Es San Isidro en Madrid, se llena la Pradera del Santo de chulapas con olor a costurerita y de chulapos de carrusel, gigantes y cabezudos se despiertan en los mesones para rodar por las cavas, los toros entran con luto de catedral en Las Ventas y la juventud verá por las plazas y parques a DJs radiactivos, flamencas rapadas e indies con legaña musical como si fuera abéñula. No hay contradicción porque hasta Ramoncín era ya castizo en su tiempo, y es castiza Carmena, y es castiza toda esa izquierda de fiesta del PCE en la Casa de Campo, con sus heavies tan folclóricos como Don Hilarión.

En realidad, este nuevo casticismo de Madrid, que abarca desde ese barquillo comulgado por la chulapa guapa hasta el rock vallecano y los escenarios con tatuajes en llamas, lo inventó Tierno Galván. El de Tierno era un Madrid del PSOE, de su revolución, que terminó en toda una España del PSOE y de su revolución. Yo creo que Felipe empezó a ganar con él. Tierno trajo a Ramoncín y a Felipe y eso ya es hacer una época. Pero desde su época (Barranco fue como una coda de Tierno o del tiernismo), el PSOE no ha vuelto a poner una bombilla en los Madriles. Hasta se le coló antes Carmena, que era como una abuela de izquierda que bailaba twist, otra vez el casticismo de lo heterogéneo.

De Tierno Galván a Pepu Hernández, ésa es la distancia ahora del PSOE con su historia en Madrid. A lo mejor es la misma distancia que hay entre Pedro Sánchez y Felipe González. O es una distancia de toda la política. Hemos visto con Rubalcaba que todo el país ha pensado algo así como que se le moría Manolete o un zar. Aunque estuviera detrás de todos los ministerios y de todas las cortinas, lo que ha ocurrido con Rubalcaba ha sido mucho más que reconocimiento político o personal, es que sentimos que muere una era de la política y hay que enterrarla con sus caballos y sus armones. No sé si es justo pensar en Tierno Galván y luego en Pepu, o en cualquier otro candidato de ahora. Es como pensar que antes había chulapos y ahora sólo gente que se viste de chulapo como si se disfrazara de Travolta. Pepu también es el signo de los tiempos. Como un reguetonero en la Plaza Mayor. Como Sánchez en La Moncloa.

Pepu Hernández es castizo casi como ningún otro candidato porque intenta explicar el mundo y la política con metáforas deportivas

Pepu Hernández es castizo casi como ningún otro candidato porque intenta explicar el mundo y la política con metáforas deportivas, como hace cualquier currito español. Eso es casi tan cargante, o tan ridículo, como el que intenta explicarlo con metáforas taurinas, que así uno lo que parece es Jesulín. “Nada de estadísticas, hay que mirar a la cara a la gente”, declaraba Pepu a El País. Se refería al baloncesto, pero hubiera servido lo mismo para la política. De hecho, al leer el titular uno intenta darle sentido político. Así es como se hace política con más comodidad, sin tener ni que hablar políticamente. Por eso uno va creyendo ya que Pepu no es un antojo sentimental de Sánchez, sino que es sanchismo puro. Sánchez es el campeón del significante vacío: se limita a enseñarse a sí mismo como un bello jarrón, a soltar alguna frase ambigua y sentenciosa y a dejar ya que los anhelos y carencias de cada votante le den significado. Eso, si acaso necesita algún significado aparte de la pura eufonía. Lo que ha pasado con Pepu es que Sánchez ha visto el potencial de sanchismo, o sea de lenguaje rellenable, que tienen la jerga y la épica deportivas.

Pepu Hernández sigue siendo ese profesor con su cartilla de cuatro reglas que quiere aplicar a todo. Su entrevista en El País es reveladora, porque Pepu resulta casi ininteligible salvo cuando hay algo que uno puede imaginar aplicado a una pelota, a un partido, a un banquillo sudado de pies y lágrimas. Sólo entonces, como ocurre al leer el titular, uno puede poner allí su interpretación política, que siempre es autointerpretación como dictan las leyes de la hermenéutica. Pepu es castizo porque viene con el deporte como el taxista y es sanchismo puro porque aporta frases que sirven y no sirven para todo y para nada. A lo mejor no llega a Tierno, pero puede superarlo. Como esta antipolítica está superando ya a la política.

A Pepu yo lo veo de político igual que lo veo de chulapo / Travolta, que decíamos antes. Seguro que nos encontraremos, por cierto, a todos los candidatos en la Pradera de San Isidro, haciendo su verbena de Pichis de Lina Morgan, claveles de Arturo Fernández y organilleros de cine mudo. Pepu no sé si terminará con la maldición del PSOE en Madrid, pero está deseando bailar el chotis en una losa con Carmena, más apretado que Errejón en aquella foto. De todas formas, es el día de San Isidro, así que felicidades a ese Madrid castizo y moderno, poblachón y corte, el de Lavapiés y el de Serrano, el de los gatos y el de los maletillas, el de Carabanchel y el de la veredita que hay de Atocha a la Gran Vía, veredita que anduve yo. Que los políticos no nos amarguen, siquiera hoy, el vermú.