La constitución de las cámaras ha resultado tan lamentable como se temía. Ya desde ayer, la entrada en el Congreso de los políticos separatistas presos se convirtió en un pulso infantil, pero efectivo para sus intereses, en la medida de que no sólo alargaron mucho más de lo habitual en estos casos la tramitación de la documentación para acceder a su condición -efímera por otra parte- de diputados sino que intentaron, y en parte consiguieron, eludir la orden tajante emitida por el Tribunal Supremo por la que se les prohibía hacer declaraciones o ponerse en contacto con los medios de comunicación.

En un ejercicio de inmadurez pero al mismo tiempo de desafío, igual al de los niños creciditos y los adolescentes que intentan retar a sus progenitores con gestos que les llenan de satisfacción pero que son relativamente inocuos, los presos separatistas se marcaron ayer unos pequeños vídeos en los que cada uno enviaba su mensaje político. Nada grave, nada escandaloso, sólo el gusto de desafiar las órdenes del Tribunal Supremo que, naturalmente, ha hecho caso omiso de la pequeña gamberrada. Pero ellos se quedaron tan contentos y sus partidarios difundieron la "hazaña" con entusiasmada fruición.

Pero el plato fuerte era el de hoy, en el acto de constitución de ambas Cámaras. Porque lo de hoy tenía un destinatario más lejano, que eran las instituciones europeas y, por extensión, las internacionales. Y a eso han estado destinadas todas las fotos que se les han hecho dentro de la cafetería destinada exclusivamente a los diputados, donde se les ve rodeados de los suyos y, sobre todo, la deambulación de Oriol Junqueras por el hemiciclo buscando desesperadamente el saludo con el presidente del Gobierno, saludo que se ha producido en dos ocasiones, las dos a instancias del líder independentista y ante la educada pero muy comedida respuesta del presidente Pedro Sánchez.

Ha dicho Junqueras: "Tenemos que hablar"

Y Sánchez le ha respondido: "No te preocupes".

El guión escrito por los separatistas presos se ha cumplido religiosamente y a plena satisfacción de sus diseñadores

Evidentemente si le hubiera dicho cualquier otra cosa como "Sí, claro" las críticas le habrían llegado a Sánchez en los mismos términos o quizá peores desde el PP y desde Ciudadanos. Pero de lo que no hay duda es de que al presidente del Gobierno no le interesa ahora mismo, a cuatro días de las elecciones municipales, autonómicas y europeas, que le adjudiquen ningún tipo de proximidad con el independentismo y mucho menos con los independentistas presos porque eso será utilizado -ya lo está siendo- por los partidos de la posición para denunciar un supuesto acuerdo del PSOE con ERC, acuerdo que, de momento, no se ve por ninguna parte. Otra cosa será lo que suceda en el futuro pero con 175 votos a favor del Gobierno, que es lo que se ha contabilizado hoy en las votaciones para elegir la presidencia y el resto de los miembros socialistas de la Mesa del Congreso, es evidente que el papel de ERC en esta legislatura no va a ser ni sombra de lo que fue ni de lo que los republicanos querrían que fuera.

Pero a quien sí le interesaba extraordinariamente este brevísimo cruce de palabras era al líder separatista preso Oriol Junqueras. Un señor que dialoga con el presidente del Gobierno dentro de la sede de la soberanía nacional es alguien que se inviste necesaria e inevitablemente de un aura de seriedad y de legalidad. Porque la imagen no admite demasiadas interpretaciones, pero una de ellas es precisamente la de que este señor es tan respetable políticamente como cualquiera otro de los diputados electos y, en consecuencia, resulta improcedente y fuera de lugar que esté en prisión.

La imagen no explica que el señor Junqueras y sus otros cuatro compañeros electos, tres en el congreso y uno en el Senado, han cometido presuntamente uno de los más graves delitos castigados en nuestro Código Penal. Y, como no lo explica, esa foto sirve por eso de perfecta carta de presentación  para cuando el líder de ERC vaya al Parlamento europeo como diputado electo y "víctima de la represión de un Estado español que encarcela a las personas por opinar distinto y única y exclusivamente  por pretender votar".

