Una de las cosas que más llama la atención al aterrizar en Abu Dabi es que se puede esperar el autobús en una marquesina estanca, con aire acondicionado. En el camino desde el aeropuerto a la ciudad, es habitual cruzarse con coches, repletos, que se dirigen al “workers district”. Es decir, a la zona del emirato donde residen los ciudadanos de tercera, que suelen ser asiáticos que trabajan en condiciones de semi-esclavitud y cuyas vida no tienen el mismo valor que las de los árabes. El pasado 8 de noviembre, Teledeporte ofreció el Campeonato del Mundo de triatlón desde este país y nadie en la corporación puso el grito en el cielo.

Lo bueno de vivir de eslóganes es que no hace falta dejar de ser ignorante para que te aplaudan. Es una de las bases del populismo, que tan común se ha vuelto por estos lares. Ocurre que el mundo nunca ha sido el lugar que describen las utopías ideológicas y, por tanto, a veces no queda más remedio que negociar con personas que no creen en la democracia. La diplomacia se ejerce muchas veces con la nariz tapada, pues pese a que el interlocutor puede ser un tipo infame, no queda más remedio que negociar con él.

El problema suele presentarse cuando alguien cambia de criterio según le convenga. Así pasó cuando el Gobierno rectificó y salvó los contratos con los saudíes de Navantia a costa de venderles bombas de las que no matan a inocentes. Y así ha ocurrido más recientemente con la RTVE de Rosa María Mateo, que se ha negado a pujar por la Supercopa de España de fútbol porque se celebrará en el gran país de la Península Arábiga y allí las mujeres ven pisoteados sus derechos cada día.

La excusa sería impecable si no fuera eso, una mera excusa. Porque la cuestión no se planteó el pasado diciembre, cuando RTVE retransmitió el Mundialito de Clubes de fútbol, que se celebró en Emiratos Árabes. Lo mismo pasó hace un par de meses, cuando la televisión pública ofreció el Campeonato del Mundo de Atletismo, que tuvo lugar en Doha, Catar.

Rosa María Mateo no tuvo tantas consideraciones éticas cuando contrató a Máximo Huerta meses después de abandonar el Gobierno.

Cualquiera que afirme que en estos países se respetan los derechos humanos para toda la población estará terriblemente desinformado o tendrá muy poco respeto por la verdad, como Xavi Hernández. Del mismo modo, cualquiera que evite retransmitir una competición deportiva en Arabia Saudí porque vulnera los derechos de las mujeres, pero lo haga sin ningún problema en cualquier otro territorio sometido a una teocracia, estará comportándose de forma hipócrita u ocultando información.

La realidad de RTVE en este 2019 es la de una corporación que se encuentra con el presupuesto prorrogado y con amenaza de terminar con un déficit de unos cuantos millones de euros. La situación no se les puede atribuir directamente a sus gestores, dado que una gran parte de la culpa la tiene la actual situación política, que ha provocado que la Administración tenga que subsistir con las cuentas de 2018 varios meses después de su finalización. Eso, entre otras cosas.

La doble moral de RTVE

Ahora bien, hay una serie de contradicciones en este discurso que resultan ciertamente molestas. Porque este tipo de consideraciones éticas no se han aplicado a todos los aspectos de la gestión desde que Rosa María Mateo y su equipo llevan la batuta de RTVE. Uno de los mejores ejemplos es el relativo a Máximo Huerta, un exministro de Cultura al que la televisión pública ofreció una posibilidad perfecta de cruzar la puerta giratoria tan sólo un año después de haber abandonado su puesto. Su sueldo es de 1.200 euros por programa, lo que equivale, a ojo de buen cubero, a 25.000 al mes. No está nada mal.

Esta decisión demuestra una preocupante cercanía al Gobierno, lo cual no es especialmente tranquilizador en el caso de la televisión pública, que supuestamente debería representar los intereses de todos los españoles sin favoritismos. Pero parece que, en este caso, las consideraciones éticas tampoco se han tenido en cuenta. Tampoco, por cierto, cuando el pasado abril Mateo se prestó a contraprogramar el debate electoral que iba a celebrar RTVE para hacerlo coincidir con el de Atresmedia, lo que podría haber permitido a Pedro Sánchez librarse de una de los coloquios, como pretendía.

En ese caso, tampoco hubo especiales dilemas morales para poner este medio de comunicación a las órdenes de Moncloa.

Una Administración que aspire a la excelencia no sólo debería estar más pendiente del maquillaje- como ha demostrado con el asunto de Arabia Saudí- que de la Transparencia. En este sentido, la opacidad de RTVE es lamentable. En este periódico, hemos sufrido aplazamientos bochornosos y negativas de información que dejan claro que la vocación de sus gestores es la de ocultar, y no la de ilustrar.

Este artículo podría extenderse varios párrafos más, dado que la gestión de Rosa María Mateo no ha sido precisamente ejemplar. Pero conviene también citar lo que ha ocurrido en el caso de los Juegos Olímpicos de Tokio, dado que RTVE filtró hace unas semanas a un medio afín -que, por cierto, ocultó en su día una noticia sobre los trabajadores muertos en las obras del Mundial de Catar mientras negociaba la entrada en su accionariado de petrodólares- que no tenía dinero para pujar por la gran cita polideportiva mundial y que, por tanto, reclamaba un favor del Gobierno. Se apelaba al interés general, dado que el deporte es muy importante en este país.

Pedro Sánchez, que en esto del oportunismo es un maestro, se comprometió a dotar a RTVE de la partida presupuestaria necesaria para poder emitir los JJ.OO. y todos aplaudieron

Pedro Sánchez, que en esto del oportunismo es un maestro, se comprometió a dotar a RTVE de la partida presupuestaria necesaria para poder emitir la cita y todos aplaudieron. Incluida la gran mayoría de los medios. Pocos fueron los que señalaron que la corporación le va a hacer un gran favor a Discovery, que compró los derechos de la cita olímpica en todo el mundo y que en España se los iba a comer con patatas antes de esta maniobra gubernamental. Apelar al interés general en este caso resulta una soberana estupidez, dado que Discovery tiene dos canales en la TDT y bien podría emitir los Juegos Olímpicos en esta plataforma. Pero, en ese caso, no ingresaría las varias decenas de millones que había previsto para este país. Por tanto, recurrió a RTVE, que decidió prestarle la ayuda necesaria para pagarle la fiesta.

En ese caso, parece que nadie en su Dirección pensó en la inconveniencia de destinar varias decenas de millones de euros para costear una cita que RTVE no se puede permitir. En ese caso, no hubo mensajes demagógicos como el que lanzaron el jueves con el tema de Arabia Saudí. Total, paga el contribuyente.

Convendría pensar mejor las excusas antes de lanzarlas de la forma en la que se hizo, utilizando incluso los propios medios de la corporación para que la maniobra de enjuague tuviera más resonancia. Es evidente que existen países que muestran un absoluto desprecio por los derechos humanos. De hecho, algunos están más cerca de los que las voces más acríticas de RTVE creen. Pero no resulta higiénico jugar a un doble juego en este sentido, según interese o no.

Máxime si los mensajes condenatorios se lanzan para ocultar una mentira o una realidad.