ventaja actualmente para Casado también es un inconveniente porque ahí se disputa con Ciudadanos la misma clientela. Veremos en las elecciones generales quién de los dos ha resultado más fiable para el electorado de centro.

Otra cosa son los comicios andaluces. Pablo Casado tiene necesariamente, si quiere sobrevivir durante el tiempo que le quede de vida política, colocarse por delante de los de Albert Rivera porque en estos momentos están peleando en un pañuelo y supondría un serio golpe para el líder del PP y para sus planes de futuro ser derrotado por Ciudadanos. No hay grandes diferencias en los planteamientos de ambos partidos e incluso sus dos caras visibles, Casado y Rivera, tienen un aspecto físico similar. La principal baza de Casado en Andalucía es que Cs ha sido el apoyo de legislatura para el gobierno de Susana Díaz y eso le responsabiliza de los errores que los candidatos del Partido Popular van a airear en todos y cada uno de los mítines electorales y en todas y cada una de las entrevistas que concedan a los medios de comunicación.

Sin embargo Casado acaricia la idea de poder sumar una mayoría suficiente con Ciudadanos para poder formar gobierno y desbancar así al PSOE del poder, lo cual sería efectivamente histórico. Pero eso mismo limita sus movimientos a la hora de enfrentarse a Cs y atacarle para robarle sus apoyos. Está inmerso, pues, en una ecuación endiablada. Contra el PSOE no tiene límite alguno. Casado sostiene que los casi 40 años de gobiernos socialistas en Andalucía no han conseguido resolver los graves problemas de la comunidad en aspectos tan esenciales como la educación, la sanidad y el empleo, sin olvidar tampoco los recursos turísticos. Y, por supuesto, la corrupción. Y en ese campo va a entrar a fondo y con todas las baterías, sin miedo a que le devuelvan la pelota.

La característica de los sistemas clientelares es que involucran a un número inmenso de personas que se esforzarán para que se perpetúe cuanto más mejor

Porque la verdad es que Pablo Casado se siente liberado de toda adjudicación de responsabilidades referentes a los casos de corrupción que afectan a su partido y que están siendo juzgados ya. Y probablemente tiene razón: sus pocos años, 37, le eximen de toda relación con los dirigentes del PP implicados en tantos y tantos escándalos. Por eso se va a lanzar a degüello contra la corrupción que anida en Andalucía. Decía ayer en estas mismas páginas: "No queremos llegar a la Junta para crear otro sistema clientelar. Queremos llegar para abrir puertas y ventanas, para que se pueda saber de verdad lo que se ha hecho con el dinero de los andaluces". Muchos electores apoyarán ese propósito pero la característica de los sistemas clientelares es precisamente que involucran a un número inmenso de personas que se esforzarán hasta el límite de sus fuerzas para que la situación se perpetúe cuanto más mejor. Con ese hándicap, que no es en absoluto pequeño, tendrá con contar Pablo Casado a la hora de administrar sus mensajes electorales.

La trayectoria política de Pablo Casado empieza ahora y empieza en Andalucía. A partir de ahí podrá ir creciendo o, por el contrario, deberá tascar el freno para detenerse a reflexionar y afinar sus planteamientos y su comunicación con los electores. Es mucho lo que se juega su partido y mucho más lo que se juega él como su líder para el futuro.