Resulta injusto centrarse en una sola de las materias que componen el actual debate político, pues el nivel es tan elevado y el contenido tan enriquecedor que uno pierde la posibilidad de incrementar su sabiduría. Sin embargo, merece la pena realizar ese sacrificio para ahondar en uno de los asuntos que más preocupa entre la ciudadanía, como es el relativo al consentimiento sexual, que no es moco de pavo.

Durante un buen tiempo, la izquierda sostuvo que el apareamiento no debería consumarse si una de las partes lo rechaza, cosa que resulta evidente salvo para quienes padecen algún tipo de tara, enfermedad; o para quienes deberían pasar una buena temporada entre rejas. Se consensuó entonces algo lógico: el “no es no”.

Sucede que la política se ha convertido en algo similar a las series de televisión de baja calidad, por lo que, para mantener al espectador enganchado, se ha hecho necesario tirar de ocurrencias y giros de guión. Por eso, Unidas Podemos decidió repensar el "no es no" e incluir en su programa electoral un nuevo concepto: el “sólo sí es sí”, que básicamente supone rechazar la polisemia y la comunicación no verbal, tan frecuente en el reino animal.

La cosa no acaba aquí, dado que Cayetana Álvarez de Toledo, disgustada con la filosofía de sus adversarios políticos, afirmó recientemente: “No todo lo que no sea un sí es necesariamente un no”.

Las noches de amor y pasión, por tanto, podrían estar condicionadas por el “sólo sí es sí” o por “no todo lo que no sea un sí es necesariamente un no”, teniendo quizá que llegar a un consenso previo sobre lo dicho y lo fehaciente una vez los pantalones se encuentran a la altura de los tobillos, con el incordio que ello implica.

Podría usted pensar que el mero hecho de explicitar el consentimiento no resulta tan complicado, pese al evidente riesgo de entrar en disputas semánticas en el lecho conyugal o en los callejones oscuros. Pero resulta que este punto representa sólo un grano de arena del enorme desierto concebido por el “puritanismo progre”.

Grupo maldito

La furia feminista se ha dirigido en las últimas horas hacia un grupo de música que siempre se ha identificado con la izquierda ideológica, como es Def con Dos, que hace unos meses protagonizó decenas de artículos después de que el Ayuntamiento de Madrid, de José Luis Martínez Almeida, tuviera la brillante idea de prohibir el concierto que iban a ofrecer en las fiestas de un barrio porque un de sus miembros había sido condenado por enaltecimiento del terrorismo. No piense usted en algo de una gravedad extraordinaria, sino en una serie de salidas de tono y comentarios lamentables en la red social Twitter.

Def con Dos ha hecho público este jueves el primer sencillo de su nuevo disco, que se atreve a cuestionar la espiral de mojigatería y fundamentalismo en la que ha caído una parte de la izquierda. “Neomonjas tatuadas de corte beato / Neofrailes roqueros clamando recato / La nueva tendencia que genera espanto /Es que antes del sexo se firme un contrato”, dice una de las estrofas.

En otra, se afirma: “Prohibido el sexo sin amor; / Prohibido ligar si bebes alcohol / Prohibidos los condones con sabores / Prohibidas las orgías sin restricciones”. La conclusión, la dice el estribillo: “No hay nada más falso y que más estorbe / Que el nuevo puritanismo progre”.

Sobra decir que han sido decenas los usuarios de las redes sociales que han censurado este contenido. Por 'machirulo', claro está.

El problema es que la realidad que traza la canción, con brocha gorda, es cierta. Es la que han creado personas como la socialista Andrea Fernández, quien propone regular la pornografía, entre otras cosas, porque considera que ahí “se educan 'las manadas'” de violadores.

Es fácil entender y apoyar que cualquier Administración tome medidas para evitar las violaciones y agresiones sexuales, así como todo comportamiento que implique dominación hacia las mujeres. Pero lo que es injustificable y tétrico es este intento de aplicar la moralina de las furibundas sacerdotisas de la -mal llamada- igualdad a cada uno de los aspectos de la vida. Para muestra, este artículo de Oxfam Intermon, en el que se llega a elevar a la categoría de ofensa hechos como decir “corres como una niña” o que el camarero de un restaurante ponga 'la cuenta' más cerca que del hombre que de la mujer.

En el terreno de lo íntimo, la cosa ha llegado también a lo absurdo y, de hecho, estas reeducadoras de la moral ajena no sólo han elaborado sesudas teorías sobre los efectos nocivos de la pornografía sobre el cerebro de un hombre, sino han llegado a observar metáforas de la agresión sexual inaceptables en películas como Alien, lo que, entiéndase, crea el caldo de cultivo necesario para que se reproduzcan actitudes violentas dentro del dormitorio. También en Joker, que, al parecer, fomenta la 'hipermasculinización' de la sociedad. Sea lo que sea eso.

Dentro de los grandes periódicos y de las televisiones, hay secciones a las que se dedican múltiples recursos para informar sobre estos temas. No son los únicos, dado que en este nuevo empeño por criminalizar y atemorizar sobre la naturaleza humana -en general- se han llegado a proscribir comportamientos de todo tipo. Por poner un ejemplo relacionado con otro tema, hace no mucho, se publicó que el zumo natural aumenta el riesgo de sufrir cáncer y cualquiera pudo pensar que los pobres animales que se encuentran en estado salvaje, sin acceso a la Fanta Naranja, están en verdadero peligro.

También se podría concluir que nos hemos vuelto rematadamente imbéciles. Sin ningún riesgo de equivocarse.