Empieza otra semana de agonías, peticiones y paseos, pero es que Sánchez lleva una vida de agonías, peticiones y paseos, como un cura o su dolorosa, así que no ve uno mucha diferencia. Sánchez se ha quedado en la repetición entre fastuosa y torpe de su sacrificio y de su traición, como esos teatrillos que representan en los pueblos en Semana Santa, con un labriego guapo haciendo de Cristo y un ditero picado de viruelas haciendo de Judas. Seguramente todos hablarán de “semana decisiva”, pero eso me parece como llamar “semana decisiva” a esa Semana Santa de pueblo, como si ese Jesús con peluca torcida pudiera cambiar el final de la película, a lo Tarantino, ametrallando a los romanos. Es decir, que todo lo que había que decidir ya lo ha decidido Sánchez, como el dios en albornoz que es, lo que hace falta es que nos lo diga, nos lo revele y nos deje ir en paz, que hasta el cura nos deja ir en paz después de darnos el sermón, enseñarnos el infierno y hacernos aguantar el armonio de una vieja.

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