Pablo Iglesias reaparece este sábado arropado por cerca de 8.000 personas tras su permiso de paternidad. Una acogida que desprende un aire caudillista, incluso cesarista, que no conviene al líder de Podemos, que vuelve de un permiso como el de cualquier otro español que tiene un hijo. Tampoco le conviene al propio partido, que se deshilacha por dentro a solo un mes de las elecciones generales con frentes en numerosos territorios sobre los que deberían reflexionar en privado.
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