Estas municipales y autonómicas han venido marcadas por el miedo, un miedo sutil pero presente en muchas de las urnas. Si en las generales del 28 de abril el miedo a la derecha extrema dio la victoria a Sánchez, ahora, sabedores los votantes que no era para tanto, otros miedos les han marcado el voto, o el silencio según el caso.
El votante de Podemos ha perdido el miedo y considera más útil votar al PSOE que a Iglesias, el hundimiento de los morados continúa y desde las elecciones andaluzas a las del pasado domingo han perdido a la mitad de sus votantes.

El votante de Vox, que nunca tuvo miedo, ya es consciente de que al poder no se le tumba ni en cuatro ni en ocho años, o esperan, o se desesperan

El votante de Vox, que nunca tuvo miedo, ya es consciente de que al poder no se le tumba ni en cuatro ni en ocho años, o esperan, o se desesperan. Y luego está el voto cautivo del miedo en Catalunya, donde 111 Ayuntamientos ya sabían quién iba a ganar porque solo se presentaba un partido, independentista, claro. Como en Port Bou, en Girona, donde en las pasadas generales Vox sacó un 3,2% de votos, PP un 5%, Ciudadanos un 8,2%, Unidas Podemos un 11% y el PSOE un 28% de votos, siendo la segunda fuerza más votada, a tan solo 13 votos de diferencia con ERC. ¿Qué paso en las municipales en Port Bou? Que solo se presentó ERC y Junts per Catalunya, siete concejales el primero y 3 el segundo. De nuevo ganó el miedo. Miedo a presentarse por una candidatura que no sea independentista y te echen del pueblo, miedo a que si tienes un negocio o empresa, se vayan tus clientes si te presentas por el PSC, PP, C´s o Vox, miedo a que alguien del pueblo rompa el pensamiento único.

En Alguerri, en Lleida, el alcalde se preguntaba estos días “me sorprende que estemos solos”, lleva 17 años de alcalde, es el único que se presenta y aunque en las generales se votó a todo el arco parlamentario, en las municipales se quedó callado un 25% del pueblo. Y el alcalde se pregunta por qué.

Sucede lo mismo con EH Bildu en 22 municipios. El miedo avanza en Catalunya, el PP solo se ha presentado en el 25% de los municipios catalanes. En los Ayuntamientos con única representación del PP o PSOE no manda el miedo, sino la despoblación y a veces la desesperación y el abandono. Solo en Navarra hay 31 municipios donde nadie quiere ser alcalde y han de forzar a un vecino que asuma el cargo o repetir las elecciones dentro de seis meses.

Y después está mi ciudad, Barcelona, que a pesar de los resultados está perdiendo el miedo.

Y después está mi ciudad, Barcelona, que a pesar de los resultados está perdiendo el miedo. Todo el cinturón de la ciudad ha dejado de ser de la CUP y de los Comunes porque nunca fue independentista. Y en la ciudad, a pesar de la victoria pírrica por solo 5.000 votos de Maragall sobre Colau, los partidos constitucionalistas pasan de tener 12 concejales a 16. Y los no independentistas de 26 concejales a 41. Algo empieza a cambiar en la ciudad, aunque con el lastre de Ernest Maragall que lleva trabajando en ese Ayuntamiento desde 1960, sesenta años de su vida, y terminará la legislatura con 80 años. Qué distinto a mi amigo Pascual Maragall, el hombre que me casó, y el mejor alcalde que ha tenido Barcelona. Un hermano puso la ciudad condal en los mapas del mundo, otro hermano la hundirá en el provincianismo independentista.

Mucho de lo sucedido estos días posteriores a la cita electoral sigue motivado por el miedo. Casado temía lo peor de su comité ejecutivo si no conseguía parar la sangría de votos, y no lo consiguió, pero alcanzar el poder en Ayuntamiento y Comunidad de Madrid compensan el fracaso. PSOE ya había superado el miedo y conseguido su objetivo, las generales, el resto importaba mucho menos. Y Ciudadanos siempre gana, pero nunca gobierna, esta vez consiguieron el doble de concejales en toda España, ya habían conseguido el doble de diputados y multiplicaron por cinco sus resultados en las europeas, y sin embargo el miedo a no llegar a dar el sorpasso al PP sigue latente entre sus dirigentes.

Estos días de negociaciones, líneas rojas, cordones sanitarios y cuotas de poder, mucho poder, que ninguno de ellos olvide las palabras del presidente Kennedy, “Jamás negociemos con miedo, pero jamás temamos negociar”.