En ese sentido, el guión escrito por los separatistas presos se ha cumplido religiosamente y a plena satisfacción de sus diseñadores. Salvo en un detalle no menor: sus particulares intervenciones a la hora de acatar la Constitución han sido acalladas por el ruido del pateo de parte de los diputados constitucionalistas presentes en el Congreso de los Diputados. Eso les ha privado de brillar ante los suyos porque no se les ha podido escuchar.

Y hay otra cuestión que convendrá estudiar más detenidamente a pesar de que la flamante presidenta de la Cámara haya dado por buenos y por respetuosos con el acatamiento a la Constitución -que era de lo que trataba- los "parlamentos" que han echado alguno de los nuevos diputados. Ha habido determinadas intervenciones que resultan por lo menos constitucionalmente dudosas. Son las que han antepuesto la lealtad a los resultados del referéndum ilegal del 1 de octubre al imperativo legal de acatamiento. Es el caso, por ejemplo, de la representante de JxCat Laura Borrás.

Que España es un Estado de Derecho no hay quien lo discuta, salvo aquellos que quieren acabar con él, que son precisamente los separatistas y la ultraizquierda

Eso ha sido lo que el líder de Ciudadanos, Albert Rivera ha denunciado en cuanto ha podido, cosa que se ha producido una vez que había alcanzado la condición de diputado y no antes, aunque lo intentó. Meritxell  Batet no admitió la protesta del líder naranja pero quizá -aún es pronto para saberlo- esa formación política presentará un recurso contra la validez de semejante fórmula.

En cualquier caso, no se conoce ningún otro país democrático en el que se produzca la verbena lamentable de esta orgía de fórmulas de acatamiento constitucional que lo único que hacen es abaratar la solemnidad del acto y de la propia institución.

Que España es un Estado de Derecho no hay quien lo discuta, salvo aquellos que quieren acabar con él, que son precisamente los separatistas y la ultraizquierda. Pero que, además de eso, nuestro país es un Estado extremadamente garantista se demuestra en espectáculos como el vivido esta mañana y nos hace preguntarnos si tanta garantías y tanto respeto por los derechos -fundamentales o no, porque lo visto hoy no forma parte ni de broma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos- de quienes quieren destruir España no va a acabar debilitando nuestro sistema democrático, que ha demostrado muchas veces ya una gran fortaleza pero que a base de permitir una y otra vez que se roan sus cimientos pueden terminar debilitando irrecuperablemente el sistema.

Y aquí entra también la elección del señor Gerardo Pisarello, del equipo de Ada Colau en el Ayuntamiento de Barcelona, un separatista militante que forma parte de la tropa de la monja independentista Teresa Forcades y que se hizo famoso entre otras "hazañas" por impedir que el concejal popular Alberto Fernández  colgara en el balcón del Ayuntamiento una bandera española como respuesta a una estelada desplegada por ERC. Bien, pues este señor ocupa desde hoy la Secretaría Primera de la recién constituida Mesa del Congreso. Es decir, tiene desde hoy una de las más altas representaciones institucionales de la Cámara.

Y está ahí porque ha sido propuesto  por Pablo Iglesias y aceptado por Pedro Sánchez. Su cometido en este puesto, explicado por él mismo, es defender desde el primer minuto la causa de los procesados independentistas y hacer lo posible para que no sean suspendidos de sus funciones, que es lo que marca la ley, y reivindicar su excarcelamiento y su absolución.

A eso me refiero cuando hablo del riesgo de permitir, a base de exacerbar el garantismo, que entren hasta el corazón de nuestras instituciones quienes no tienen otro objetivo de corroerlas para intentar derribarlas. Y eso es un insulto a quienes respetamos y defendemos la Constitución y su espíritu de concordia.