Muy a menudo se identifica a la Administración de Justicia con los jueces y los fiscales, y el nombre de alguno de ellos está inscrito en placas que son, a un tiempo, recuerdo de homenaje y de luto.  Tengo presente al juez Jacobo López de Rueda, cuya historia conocí cuando fui juez de reciente ingreso: corría el año 1911 cuando lo asesinó una turba que rodeó el Ayuntamiento de Cullera, a donde había acudido a practicar unas diligencias. Desde entonces, a los cullerenses se les alude con el mal nombre de matajutges. También fueron asesinados el secretario judicial, el oficial y el alguacil que completaban la comisión judicial, aunque sus nombres no se recuerdan tanto pese a seguir el mismo destino.

Me he acordado de este suceso pensando en Montserrat del Toro, la secretaria del Juzgado de Instrucción número 13 de Barcelona. Y me he acordado no porque la relacione con ningún episodio de delitos cometidos contra comisiones judiciales rodeadas por una turba vociferante, ¡Dios me libre de establecer esas comparaciones! Tampoco porque ese episodio pueda ayudar a entender lo que siente una persona en semejante situación. ¡No concibo a nadie tan limitado como para no poder entenderlo! Me he acordado porque esta vez, por delante de jueces y fiscales, ha sido una secretaria judicial la que se ha ganado el derecho a ser identificada con la Administración de Justicia.

Ha sido una secretaria judicial la que se ha ganado el derecho a ser identificada con la Justicia

Montserrat del Toro es una metáfora de la Justicia. Representa lo que he explicado muchas veces a quienes ignoran lo que es la Justicia y que llegan a creer que es posible eludirla.

Frente a esas personas he tenido que reconocer que la Justicia es lenta, a veces demasiado. También que es incómoda, y es verdad, muy incómoda. Y, desde luego, que no es nada glamurosa o, incluso, peor que eso: conozco juzgados en la provincia de Barcelona de los que el Servicio de Bomberos de la Generalitat ha informado que son un riesgo potencial para las personas que hay dentro. Pasear por Juzgados como los de Martorell es una experiencia inolvidable, sobre todo cuando te enseñan un sector de forjado sostenido con puntales de obra mal colocados y ocultos al público tras un lienzo de pladur.

Pero eso hace que se olvide lo esencial: que la Justicia, cuando se pone en marcha, es inexorable, sistemática, rocosa, tozuda. La Justicia no tiene miedo de las consecuencias. Eso es lo que representa Montserrat del Toro. Nos conocemos poco, pero nos conocemos lo suficiente como para que sepa que es una servidora pública discreta, cumplidora y que no elude sus obligaciones ni sus consecuencias.

La Justicia, en marcha, es inexorable, sistemática, rocosa y tozuda

No dejó su Juzgado por otro cuando le correspondió un asunto que ha marcado a todos los que han tenido la obligación de asumirlo. No eludió acudir a la Consejería de Economía el 20 de septiembre de 2017 inventando una excusa cualquiera. No consintió en intentar salir de la Consejería la primera vez que se le ofreció, sencillamente porque no iba a abandonar a la comisión judicial con la que había llegado. Y este miércoles pasado fue a declarar al Tribunal Supremo y lo hizo de manera inexorable, sistemática, rocosa, tozuda, con plena conciencia de las amenazas atroces que le iban a llegar el mismo día que cumpliese, otra vez, con su obligación.

Montserrat del Toro ha afirmado que sintió miedo. Es su manera de explicarlo. Yo creo que sintió valor.


José María Macias es vocal de Consejo General del Poder Judicial.