En 1912 el pintor austríaco Egon Schiele fue encarcelado por sus bocetos. En ellos, posturas poco católicas y desnudos. Años más tarde, los también pintores Otto Dix y George Grosz fueron llevados a juicio por obscenidad. En 1917 la Policía entraba en la exposición de Amedeo Modigliani en la galería Berthe Weill de París para cerrarla. La razón: el vello púbico representado en algunos de sus cuadros de desnudos "violentaba" al público. La lista es infinita. Cuadros tapados con cortinas, otros que no salen de los almacenes de los museos. Esculturas 'capadas', fotos pixeladas.

Vivimos en una sociedad abierta y libre hasta que nos mostramos sin ropa y tenemos que taparnos. Ocurría antes, quizá porque a principios del siglo XX la mujer mostraba con su cuerpo que estaba despertando, y ocurre ahora porque prima no ofender a nadie antes que mostrar la realidad.

El desnudo, otra vez, como reflejo de algún trauma, de algún miedo

La última ha sido la Unesco. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura le pidió al escultor francés Stéphane Simon una serie de obras para su sede en París. Simon cumplió y realizó una critica a la sociedad actual con esculturas fingiendo hacerse un selfie, un autorretrato. El problema llegó cuando vieron que aquellas obras representaban hombres desnudos.

La exposición, con el título Memory of me, ni siquiera pudo poner nervioso al público porque un funcionario de la Unesco tembló antes de abrirla. Pensó que podría herir sensibilidades.

Tomaron la decisión de cubrir las esculturas con tangas y braguitas blancas. Parece una exposición hecha para Instagram o Facebook, para que no puedan censurarla, pero con toque obsceno. Insinúa más lo que no se ve que lo que se muestra sin pudor.

El desnudo, otra vez, como reflejo de algún trauma, de algún miedo, de no verse en la ducha. De una sociedad infantilizada.