A Pedro Sánchez sólo le faltó aparecer por Marivent en chanclas, como un Elvis hawaiano, como un Travolta con camisa de flores. El presidente pasota no es ya que tenga un agosto de lanchero, sino toda una personalidad política de tumbarse a la sombra botijera de España. Sensación de vivir, con un toque castizo de hortera de chiringuito, digamos. El Rey tuvo que esperarlo casi una hora, y hasta le abrió luego la puerta, el mismo Rey, mientras veíamos a Sánchez con esa actitud vital de manos en los hondos bolsillos que tenía El Nota de los hermanos Coen. Sánchez llegaba tarde como el dueño de la casa y de la fiesta, y haciendo que el Rey pareciera una mucamita. Luego, se plantó ante los medios como un nadador olímpico para decir algo así como que dejaran de taparle el sol, todos, la izquierda, la derecha, la prensa y el limpiador de piscinas. Y dejando un reguerito de arena y esas pisadas de pato que dejan las chanclas, volvió a eso de tomarse botellines con la sociedad civil, o sea a hacer ya campaña electoral por los chiringuitos electorales, esos chiringuitos que hacen el perfil habanero de la España del clientelismo.
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